"Hundimientos en el Mediterráneo había habido muchos, pero ninguno tan catastrófico como el del 'Général Chanzy', afirma Jean Jean-Jacques Jordi para justificar el eco mediático que el accidente marítimo en aguas menorquinas tuvo en medio mundo en 1910.
Y es que, según explica el historiador especialista en las migraciones en el Mediterráneo, el hecho de que la cifra de víctimas superara el centenar dio al suceso tintes de acontecimiento extraordinario.
Y fue por ello que los periódicos de la época se volcaron con una cobertura informativa nada normal para aquellos tiempos. Relata Jordi que sólo contando los periodistas de Francia y Argelia, países que conectaba la ruta del 'Général Chanzy'", se sobrepasaba ya la cifra de los cuarenta reporteros, a los que luego había que sumar los que se desplazaron desde países como Dinamarca, Alemana, Suecia o Estados Unidos, entre otros.
Durante cerca de un mes, los cronistas escribieron sobre un acontecimiento -casi siempre con artículos ilustrados por el retrato del único superviviente, Marcel Boudez- que sin embargo pasó en poco tiempo a un segundo plano y a la larga casi al más completo y absoluto olvido.
Argumenta el historiador que la aparición de otros sucesos fueron relegando la tragedia, hasta tal punto que en el primer aniversario prácticamente no se publicó una reseña conmemorativa alguna en los diarios de Marsella y Argel, ciudades en cuyos puertos amarraba el buque.
No obstante, el suceso permaneció durante mucho más tiempo en la memoria colectiva de los menorquines, una sociedad que vivió con gran intensidad la tragedia que tuvo lugar en la zona de Punta Nati, en Ciutadella.
Es curioso el detalle de que diez años después la publicación "El Menorquín", editada en Buenos Aires, recordara la efeméride con un reportaje especial.
Memoria histórica
Para Jordi, está claro que la memoria histórica del hundimiento ha quedado mucho más marcada en Menorca que en Marsella y Argel. Según él, resulta curioso que aquí se celebre el centenario mientras en las otras ciudades esté pasando prácticamente inadvertido.
La organización de unas jornadas de investigación y la exposición que se inaugurará el próximo miércoles son para Jordi un buen ejemplo de cómo se puede recordar la historia.
El historiador protagonizó en compañía de su colega francés Pierre Echinard la sesión matinal de la segunda jornada de la edición extraordinaria de las Jornades de Recerca Històrica de Menorca, organizadas por la Societat Històrico Arqueològica Martí i Bella.
Ambos se centraron en trasladar al público menorquín la parte de la historia que menos conocen, es decir, cómo se vivió la tragedia en Marsella y Argel.
Relata Echinard que en la ciudad francesa se hizo un llamamiento para prestar ayuda a las familias de las víctimas y que con tal fin se organizó, seis días después de la catástrofe, un espectáculo que estuvo protagonizado por las estrellas del "music-hall" de la época.
Explica que "la solidaridad popular" fue grande, "con una gran participación de las familias más humildes", y que se llegaron a recaudar hasta 55.000 francos de oro. Colectas similares se pusieron en marcha también en la ciudad africana, llegándose a reunir hasta 20.000 francos.
Funerales
Echinard, que está especializado en la historia de Marsella entre los siglos XVIII y XX, relató ayer en el Cercle Artístic los honores que recibieron las víctimas del "General Chanzy".
Las cerca de 12.000 personas que se reunieron para dar el último adiós hablan por sí solas, según el historiador. Los funerales, oficiados por el Obispo de Marsella, se celebraron en la catedral de la ciudad.
Según la información recopilada, al acto religioso asistieron una gran número de personalidades de la vida política y social de la época.
"La gente hizo suya la catástrofe que se vivió", concluye Echinard.
Por su parte, Jordi recordó que los funerales celebrados en Argelia también fueron significativos por la gran cantidad de gente que se reunió, en torno a unas 6.000 personas.
En aquel caso, ofició la ceremonia el Arzobispo de Argel, quien pronunció "una homilía de dos horas".
En total, según relatan los historiadores tan sólo se pudieron identificar 21 de las víctimas (once hombres, nueve mujeres y un bebé).
Las tareas para averiguar la identidad de los cadáveres fueron muy laboriosas, ya que al haber permanecido mucho tiempo en el agua fue imposible cotejar las huellas dactilares.