La Confederación Española de Organizaciones de Mayores (CEOMA) otorgó ayer a la Residencia de Ancianos de Es Mercadal la acreditación como centro libre de sujeciones. Esto significa eliminar el uso de sujeciones físicas de la práctica asistencial de las residencias.
El Programa Desatar ha desarrollado un sistema de acreditación que pone el foco en el mérito de erradicar todas las sujeciones físicas de un centro y mantenerse libre de forma indefinida. El acto celebrado ayer de acreditación contó con la presencia del fundador del programa. Antonio Burgueño Torijano es médico especialista en medicina preventiva y salud. Desde prácticamente sus inicios trabaja en el Hospital Universitario Gregorio Marañón. El programa que dirige cumple este año su décimo aniversario.
¿Cómo surgió el programa Desatar?
Surge de la base de datos sobre la prevalencia de uso de sujeciones físicas en España y otros países. Una comparación que nos sitúa en el numero 1 del ránking. Esto nos hizo pensar y empezamos a investigar las razones de tan elevado uso de sujeciones. Los primeros años fueron de investigación, hasta que en estos últimos tres años hemos empezado a contabilizar centros libres de sujeciones. Suman ya 28 los centros acreditados. Hay una tendencia de ir sumando centros, lo que demuestra que es posible cuidar sin atar. Esta práctica no implica un mayor coste ni un incremento de plantilla. Son solo aspectos organizativos y estrategias lo que dan las respuestas. Queremos cambiar la realidad que hemos heredado de la historia y avanzar hacia un país entero libre de sujeciones.
¿Qué factores propician que España se sitúe en el primer eslabón del ránking mundial en el uso de sujeciones?
Vivimos en un contexto cultural de sobreproteccionismo. En este contexto, se abusa de las sujeciones físicas porque a éstas se les atribuye una capacidad de proteger. Pero estas personas sufren un deterioro a raíz de la sujeción, por lo que el efecto es peor que cualquier accidente fortuito. Debemos convencernos de que sobreproteger tiene un precio. Para proteger debemos dejar a una persona inmovilizada, y eso le afectará no solo físicamente sino también en lo que se refiere a la dignidad y calidad de vida.
¿Cuándo hablamos de atar, sujetar, ¿A qué nos referimos?
Hay la sujeción física que es la de atar con cinturones, muñequeras o arneses, entre otros. Y la química o farmacológica que también busca reprimir la conducta mediante un fármaco. Cuando apostamos por eliminar sujeciones físicas también incidimos en erradicar estos fármacos.
¿Es difícil para las residencias poner en marcha este cambio de hábitos?
Todo cambio requiere tiempo y cuesta. Se hace a regañadientes, en un principio. Pero es aquello de ver para creer. Proponemos a los centros que asuman el reto de no aplicar más sujeciones e ir retirando las existentes. Una vez libre de sujeciones es cuando se lo empiezan a creer. Es fundamental que las familias entiendan que si un centro quiere evitar las sujeciones es por su bien. Deben aceptar cierto grado de riesgo por esta apuesta. También es cierto que muchas veces la sujeciones se usan no para prevenir una caída sino para buscar la seguridad propia. No es para que la persona no se caiga sino para que a ti no se te caiga. Por eso, sin sujeciones hay que ser imaginativo, creativo y tener conocimiento para buscar soluciones para cada usuario.
¿Cuáles son los beneficios?
Descubren que los usuarios no están menos seguros, no se caen más ni peor, los mayores están mucho más tranquilos porque las sujeciones causan agitación sobre todo en personas con demencia. Los centros son mucho más pacíficos, tranquilos, agradables y amables.
Supongo que lo que más temen las familias son las caídas. ¿Cuáles son los principales mitos entorno a esta nueva práctica?
Este es el gran mito, las caídas. Pero hay que entender que prevenir caídas usando sujeciones físicas es incongruente porque éstas aumentan el riesgo de caídas. Un inmovilizado pierde la capacidad mínima de mantenerse estable, pierde el control y la fuerza. Lo que hay que temer no son las caídas sino sus consecuencias. Y con sujeciones físicas las consecuencias son mayores. Es cierto que estar libre de ataduras es un riesgo pero la vida implica riesgo.
¿Qué efectos tienen sobre el enfermo las ataduras?
En lo que se refiere a los efectos psicológicos, lo primero que siente una persona sometida a sujeción es miedo. Tiene la sensación de perder el control de su vida, la dignidad, la autoestima y la calidad de vida. La sujeción va además encaminada a malas prácticas asistenciales. Muchos reaccionan con hostilidad, un comportamiento desencadenado de la sujeción. Finalmente ceden, pierden la razón de ser y se convierten en una planta que solo vas regando un poquito diariamente para que se sostenga. Respecto a los efectos físicos, aparecen infecciones pulmonares, urinarias, riesgo de caídas por atrofia muscular, disminuye el gasto cardíaco y pérdida de masa ósea u osteoporosis, entre muchos otros efectos.
Háblenos de la Residencia de Ancianos de Es Mercadal.
Es un centro tremendamente humano, doméstico, de andar por casa. Es llamativo encontrar un centro con estas características. Esta cercanía familiar hace que sea más fácil sensibilizar a los profesionales en este aspecto porque es una apuesta de mejora para los mayores. Con una mínima formación a los profesionales y una charla a los familiares para que entendieran el proyecto se autoconvencieron. Este tipo de centros es por el que apuestan a día de hoy los países nórdicos. Son el futuro. En España, la prevalencia de sujeciones se sitúa en torno al 22 por ciento. Originariamente, en Es Mercadal la prevalencia superaba la media nacional. De 19 usuarios había seis o siete con uso de sujeciones. Ahora el porcentaje es del cero por cien.
¿Existen en la Isla otros centros en fase de aplicación del programa?
La información que tengo es indirecta. Pero me consta que en el Centro del Consell, de Maó, el uso de sujeciones es casi inexistente. No obstante, aún no lo han erradicado totalmente, que es el gran objetivo del programa Desatar. Igual ocurre con el Geriátrico municipal de Ciutadella.