La llegada de Kate Middleton a la Abadía de Westminster y la interpretación del himno real "God save the Queen" fueron los momentos más emotivos vividos ayer en el restaurante El Picadero de Maó, donde una veintena de británicos se reunieron para seguir la esperada boda del Príncipe Guillermo de Inglaterra y la ya princesa Catalina, a los que la reina Isabel II les ha concedido el título de duques de Cambridge.
La jornada se inició a las 11 horas en el local, engalanado para la ocasión con numerosos banderines británicos y cuyos camareros lucían bombines de purpurina azul, roja y blanca. Las servilletas y los vasos también destacaban por sus motivos patrióticos y cada una de las mesas contaba con un mapa en el que se especificaba el recorrido de la comitiva real. Un menú especial se preparaba en la cocina mientras los asistentes seguían con atención y sin grandes aspavientos la denominada "boda del siglo".
El Vestido de la novia
El traje de Catalina, de color marfil y diseñado por la británica Sarah Button, era uno de los secretos mejor guardados del enlace. Un murmullo de emoción se dejó sentir en el restaurante mahonés pocos minutos después de las 12 horas, momento en el que Kate Middleton llegó a la abadía londinense acompañada por su padre.
El misterio se había desvelado y los británicos asentían con aprobación. "Está guapísima. Me gusta sobre todo porque el vestido es muy sencillo", exclamó Chely Fox que, a pesar de ser de origen australiano y de llevar 35 años residiendo en Menorca, vivió con ilusión la ceremonia acompañada por su marido, nacido en Londres, y su suegra, que se encuentra estos días de visita en Menorca.
Las alabanzas al atuendo de Kate Middleton evidenciaron una vez más la gran aceptación con la que los ciudadanos del Reino Unido han acogido a la ya esposa del heredero de la corona de Inglaterra. "Me ha encantado el traje de novia, es precioso y el velo tiene un estilo antiguo muy bonito. Además, Catalina parece una chica muy sencilla y el Príncipe Guillermo es también un chico diferente, sobre todo gracias a la influencia de su madre, Diana de Gales", apuntó Janine Davis, residente en Manchester y veraneante habitual en Menorca desde hace 40 años.
La entrada de la novia en la abadía de Westminster, donde la esperaba el Príncipe Guillermo vistiendo el uniforme rojo de la Guardia Montada irlandesa, conmovió a muchos de los presentes en El Picadero, algunos de los cuales no pudieron evitar las lágrimas. "Reconozco que he llorado un poco cuando Kate ha entrado con su padre. Se notaba que estaba algo asustada pero al mismo tiempo transmitía mucha calma", subrayó Davis.
Complicidad
Las miradas y los gestos de complicidad que se dedicó la pareja durante la ceremonia también fueron muy comentados entre los británicos. "Parece que se quieren de verdad, los gestos que se hacían han sido muy emocionantes porque daban a entender que están muy enamorados", comentó Fox.
Algunas risas nerviosas resonaron en el restaurante en el momento en que el Príncipe Guillermo se encontró con ciertas dificultades al colocar el anillo a su esposa. La anécdota no enturbió el enlace, que discurrió con normalidad y que tuvo su momento culminante cuando los recién casados se dieron el beso en el balcón de Buckhingham.