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Gonzalo, la historia de un chico que ha afrontado la transexualidad

Llevaba 17 años sintiéndose «extraño» pero no sabía por qué. Hace seis meses consiguió poner nombre a lo que sentía desde que era niño: es un chico transexual

Gonzalo es alumno del IES Joan Ramis i Ramis de Maó centro del que tanto él como su madre destacan el apoyo recibido. El miedo a enfrentarse al qué dirán se convirtió en una enorme satisfacción. | Gemma Andreu

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Feliz y con el sueño de su vida realizándose. Así es como podríamos definir el sentir de Gonzalo Chillón, un chico de Maó que, a sus 17 años, ha conseguido expresar algo que llevaba dentro desde muy pequeñito. Hace apenas medio año que supo poner nombre a una «sensación extraña» que tenía «desde siempre y que no sabía lo que era». En abril Gonzalo confesó a su madre que le gustaban las chicas. «¿Eres lesbiana?», le preguntó su progenitora. «No, soy un hombre», contestó él.

Fue así como Silvia Montero descubrió que no tenía dos hijas, sino un niño y una niña, a Gonzalo y a su hermana Marta, de 16 años. Descubrió que Gonzalo es un chico trans. Transexual. Que a pesar de tener cuerpo de mujer, en realidad es un hombre.

«Yo sabía que algo pasaba, pensaba que era lesbiana, porque él siempre se había sentido diferente. Pero nunca había dicho nada. Hasta abril», cuenta Silvia, recordando como, desde pequeño, Gonzalo «intentaba orinar de pie y el pediatra me decía que no pasaba nada, que era una fase. Pero fue creciendo y fui pensando que era lesbiana», insiste.

Después de haber dicho cómo se sentía, Gonzalo lo pasó mal. «Al principio pedía perdón por ser así, sentía que estaba fallando a mi madre», admite él, aunque asegura que su confesión le ha traído el mayor de los alivios. «Ahora me siento un chico normal. Es lo mejor de todo. Se está cumpliendo mi sueño».

Infancia feliz

«Siempre, desde pequeño, me he identificado con los niños. Siempre que había que disfrazarse quería ser el personaje masculino», recuerda. Y «a partir de quinto de Primaria me dejé crecer el pelo y empecé a vestir más femenino para intentar encajar, y en ESO también». Pero no se sentía bien. «Siempre iba con tejanos y sudaderas, con ropa unisex, y con el pelo largo pero recogido». Y añade que «siempre llevaba sujetadores deportivos (y de dos tallas menos que le provocaban hasta heridas, según su madre) para disimular más el pecho».

Gonzalo no era feliz. Podríamos decir que estaba acomplejado. «Estos últimos cinco años no fui a la playa, y cuando íbamos a la piscina de mis primas, nunca me bañaba, no quería llevar bikini», cuenta. Y es que «para mí, eso era vejatorio».

Lo peor de todo llegó con la pubertad. «Al principio me conformé con cortarme el pelo y la ropa unisex, pero me vino la regla», recuerda. «Aparte de los cambios hormonales, no me sentía bien por tener el periodo». Fueron los peores momentos.

A pesar de eso, asegura Gonzalo que «mi infancia fue feliz» y no le molesta, eso sí, en la intimidad de la familia, recordar todo lo vivido.

Proceso

Decirlo en casa fue el primer paso, pero quedaba, quizá, lo más difícil de todo, decirlo al mundo, porque no lo sabían ni sus mejores amigos, lo había llevado en silencio. Para ello contaron con la ayuda de la asociación Chrysallis, que les ha ayudado enormemente y les ha orientado en cada paso.

El siguiente objetivo era comunicarlo en el instituto, con todos los miedos y las «dudas» ante la reacción de sus compañeros. Y con el centro informado, el día que se iba a explicar el tema a los alumnos «la profesora me hizo ir a clase dos horas más tarde, para contarlo y poner algunos vídeos», cuenta el joven, quien confiesa que «en el camino desde la entrada del instituto hasta la clase estuve muy nervioso». De hecho, su mejor amiga, Antonina, informada del tema dos semanas antes, le acompañó en ese recorrido interminable hasta el aula. Sería su presentación en sociedad como Gonzalo. Sería la primera vez que sus compañeros vieran al hombre que es Gonzalo. «Me costó dar el paso de cortarme el pelo, por el miedo de salir de la zona de confort». Era el temor a mostrarse tal y como se sentía. Tal y como es.

La acogida en clase fue perfecta. De hecho, tanto Gonzalo como Silvia se muestran muy contentos por cómo la situación se ha recibido como algo completamente normal. «Cuando entré en clase fue como otro día cualquiera. Llegué y nos pusimos a dar matemáticas, y la profesora ya me llamó Gonzalo, y mis compañeros también», dice, aliviado, al comprobar que todos han mostrado un interés «sincero, sin morbo».

Tratamiento

Al poco de contarlo, Gonzalo ya iba a Palma para visitar al endocrino, en Son Espases, y ya lleva meses inyectándose testosterona. «Me estoy hormonando y estoy en lista de espera para una mastectomía masculinizante. Y luego, cuando llevas dos años de testosterona, puedes hacerte el vaciado, si quieres», dice él, a lo que su madre añade que «la testosterona atrofia los órganos femeninos».

La hormonación no ha sido fácil. «Los dos o tres primeros meses estás más nervioso, de peor humor. Lo acabas de decir y tienes miedo por lo que dirán, y esperas una reacción inmediata, te molesta que se equivoquen con tu nombre», admite él. Y a todo eso, hay que añadirle el cambio hormonal, con los efectos que tiene en los estados de ánimo, y la molestia, por ejemplo, de llevar una camiseta compresora para disimular el pecho.

Tanto Silvia como su hijo están muy contentos por «el trato recibido por todos los profesionales, no hemos encontrado ninguna pega y todos nos han dado todo el apoyo». Es más, aseguran que «es como si fuera algo totalmente normalizado, no nos hemos sentido extraños», dicen, agradecidos.

Ahora, Gonzalo desea dar a conocer su experiencia, porque hay que normalizar estos casos. «Me arrepiento de no haber dicho antes que era un chico trans, y a quien pueda leer esto y esté en mi situación le diría que no espere. Hay una cosa que son los bloqueadores o inhibidores y me podría haber evitado llevar una camiseta compresora o tener el periodo, y las chicas pueden evitar el cambio de voz o que les salga pelo», concluye, orgulloso de ser, por fin, quien siempre ha querido ser.

«Ahora vamos con la ley en la mano»

Las casualidades existen. Si no, que se lo pregunten a Silvia. «Fue decir Gonzalo que era transexual, y a la semana se aprobó en el Parlament la ley LGTBI», la ley 8/2016 de 30 de mayo, para garantizar los derechos de lesbianas, gays, trans, bisexuales e intersexuales y para erradicar la LGTBI fobia. Algo que les ha allanado el camino de una forma extraordinaria.

«Antes, sin un informe psicológico no podías hacer nada, ni el cambio de tarjeta sanitaria ni de DNI (que están en trámites), ni en el GestIB (que ya está actualizado)... Porque trataban a los transexuales como enfermos mentales», lamenta la madre. «Había que tener un diagnóstico de disforia de género. Pero, gracias a Dios, eso, hoy, ya no pasa». Y es que ahora, con esta ley, «las personas trans tienen derecho a apoyo psicológico, pero no es obligatorio».

A pesar de esto, tanto Gonzalo, como su hermana, como su madre, han pasado por las manos de un psicólogo. «Hemos ido para estar tranquilos. Yo necesitaba hablarlo con alguien y fuimos dos veces y la psicóloga nos dijo que no hacía falta que fuéramos más, que teníamos las ideas muy claras».

Y sobre cómo afectó a su hermana, asegura que ha ido «sorprendentemente muy bien, a pesar de que las dos eran uña y carne, compartían habitación y, de pronto él dijo que se llamaba Gonzalo y Marta perdió a su hermana, entre comillas, y ha ganado un hermano y una habitación para ella sola». Y afirma que la pequeña de la casa le dijo que lo entendía «si era por el bien de Gonzalo».

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