Hay aniversarios y aniversarios. Y el que celebra este año el Teatre des Born no es uno cualquiera; de hecho, son tres. El más importante, se cumplen 150 años de la apertura de un espacio que es toda una institución en Ciutadella. Se conmemora también que han transcurrido 40 años desde que el teatro pasó a manos de la gestión pública y se cumple un lustro desde la reapertura tras la última y tortuosa reforma. Hay mucho que celebrar y la fórmula que se ha buscado es compartir con el público la exposición que ayer abrió sus puertas en la sala El Roser, la primera dedicada de forma monográfica al Born.
Una propuesta que con el teatro como hilo conductor hace un repaso a la evolución cultural y social del pueblo desde 1875, cuando la institución arrancó como una iniciativa popular, hasta nuestros días, en los que el Born vive el momento más profesionalizado de su historia. Las efemérides, reconoce Josep Marquès, gerente del espacio y comisario de la muestra, sirven «para hacer una retrospectiva, te permiten parar, sentarte y mirar».
Y eso es lo que ha hecho, apoyado por el equipo de trabajadores todo el teatro, para llegar a la conclusión de que, en el fondo, «nada es por inercia. La historia del Teatre des Born ha sido difícil desde sus inicios por muchos motivos. Pero hay una voluntad ciudadana que acaba floreciendo, emergiendo». Un espíritu que han tratado de reflejar en «150 anys, un segle i mig de Teatre des Born», exposición que se podrá visitar hasta el 11 de enero.
Resumir un periodo de tiempo tan largo no ha sido una tarea fácil, pero el montaje «es bastante ilustrativo», defiende Marquès. El objetivo es, por un lado, dar a conocer la historia, «explicar bien cómo hemos llegado hasta aquí partiendo de la necesidad ciudadana que existía por tener un teatro». Un discurso narrativo con el que llega a la siguiente conclusión: «La exposición es un alegato en defensa de los espacios públicos y de los recursos que conllevan».
En ese sentido, sostiene el gerente que el hecho de que en su día personalidades exigieran a las autoridades y a la ciudadanía la necesidad de construir un teatro en Ciutadella «y que este siga siendo una realidad en 2025 es por algo, y ese algo es que es más útil de lo que a veces nos quieren hacer ver».
En lo que se refiere al discurso expositivo, está dividido en dos grandes bloques. El primero, con el rojo por bandera haciendo referencia al color del telón, se centra más en la tradición de la historia del edificio. El segundo está marcado por el amarillo, que tradicionalmente llama a la mala suerte sobre el escenario, pero que paradójicamente es el color corporativo del Born y representa una mirada más contemporánea (tecnología, gestión...) rompiendo con la superstición teatral. «Me gusta poner esa mirada más rupturista con la tradición, siendo respetuoso pero con una mirada fresca, alternativa y dinámica», reconoce Marquès.
Esas dos áreas se complementan con una tercera, en el centro de la sala, que se refiere a la «memoria viva». Un espacio audiovisual en el que se recurre a diferentes voces para que expliquen su relación, desde figuras reconocidas como el barítono Joan Pons a trabajadores del teatro pasando por los políticos que en algún momento han estados relacionados con la actividad.
En torno a ese espacio de testimonios, que se pretende abrir también a la participación de los visitantes, quien se pase por El Roser podrá ver una gran colección de elementos que forman parte de la historia del Teatre des Born. Una propuesta que incluye los planos originales del proyecto, también los de las reformas, programas de mano antiguos, carteles, documentos históricos y espacios dedicados a cuestiones más técnicas. Y también las partituras de las piezas que sonaron en la inauguración, un día clave en la historia de una institución que mira al futuro con fuerzas renovadas.
No sé antes pero en los últimos 40 años ha estado más tiempo cerrado que abierto y entre todos hemos pagado dos costosísimas rehabilitaciones. ¿Se puede hacer peor?