Tristes, pero agradecidos por los momentos vividos y grabados en la retina, lo romeros despidieron ayer a la carreta de la Blanca Paloma a los sones de la Salve Rociera. La noche, en el campamento instalado en el recinto ferial de Es Mercadal fue larga y "pasada por agua", pero la devoción fue mayor. La lluvia y el granizo obligaron a muchos a cobijarse en los pabellones del viejo recinto militar. Otros, estoicos, capearon el temporal resguardados en las casetas, comprometidos por el divino misterio de la fe, y aunque este año se echó de menos el calor de las hogueras sí hubo tiempo y ganas para cantarle a la Reina de las Marismas.
La mañana amaneció soleada.La Virgen más rociera se merecía un día de luz, de vistosos y coloridos trajes y sobre todo de calor popular en la cita más esperada; la misa rociera celebrada un año más por Francisco Cardona, el rector de la parroquia de Sant Martí de Es Mercadal. Minutos antes, tuvo lugar por primera vez en Menorca, el pregón rociero, este año a cargo de Rafael Moya, quien hizo un recorrido histórico de esta tradición mariana y relató sus vivencias del camino en el Rocío de Almonte. "Ser rociero es para mí religión, geografía, folclore, tradición, paisaje, magia, esperanza y catolicismo sin superstición", dijo ante un numeroso público entre el que se encontraba el obispo Salvador Giménez Valls y las principales autoridades de la Isla.