Autoficha
Me llamo Joana Carreres Coll y tengo 48 años. Nací en Ferreries pero vivo en Maó desde hace 30 años. Siempre he estado vinculada al cuidado de personas mayores o discapacitados. Me encantan los animales, a quienes también cuido, la lectura, el cine, bailar, cantar y las excursiones.
¿Cómo empezó a trabajar de cuidadora?
Fue en una época en la que no trabajaba. Empecé a implicarme en diferentes problemas de personas que estaban a mi alrededor y quería ayudarlas. Siempre he sentido que soy cuidadora, lo llevo en mi interior. A pesar de que soy una persona con mucho genio, trabajar con personas que necesitan ayuda y saber que puedo estar a su lado me hace sentir muy bien y además sacan lo mejor de mí. Es un tipo de trabajo en el que desarrollas la paciencia y en el que das mucho, pero recibes más a cambio.
¿Cómo tiene que ser una persona para poder ser cuidadora?
Esta profesión es muy vocacional. Las personas deben quererse. Hay que ser capaz de sentir empatía con el dolor de otra persona, debe preocuparte el hecho de que alguien lo esté pasando mal. Por otro lado, lo difícil es convivir con la soledad de estas personas, sobre todo los mayores. Ver que muchos de ellos no tienen a nadie a quien contarles sus miedos o su dolor es muy duro, darse cuenta de que hay quien ni se preocupa por ellos. A veces me he enfadado y me indigno en estas situaciones porque es muy triste. El simple hecho de tener detalles con los mayores es muy gratificante, ya que te muestran mucho agradecimiento.
¿Hay alguna anécdota que le haya ocurrido durante estos años de trabajo?
Son muchas cosas durante el día a día. Hay que reconocer que la mayoría de momentos son bastante duros, pero hubo una ocasión en la que conocí a una niña discapacitada ciega que la primera vez que me conoció me cogió por la cintura y se puso a bailar y a cantar conmigo. Es curioso, porque ella tiene algo de mal humor, pero cuando tiene estos momentos despierta una ternura impresionante.
¿Qué mensaje lanzaría, como cuidadora de estas personas, a la sociedad?
A veces pensamos que nuestra actitud debe ser en función de si hay tiempo, dinero o grandes cosas. Para nada. Los pequeños detalles harían del mundo un lugar mejor. El salir a la calle por la mañana sonriendo y deseando los buenos días a los demás ya sería mucho. Ser agradable es una actitud que se pega, deberíamos ser capaces de aportar más alegría al día a día.
¿Le gustaría continuar trabajando de lo mismo en un futuro?
Sí, siempre ayudaré a que las personas y los animales se sientan mejor. Soy y me siento cuidadora.