El Col·legi Oficial d'Arquitectes de les Illes Balears organizó el viernes una charla a cargo de Llàtzer Moix, titulada "Los excesos arquitectónicos post-Guggenheim", enmarcada en el ciclo "Monteys-Montaner-Moix. Los que escriben de arquitectura".
Llàtzer Moix (Sabadell, 1955) es licenciado en Ciencias de la Información. Trabajó en Catalunya-Express, El Correo Catalán, Televisión Española y durante veinte años fue el responsable de la información cultural en La Vanguardia. Actualmente es el redactor jefe adjunto al director en este mismo rotativo, además de editorialista, columnista y crítico de arquitectura, y es profesor de la Universitat de Girona. Ha publicado libros sobre arquitectura, escritores y creadores plásticos. Entre ellos están "Mariscal", "La ciudad de los arquitectos" o "Arquitectura milagrosa".
En 2010 publicó usted un libro sobre la arquitectura de los últimos años.
"Arquitectura milagrosa" (Anagrama, 2010) es un análisis de los excesos cometidos en España después de la construcción del Guggenheim de Bilbao, que fue una operación de mucho éxito y que hizo que muchas ciudades pensaran que era muy fácil y quisieran abarcar más de lo que podían.
Parece claro que uno de los causantes de la crisis es la burbuja inmobiliaria, los excesos del sector...
Tanto como ser responsable de la crisis, no. La crisis tiene unos causantes que probablemente ni conozco, pero que probablemente no son arquitectos, directamente. Pero es cierto que en determinadas ciudades se han hecho operaciones que no se midieron ni calcularon bien, y que por lo tanto han dado malos resultados. Es evidente que puede haber dos causantes, unos son los políticos, que en un momento determinado pensaron que era imprescindible o prioritario crear una ciudad de la cultura o un teatro de la ópera muy grande, generalmente sin estudios previos y sin saber muchas veces muy bien lo que querían. Tan sólo sabían que querían un edificio muy grande y muy simbólico, que se constituyera en un atractivo para el turismo, para que viniera más gente y que diera dinero. Luego, evidentemente, los que hacían de cliente, y que no lo hicieron bien, también tienen una parte de responsabilidad. En otras ocasiones fueron determinados arquitectos, los llamados 'star architects' o arquitectos estrella, que trabajan más pensando en la forma final que no en la función, ni en el sentido, ni en la rentabilidad del edificio. Es aquello que, y aunque esto no sea un delito, el código penal llama cómplice o colaborador necesario.
¿Cuál es el problema de las ciudades hoy día?
Hay muchos, derivados todos ellos de cosas tan simples como el paso del tiempo y de las costumbres que conlleva. Pero si hubiera que dar una respuesta estrictamente arquitectónica, durante estos años se ha pensado que el cambio para hacer que la ciudad ascendiera de categoría se podía conseguir fácilmente recurriendo a un arquitecto estrella, que hiciera una pieza como el Guggenheim. Esto se ha revelado, en muchos casos, como un procedimiento erróneo. En cambio, es evidente que las ciudades tienen muchos problemas que resolver, porque la sociedad es cambiante. Problemas de toda índole. Por ejemplo, la adecuación de los edificios y de su funcionamiento a partir de unas necesidades ecológicas, como no gastar energía, ni de forma activa ni pasiva; u otros aspectos de tipo social, como hacer que la ciudad y sus viviendas estén adaptadas no al modelo estándar de las familias, de dos padres con dos hijos, sino pensando también en los pisos para estudiantes, para inmigrantes, para gente que vive sola. Los problemas de la ciudad son muchos, motivados por la adaptación a las nuevas necesidades y a los nuevos tiempos.
¿Cómo casan las energías renovables con la arquitectura?
El tema de las energías renovables es relativamente difícil. Hay lugares donde se pueden poner placas, pero otras energías como la eólica, son de más complicada aplicación. Entre otros motivos, porque los volúmenes de producción son relativamente pequeños para lo que son las necesidades. Cuando me refiero a políticas activas o pasivas, no se trata tanto de un tema de consumo sino de evitarlo. Construir unas viviendas bien aisladas, trabajar los cristales dobles, que el ciclo de consumo energético sea razonable, que pueda haber reaprovechamientos en diferentes fases del ciclo. Poco a poco vamos aprendiendo, aunque no sé si será fácil aplicarlo inmediatamente.
¿Se respeta el tema de las zonas verdes en las ciudades? Se presupone que el ordenamiento urbano debe fijar unos mínimos.
Esto va como va. Es una cuestión de épocas. Se dice todo diciendo que en una ciudad como Barcelona el Parc de la Ciutadella es el parque más grande que hay. Sí que está la sierra del litoral y Collserola, que es un terreno con una reserva virgen importante. Pero de todos modos, aquí, en España, el tema del paisajismo y del arquitecto paisajista no tienen tradición, como sí la tienen en el mundo anglosajón. Aquí empieza a existir, en cierto modo, condicionado por el crecimiento. Se nota mucho en la área metropolitana de Barcelona. El hecho de que la ciudad mayor crezca y que las ciudades dormitorio de al lado también lo hagan, va creando unos espacios entre medias que se hace complicado llenarlos de viviendas. Es así como el tema de los parques está empezándose a tratar. Lo que sí es difícil es incorporar parques a ciudades hechas, porque no puedes decirle al propietario de una manzana que lo derribe y que allí irá una zona verde. Pero en los espacios que se están urbanizando ahora, de un modo bastante natural, van surgiendo estos espacios verdes urbanos. Poco a poco la concienciación verde va cuajando.
Parece que hay mayor concienciación. Cada vez se tiende más a lo peatonal, a la bicicleta...
Es una costumbre en determinados países, que incluso tienen condiciones climatológicas más adversas que nosotros. Son países relativamente pequeños, con trayectos que se adecuan más a este tipo de transporte. Pero aquí hace unos quince años que hubo un 'boom', con lo de las bicicletas de montaña, que surgió cuando el mundo de las bicicletas estaba hundido, y se regeneró el interés de la gente por este medio. Se convirtió en un transporte alternativo, incluso en las grandes ciudades, por lo de la capa de ozono, las emisiones excesivas por los combustibles. Las generaciones más adultas no lo tenían tan en cuenta, pero los más jóvenes están más concienciados con todo esto. Y yo creo que irá al alza.
¿Ha habido mala praxis en el sector?
En ciudades como Valencia o Santiago, que son posiblemente los dos casos más extremos, estamos viendo como se piden responsabilidades a arquitectos. Incluso en aquellas en las que se reclama parte de los gastos que han generado algunos edificios, que en algunos casos puede haber sobrepasado cinco veces el presupuesto inicial. O más. En Valencia, el presupuesto inicial de la Ciudad de las Artes y las Ciencias está siete veces por encima del presupuesto que se fijó. Por lo tanto, sí, hay administraciones que incluso, quizá por el hecho de que están abrumadas por las facturas que tienen que pagar, están intentando repartir las cargas que están teniendo.
¿Cómo se puede solucionar este caos?
Yo creo que es cuestión de tiempo. Es la única receta posible. Durante un tiempo se ha crecido a una velocidad excesiva. Y eso se puede hacer durante un tiempo determinado, pero cuando se llega al colapso, o cuando no tienes los recursos que esperabas tener, porque estas construcciones no te han dado los frutos que pensabas y hay la situación de crisis que hay, lo que no puedes hacer es esperar un milagro. Hay que pensar que lo que se ha crecido en tres años habrá que digerirlo durante otros diez. No hay otra. A no ser que venga un señor ruso y te compre una ciudad entera y la haga funcionar de un modo irreal. Pero hay que ser muy valiente para meterse en algo así. La Ciudad de las Artes y las Ciencias lleva un déficit de explotación de 700 millones de euros. Es decir, la diferencia entre lo que ha costado y los ingresos que ha generado es una brutalidad. No hay nadie, por atrevido que sea, que entre en un negocio de este tipo. El dinero, gestionado desde el sector privado, difícilmente se gestionaría con la alegría y la inconsciencia con la que se ha hecho desde el sector público estos últimos años.
¿Cómo se gestiona el excedente de viviendas?
En España se habla de 700.000 u 800.000 viviendas nuevas y vacías. Es el resultado del 'boom' de la construcción, que se vio que daba una alta rentabilidad y todo el mundo se metió en el sector de la construcción. Y el resultado es que tenemos construcciones de muy baja calidad, y en sitios a donde nadie quiere ir a vivir. Este problema requerirá también de tiempo, en la medida en que la situación se estabilice.