Más 1.200 kilómetros de ida, y otros 1.200 kilómetros de vuelta. Son 2.400 kilómetros que Jeannine Lardinois, jubilada belga residente en Es Castell, se ha echado entre pecho y espalda montada en una moto de 125 cc. A sus 68 años, esta incansable aventurera no dudó en repetir la experiencia que llevó a cabo hace cuatro años, cuando arrancó en dirección a Bélgica.
En esta ocasión, la carretera le ha llevado hasta Merano, en los alpes italianos, con la excusa de visitar a una amiga. Lardinois puso las llaves en el contacto de su Kimco el 18 de junio, y en dos días se cruzó desde Barcelona hasta Francia, y de Francia a Italia. El principal problema, asegura, "fue el mal tiempo". Tuvo que luchar contra viento y lluvia para seguir adelante. Pero lo consiguió. Se quedó una semana en casa de su amiga y después volvió a montarse en su motocicleta dirección a Es Castell. "La vuelta fue mejor", reconoce.
Por el momento, afirma, puede seguir haciendo este tipo de viajes porque, según ella, a los lomos de su Kimco se le olvidan los problemas de espalda. Sin embargo, reconoce que teniendo casi 70 años, "cada vez se me hace más difícil arrancar una aventura de este tipo".
Para ella, el tamaño no es lo importante, y cuando en un bar de carretera se topaba con conductores de moto grande que se sorprendían de que fuera capaz de recorrer tres países en una moto de tan poca cilindrada, ella se encogía de hombros y les espetaba aquello de: "A mí me va bien, y no me he encontrado con ningún problema".
Si le preguntan qué es lo que le gusta de ir en moto, su rostro esboza una sonrisa y henchida de orgullo afirma que lo hace por "la naturaleza y el contacto del aire en mi cuerpo".
Ahora toca aparcar la moto. Al menos, para grandes viajes. Aunque por sus venas corre el mono del asfalto y cualquier día de éstos vuelve a ponerse el casco y se monta en su Kimco. Hacía donde le lleve la carretera.