Cuando se le pregunta a Pacífic Camps (Ciutadella, 1949) cómo ha tomado forma su última exposición, «Els colors de la calç», lo primero que hace es echar la mirada atrás en el tiempo hasta llegar a la infancia. Relata que vivía en el Carrer de la Puríssima, en una casa estrecha. Aquellos eran otros tiempos, «todo era un poco más complicado», y en verano, cuando llegaba la hora de la siesta «no nos dejaban salir a la calle», por el calor y para no molestar. Así, el pequeño Pacífic se refugiaba en el patio interior, atrapado entre los edificios vecinos. «La luz se proyectaba y yo veía un encuadre en el cielo, que era espacioso. Había cambios de luz y se producían reflejos, y los rebotes hacían que fueran cambiando los tonos...», rememora.
Lo vivido en ese espacio de infancia despertó algo en Camps que tuvo un efecto en la actividad artística que ha desarrollado. Una época de la que rememora sensaciones y vivencias que con el paso del tiempo se han ido transformando en un lenguaje plástico con sello propio. La cal, blanca pero abierta a tomar diferentes tonalidades, que se utilizaba para blanquear y desinfectar las paredes y el efecto sobra la piedra, es otra de las sensaciones visuales que se ha grabado con fuerza en la mente del artista. Un elemento que, sumado a la luz y el color, le ha servido para dar título a la exposición que viernes inauguró en la sala Xec Coll de Ciutadella, un espacio importante para él al estar en el Centre Municipal de Art, escuela de la que durante muchos años fue director.
«Els colors de la calç» es un título que funciona como punto de partida, el de esa patria que acostumbra a ser la infancia, porque en realidad es una exposición en la que conviven discursos, estéticas y técnicas de distintas épocas. La muestra funciona como una especie de retrospectiva, ya que de las paredes de la sala cuelgan obras firmadas desde finales de los 80 hasta la actualidad.
El resultado es una exposición variada, fiel reflejo del espíritu inquieto del creador, que siempre ha huido de repetirse «porque siempre me ha parecido aburrido». Todas las etapas han sido enriquecedoras, reconoce. «Todo lo que he pintado, desde lo académico a lo más gestual, me ha servido para experimentar y evolucionar. Me gusta combinar colores y técnicas, esa parte artesanal no quiero perderla», añade.
Una producción artística en la que la búsqueda de la estética convive con otra de las líneas clave de su carrera, el mensaje social, que en el caso de «Els colors de la calç» toma forma a través de una defensa de la naturaleza. «Todos somos ciudadanos del mundo, aquí no hay partido que valga, hemos de ser solidarios para arreglar el mundo entre todos. Y el arte, que es comunicación, nos debe servir para avanzar», defiende.
Camps se ha acordado del reciente desastre de los incendios con la recuperación de una antigua serie dedicada a los árboles; la arquitectura y las construcciones juegan también un papel relevante en la muestra, como los paisajes naturales alterados por los residuos, la invasión de los microplásticos o los ecos de la industria local del calzado. Elementos que conviven en una exposición en la que el artista, con una mirada poética, habla de la memoria personal y también de la colectiva.
Un universo creativo que no para de crecer cumplidos los 76 años, aunque no siempre es fácil. «Hay que disfrutar de todos los momentos, pero lo cotidiano a veces es muy duro. Hay cosas que son muy bonitas y tenemos que buscar la belleza en todo», sostiene Camps, quien reconoce que «no solo se trata de pintar, sino también de reflexionar». El artista pinta cuando puede, pero hay dos cosas que no deja de hacer cada día: «Salir a caminar, no siempre por los mismos lugares; y observar, que es un alimento muy bueno».
- «Els colors de la calç». En el Espai d’Art Xec Coll de Ciutadella hasta el 24 de septiembre.