Una reflexión sobre identidad (qué somos, de dónde venimos y adónde vamos), el recuerdo al pacto político que permitió alumbrar el Consell, satisfacción por el camino recorrido, un guiño a los 25 años de la reserva de la biosfera, ligero apunte reivindicativo y un verso de autor local para tocar el sentimiento menorquín. Con esos ingredientes, los habituales de la ocasión, elaboró Susana Mora un primer discurso de Sant Antoni que, en general, sonó adecuado en el contexto institucional en que se celebraba.
Reapareció en la sala el Pacto del Toro de julio del 77, origen del camino político recorrido desde entonces porque «aquellos acuerdos tienen la fuerza de la unidad construida al poner énfasis en la suma y sordina a las diferencias», dijo. El Consell no fue una concesión sino «una conquista ganada con esfuerzo y convicción», explicó.
Huyó, como la ocasión aconseja, de la lectura partidista y repartió el mérito de lo avanzado, «mucho y bien» entre todos, «de manera colectiva», elogió antes de recordar con un enfoque universalista la obligatoria efemérides de la Conquista de Menorca hace 730 años por Alfonso el Liberal, «que trajo la lengua y la cultura que nos identifica. Somos quienes somos y somos como somos: diversos, plurales y con la mirada y las puertas al mundo», recordó.
Autonomía
Apuntados ambos antecedentes, el lejano de las tropas y el cercano del acuerdo político, «hoy podemos afirmar con orgullo que Menorca tiene el grado de autogobierno más alto de su historia. Nunca ha dependido Menorca tanto como hoy de ella misma», valoró la presidenta del Consell.
La reflexión la compensó de inmediato aludiendo a la responsabilidad que ese grado de autonomía implica, «el futuro de ninguna generación de menorquines ha dependido nunca tanto como hoy de las decisiones que sepamos adoptar, colectivamente, los menorquines», añadió.
Era el momento de introducir el elemento reivindicativo ante la presidenta del Govern, «porque necesitamos más capacidad de decisión, más recursos y más instrumentos para alcanzar nuevos hitos y retos», dicho todo ello con complicidad a la «presidenta Armengol, amiga Francina» para trabajar juntos.
Prometió defender con convicción las reivindicaciones legítimas «desde la lealtad», que «no es ni puede ser sinónimo de sumisión. Sino que es la máxima expresión de respeto de quien es y se siente respetado. Menorca es respetada porque es leal». Ese tono se contrajo enseguida, sin embargo, al matizar y reiterar que «nuestra legítima aspiración de más competencias y recursos no puede ser un subterfugio para huir de nuestras responsabilidades».
Se acordó de los jóvenes, para quienes «hemos de construir oportunidades» para no perder tanto talento y porque no se merecen tener que hacer el camino profesional fuera de su territorio. En este reto pidió la colaboración de la empresa y de toda la sociedad.
La deficiente financiación autonómica apareció al final al apuntalar el proyecto del Govern con la reclamación de «un régimen económico y fiscal que favorezca nuestras empresas», declaró en un guiño a la presidenta Armengol.