A sus 27 años, el menorquín Carles Castelló Catchot (Maó, 1983) acaba de finalizar el Master de Foreign Service de la Universidad de Georgetown en Washington con los máximos honores por su brillante expediente académico. Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, Castelló emprendió hace dos años esta aventura norteamericana gracias a una beca otorgada por la Fundación la Caixa. Y apenas transcurridas dos semanas desde su graduación, ya ha sido contratado por el Aspen Institute, una fundación norteamericana creada en 1950 por la élite empresarial, política y cultural estadounidense que trabaja en el ámbito de las ideas, las propuestas y las estrategias políticas internacionales.
El Aspen Institute es además el lugar elegido por la mayoría de presidentes norteamericanos para reunirse con líderes mundiales alejados de miradas indiscretas. Castelló domina cuatro idiomas y aunque el Master de Foreing Services de Georgetown está considerado como la cantera de los futuros diplomáticos norteamericanos, el joven menorquín quiere enfocar su vida hacia el asesoramiento en política exterior. A su edad ya ha tratado con dirigentes de la talla de Condoleeza Rice y Javier Solana. "El problema en España es que la carrera diplomática sigue pautas del siglo XIX y hay que pasar antes por una dura oposición y después de estudiar años puede que al final no sea realmente lo que te guste hacer", comenta. "El Príncipe de Asturias también hizo allí su master y siempre ha mantenido que la reforma del servicio exterior es una de las grandes reformas pendientes".
Acaba de terminar el master en la Universidad de Georgetown y ha recibido además un premio.
Cuando terminas puedes optar a dos premios y en realidad me han dado los dos; uno por excelencia académica que entregan los catedráticos a los mejores expediente y el otro por la defensa oral de un trabajo que hice ante un tribunal sobre el gaseoducto que se construye entre Europa y las comunidades entorno al mar Caspio (Túnez, Irán, Afganistán..) para oponerse al monopolio de Gaspron y cómo este gaseoducto puede cambiar las políticas europeas.
¿Distinción que sólo logró usted?
Dieron diez premios en una clase de ciento cinco personas. Fui el único europeo, aunque también había algún estudiante latinoamericano.
Imagino que al igual que sucede en todas las universidades del mundo, allí habrá cazatalentos. ¿Se ha fijado ya alguno en usted?
Tuve suerte (ríe). Acabé el 21 de mayo y el 3 de junio ya estaba trabajando en el Aspen Institute, una especie de fundación de 60 años de antigüedad, creada en su día por un grupo de expertos que asesora a la Administración norteamericana en estrategias internacionales. Ahora trabaja en 27 programas; Medio Oriente, mujer, energía (....). Yo trabajo en el grupo de estrategia que se reúne cuatro o cinco veces al año para asesorar en este caso a la administración Obama.
Ya hemos abordado temas sobre Pakistán y la India y próximamente nos reuniremos en Madrid. En él participan personas como la ex secretaria de Estado norteamericana Madeleine Albright, quien lidera un grupo de ex ministros de diversos países. En Madrid se abordarán las relaciones Este-Oeste, el entendimiento con el mundo islámico, India. Estoy en grupo de altísimo nivel, políticos, pensadores, empresarios que se reúnen sin prensa y que luego elabora estrategias.
¿Cuál es su trabajo realmente?
Formo parte de un equipo de cuatro personas, es una plataforma para poder relacionarte con estas gente. Mi trabajo consiste en preparar las reuniones, los encuentros bilaterales y también solemos editar un libro con las conclusiones, con el contenido que puede hacerse público.
Me está hablando de que participa en reuniones, en parte de alto secreto, que diseñan estrategias internacionales. ¿Entonces qué hace un español trabajando para la administración americana?
(Ríe de nuevo). Tuve suerte, la distinción del master me abrió puertas. Ha sido como mi premio de graduación. Soy afortunado. Después de esto no sé que viene, no sé si me daré al Prozac, esto es lo máximo a lo que puedo aspirar a mi edad y no siendo norteamericano. Sólo puede decir que los estadounidenses son muy abiertos tratándose de cuestiones internacionales.
¿Con la administración Bush esta ascensión personal hubiera sido diferente?
Era una administración más cerrada, pero lo bueno de Estados Unidos es que cuando se habla de instituciones o fundaciones bipartidistas o neutrales, realmente lo son. Con Bush el grupo también se reunía y con el cambio de administración también ha entrado nueva gente, incluso republicanos reconocidos de la talla de Condoleezza Rice, ex secretaria de Estado con Bush.
¿Qué experiencia representa para usted tratar con estas personalidades?
Por ejemplo, de Condoleezza Rice tenemos una imagen pública muy diferente a como es personalmente. A priori piensas que es una mujer fría, con poco humor y neoconservadora, cuando la conoces ves realmente que es una mujer brillante, muy inteligente, simpática y próxima. Te das cuenta de que esta gente es brillante y ha llegado donde está por eso, cada vez que abren la boca sus argumentos son sólidos.
Personalmente ves que está dolida con la prensa por la categoría en la que está colocada. Yo destacaría además la proximidad de estas personalidades a diferencia de lo que puede ocurrir en España o en Europa. Además, en España el simple contacto con políticos ya te sirve para colocarte cuando allí sólo valen los méritos de cada uno.
Usted llegó a Estados Unidos en pleno proceso electoral y la posterior victoria de Barack Obama. ¿El entusiasmo del cambio inicial ha caído más de lo que podría esperar?
Obama está en una de sus horas más bajas. Llegó en un momento difícil. Heredó dos guerras, una crisis y es un hombre de color. Clinton hizo su mejor política cuando no tenía mayoría en las dos cámaras. Obama ha tenido mayoría y se ha comido todo el desgaste político. En las elecciones de noviembre los republicanos tal vez ganen un centenar de escaños y será entonces cuando Obama despegue como presidente al tener que negociar y pactar temas importantes con los republicanos. Afganistán está pasando factura y no se le está dando suficiente tiempo a la nueva estrategia que se está adoptando.
¿En la estrategia que defendió usted ante el tribunal universitario, qué propuso sobre esta cuestión?
Muchas de las cosas que suceden en Afganistán están relacionadas con Iraq. Se dice que en Afganistán la cosa iba bien hasta que en 2003 resurgieron los talibanes, pero no es así; habría que decir por qué se dedicaron los recursos sólo ha una zona, por qué se llamó a la OTAN en 2003 y no en 2001. Creo que se pensó en que iba a ser una guerra corta, que lo fue, pero no se pidió la ayuda de los aliados en su momento.
La estrategia estuvo mal montada y será difícil salir de allí, aunque Obama puso como límite julio de 2011. Hay gente haciendo sus apuestas. Los afganos son un pueblo orgulloso y se decantará por quienes perciban que ganarán. Tampoco hay confianza en el gobierno afgano por la corrupción. Se ha intentado dar una solución occidental a un problema que no lo es.
Después de escucharle y donde le ha situado la Administración norteamericana me pregunto si la Administración española sabe si usted existe. Estados Unidos es un país que absorbe cerebros y España hace algo por recuperar el suyo?
(Ríe). Bueno. El embajador español en Washington sí sabe que existo porque nos invita de vez en cuando a una copa y a tomar croquetas (ríe). Cuando el Rey nos concedió la beca de la Caixa dijo entonces que después de esta aventura en el exterior, lo más bonito sería revertir el bagaje aprendido en España. No sé. Javier Solana me comentó en Aspen la idea de abrir un instituto similar en España. Me dijo que sería interesante trabajar juntos, aunque también me dijo de momento era más valioso en lo que hago ahora porque me relaciono con más gente.
¿La conferencia de Madrid podría ser una oportunidad?
Sí, podría abrir caminos. Debo contactar con el departamento de Moratinos y también el Rey ha comentado su intención de participar. Hay que tener en cuenta de que se reunirán 25 ex ministros de asuntos exteriores. Lo importante es seguir trabajando. El problema es que en España no existe nada similar a lo que yo hago en Estados Unidos. Aquí están la fundación Ideas y la FAES, pero son entidades de partido y no existe la neutralidad del Aspen Institute. Sería difícil encontrar a 25 ex políticos y expertos de nivel para mejorar las relaciones externas y la economía.
Usted es de Menorca y ha pasado un tiempo en Estados Unidos trabajando en el diseño de estrategias y curiosamente la crisis ha abierto en la Isla un debate sobre cuál debe ser la estrategia turística a seguir. ¿En su opinión, cuál debería ser?
Mi madre me guardó todo lo que se dijo en el último Foro Illa del Rei y creo que se dijeron cosas muy interesantes. Se intenta vender Menorca como un lugar de calidad cuando no se ofrece, no tenemos infraestructuras adecuadas, el centro de Maó se está muriendo. Deberíamos hacer un plan estratégico en el que realmente se apueste por la calidad. Dejarnos de hacer hoteles de dos estrellas y del "todo incluido", por ejemplo.
Tal y como dijo Quintana, las bases están claras, como es la preservación del territorio. Menorca no necesita autovías para dos meses. La naturaleza es nuestro activo. Además, echo en falta el espíritu emprendedor que existe por ejemplo en Estados Unidos, aquí se espera que Estado nos resuelva los problemas. Vamos dando bandazos sin ningún orden. En la carretera de Sant Lluís, por ejemplo, tenemos una prisión, un futuro campo de fútbol, un centro de hípica y de repente hay doscientas farolas. Tenemos un polígono industrial para cada población cuando apenas superamos en total los 75.000 habitantes. Hay temas mal entendidos. Deberíamos ponernos las pilas en temas de calidad. Mallorca y Eivissa apostaron por otras cuestiones y no deberíamos imitarlos.