Sonia es una de las once empleadas del servicio de limpieza del Aeropuerto de Menorca. Tiene 46 años y vive sola con dos hijos a su cargo. Cada día se levanta para ganarse el sueldo, menos de 900 euros mensuales, pero la empresa concesionaria, Klüh Linaer, no cumple. A día 14 de abril, en plena Semana Santa, todavía no ha cobrado el mes de marzo, una situación que se repite desde hace dos años y medio. Mientras trabaja pesan sobre sus espaldas avisos de corte de luz y advertencias del propietario de su vivienda, que le reclama el pago del alquiler. Pero explica que le pesa mucho más «tener la nevera vacía», «no poder comprar fruta», «no tener qué ponerle a mi hijo en el bocadillo».
Es un ejemplo de la dramática situación que denuncian las limpiadoras del aeropuerto menorquín: «Aquí hay gente que está pasando hambre», explica la delegada de las trabajadoras, María Dolores Rivas. Alquileres sin pagar, la paciencia de las amistades al límite e incluso serios problemas para comprar la tarjeta de autobús para llegar al trabajo. Es la triste realidad de profesionales que ven como «cada vez se nos exige más». Jornadas cada vez más reducidas, plantillas cada vez más ajustadas y el mismo problema de siempre. Sueldos bajos que cobran a destiempo.