Lo de Caroline Pinnell con Menorca se puede decir que fue algo así como un flechazo. Por una parte, la Isla y su naturaleza le engancharon nada más pisar tierra; por la otra, encontrar el amor fue el factor definitivo para que emprendiera una nueva vida lejos de su lugar de nacimiento. Llegó aquí sabiendo más bien poco del lugar, solo tenía algunas referencias de Mallorca que le habían contado algunos amigos... «Por suerte elegí Menorca», confiesa, el lugar donde ha formado una familia y dice sentirse feliz: «Me enamoré y me quedé».
Zimbabue, Inglaterra, Málaga y Menorca... ¿Cómo fue el camino que le trajo hasta aquí?
— Había trabajado un año antes en Ibiza, un lugar mucho más marchoso, cuando aún estudiaba, pero al verano siguiente me decanté por Menorca para trabajar como guía turística, un destino muchísimo más tranquilo. También me habían ofrecido la oportunidad de ir a las Islas Canarias, pero hablando con otras personas me recomendaron que viniera aquí, que encajaba mucho mejor con mi forma de ser. Por suerte dije que no a Canarias y elegí Menorca como destino. Así fue como conocí al que ahora es mi marido, Carlos, que es de Ciutadella. Cuando acabó la temporada, fui a pasar el invierno a Tenerife, pero luego regresé para quedarme. Y aquí estoy.
¿Cuándo abandonó Zimbabue y por qué?
— En un momento dado, con el cambio de gobierno, la familia nos trasladamos a Inglaterra. Tenía ocho años y fue un gran cambio. La vida en Zimbabue, que es muy exterior, más libre, y luego en Inglaterra todo era lluvia, lluvia y lluvia.
Su familia es de origen inglés. ¿Fue casual que naciera en ese país africano?
— Todos en mi familia son muy viajeros. Mi madre con dos años se fue a vivir a Egipto porque su padre era militar, y a los 16 años llegaron a Zimbabue. Mi padre, también de muy joven se fue como policía a Palestina, y de ahí lo destinaron a lo que antes era Rodesia. Ellos se conocieron en Zimbabue, y allí nací y viví hasta que se produjo el cambio de gobierno, la familia decidió que era el momento de empezar a pensar en abandonar el país.
¿Se refiere a la entrada en el poder del todavía actual Robert Mugabe?
— Sí en 1984. Pero antes de salir del país nos mudamos a las montañas, donde vivimos de forma autosuficiente en el bosque. Fue una experiencia fantástica, viviendo en plena naturaleza. Recuerdo las excursiones en caballo para ir a buscar el correo; nosotros no teníamos granja, pero conseguíamos los alimentos básicos. Durante aquella temporada nos fuimos al colegio, era mi madre la que se encargaba de enseñarnos todo. Luego nos seguimos formando en Inglaterra.
¿Qué recuerdos tiene de su vida en Zimbabue?
— Fue una auténtica pasada. Después de abandonar el país, cuando cumplí los ocho años, solíamos volver cada año de visita para pasar tres meses en verano. Así que también tengo algunos recuerdos más recientes.
¿Sigue regresando todavía al país en que nació?
— No, no desde que vivo en Menorca. Mi marido aún no lo conoce. Luego todo se complicó un poco a nivel político y social, con problemas de abastecimiento. Esperábamos a que mejorara la cosa, pero al contrario, ha ido empeorando cada año... Me encantaría que me hija Olivia conociera el país. Es algo pendiente, me gustaría hacerlo por mi cuarenta cumpleaños. Aunque la gente ya me advierte que me va sorprender si vuelvo con la imagen y la idea que recuerdo del país.
¿Está pendiente de la actualidad de su país natal?
— Sí. En la actualidad sigue el mismo presidente desde 1984. Aún tengo familia allí. Mi hermano se fue hace poco, se ha mudado a Inglaterra; y mi hermana lo dejó ya hace años y actualmente vive en Francia.
¿Hay conflicto racial como ha sucedido en otras antiguas colonias?
— No, creo que no. Zimbabue no es como Sudáfrica. El problema actualmente es el gobierno y sus militantes, pero la gente se lleva bien. Nunca hubo ningún problema en nuestro caso siempre convivimos muy bien. Cuando vivíamos allí era un país tranquilo y seguro.
Sin embargo, las expropiaciones a los granjeros blancos siempre han sido motivo de polémica, la última de ellas en el año 2000...
— A mi hermano le ocurrió, le quitaron todo. Tenía una granja pequeña, en la que hacía pruebas para cultivar plantas más resientes a la falta de agua, y una empresa de excavaciones. Todo s los equipamientos que trajo desde Estados Unidos se lo quitaron. Por eso se fue a vivir a Inglaterra, lo tuvo que dejar todo.
La población blanca representaba en 1975 el 4,5 por ciento , ahora solo el 0,2 por ciento... Un descenso muy significativo.
— A veces me pregunto cómo mi familia y algunos amigos pueden seguir viviendo allí...
Turísticamente es un país muy potente. Véndanos Zimbabue como destino.
— Es un gran destino turístico. Antes de venir aquí quería montar allí un golf-safari, ya que antes de Menorca otra etapa de mi vida la viví en Málaga, y allí me aficioné a ese deporte. Los campos de golf de Zimbabue son impresionantes, como los de Andalucía, pero mucho más baratos; con el cambio de divisas salían precios muy atractivos y además se puede comer de lujo. Hice números, pero al final todo quedó en un proyecto. Ya no es lo que era, ahora en los campos de golf hay gallinas. A nivel turístico, los safaris son espectaculares, y luego están las cataratas Victoria, que son su principal atractivo turístico.
Y de Zimbabue, a Inglaterra. ¿Fue un cambio muy brusco?
— Sí, nos instalamos a un pueblo muy tranquilo y bonito, en Cornualles. Pero fue un cambio muy brusco. Gracias al trabajo de mi padre, que estaba en el servicio de inteligencia, pudimos salir de Zimbabue bien, porque mucha gente que lo tuvo que dejar todo sí que lo tuvieron más difícil. El primer año la familia montó un bed and breakfast una vez que se retiró. Lo peor de todo era el tiempo, que siempre estaba lloviendo, y por eso acabamos en Málaga.
¿Qué sensaciones le produjo la llegada a Menorca?
— Muy buenas. Lo que ofrece la Isla me encantó enseguida, su parte natural. También ayudó que conociera a Carlos, mi marido. Me sentí muy buen acogida.
¿Qué es lo que más le gusta de vivir aquí?
— Supongo que lo que dicen todos, la tranquilidad. Suena tópico, pero es verdad. Especialmente si tienes niños es un buen sitio.
Y si hay algo con lo que no está tan contenta, ¿qué es?
— Las conexiones áreas. Para mi trabajo es un problema, y para la familia, que nos gusta viajar, también. Tengo muchos clientes que les encantan las casas que les alquilo, pero se echan atrás cuando comienzan a mirar lo vuelos. Al final siempre les resulta más fácil ir a Mallorca. Pero más que la falta de vuelos, el problema para muchos turistas es el precio. Profesionalmente es muy frustrante. Este es el primer año que en junio tengo bastante semanas vacías de reservas. Mi principal cliente es el inglés, y he decir que algunos alquilan con mucha antelación, incluso tenemos una reserva para 2018, aunque no es muy común.
Pero el alquiler vacacional no es el único trabajo que desempeña. ¿Cierto?
— Sí, también regentamos algunos negocios de restauración en la familia.
Decía antes que la naturaleza es un factor muy importante para vivir en un sitio... ¿Cuál es su rincón favorito de la Isla?
— Muchos... Me gusta mucho pasear por el Camí de Cavalls. Quizás Es Talaier o La Vall. Me gusta ir con mi hija y amigos en verano a pasar la noche a la playa y dormir en un saco.
Su hija, Olivia, es menorquina. ¿Cómo se arreglan con el tema de la lengua?
— Olivia y yo siempre hablamos en inglés; con su padre empezó en castellano y ahora lo mezclan con el menorquín. Y Carlos y yo en castellano.
Olivia es conocida por ser la promotora de la Ecotravesía, actividad solidaria que el pasado fin de semana celebró su segunda y exitosa edición... ¿Cómo nació la idea?
— Sí. Lo que ocurre es que algunas de las casas que alquilamos incluyen nuestros kayaks como incentivo. Un día Olivia me dijo que no es justo que no los podamos utilizar en verano. Así que le propuse en vez de comprar uno construir el nuestro propio. Así lo hicimos, y luego añadimos la parte solidaria con la colaboración de patrocinadores de la travesía y montamos una página web. Pensamos que la lucha contra el cáncer era una buena causa para destinar los fondos. La cosa ha funcionado muy bien, y creo que habrá una tercera edición.