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Menorquins al món

Josep Huguet Pons: «He encontrado una sociedad abierta y amable»

Este profesor de Ferreries imparte clases de español a estudiantes de Turismo en China

El profesor menorquín en la Gran Muralla china, en la frontera norte

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Lugar y año de nacimiento

— Ferreries, 8 de marzo de 1978

Formación académica

— Magisterio de Música y Grado de Maestro en Inglés. Máster en Cardiff Metropolitan University para impartir inglés como segunda lengua.

Ocupación actual

— Profesor de Español en la Facultad de Ciencia y Tecnología en la Universidad de Ningbo

Reside en...

— Ningbo, China, desde octubre de 2017

Su objetivo es...

— Mejorar y seguir en la docencia

Ha comenzado su segundo curso lectivo como profesor de español en la Facultad de Ciencia y Tecnología de la Universidad de Ningbo, en la provincia de Zhejiang. Josep Huguet Pons poco se imaginaba que sus inquietudes profesionales le iban a llevar tan lejos, a orillas del Mar Oriental de la China. Aún hoy día en tiempos de la ‘aldea global', la cultura china sigue deparando sorpresas a los occidentales. Este ferreriense, que antes había estudiado en Cardiff, Reino Unido, y viajado por Filipinas y el sudeste asiático, reconoce que sus ideas preconcebidas sobre el gigante chino «no eran muy esperanzadoras». Afortunadamente, como suele suceder, los tópicos han dado paso a una realidad más positiva, «son gente muy interesante», opina de los chinos durante esta entrevista, realizada aprovechando unos días de vacaciones en Ferreries. Antes de dar el paso trabajó durante diez años como profesor de Primaria en el colegio Cormar de Maó, donde impartió clases de catalán y de música en inglés.

Llama la atención el salto, de maestro de música a China. ¿Cómo se produce?

—Empecé con la música pero el idioma inglés me ha gustado siempre. Pasé cuatro meses estudiando en Filipinas y allí obtuve el Ielts, el título de inglés necesario para acceder a la educación superior en Reino Unido. Ese año en el que viajé con mi pareja por Asia y el hecho de tener ya ese título me motivó. Aunque mi idea era ir a Inglaterra y regresar.

¿Y qué le hizo cambiar?

—Sabía que existía un convenio entre la Universidad de Ningbo y la UIB por el que los estudiantes de Turismo chinos vienen a Palma en el cuarto año de carrera. Era más fácil empezar como profesor de español que de inglés. En el departamento de Turismo de esta facultad –en el que ahora trabajo–, cuando llegué estaban empezando a implantar la enseñanza del español y les interesaban profesores nativos. Mis alumnos son de primer y segundo curso.

Hay mucho interés por el idioma y la cultura españolas en China, ¿pensaba que era así?

—Para nada, y la idea que tenía antes de llegar al país ha cambiado, he encontrado una sociedad abierta y amable, con personas interesantes, que en seguida te quieren ayudar, esa es mi experiencia. Algunos chinos todavía no están acostumbrados a ver un extranjero no asiático, se quedan mirándome, incluso muchos alumnos me lo dicen. Y eso que estamos a dos horas de Shanghai, que está lleno de turismo; un guarda de seguridad de un centro comercial en Ningbo me pidió hacerme una foto con él. Lo que me he dado cuenta es de las diferencias que tenemos en cuanto a las dimensiones, me dijeron que Ningbo era una ciudad pequeña, de ¡unos siete millones de habitantes! (más de siete en el área administrativa y 3,7 millones que viven en los seis distritos urbanos). El concepto grande-pequeño cambia, dos ciudades chinas como Shanghai y Pekin son como la población de toda España. Y aún queda el resto del país.

¿Qué les interesa a sus alumnos de nuestro país?

—Muchos no conocen nada, aún no saben dónde está en el mapa; a otros les suenan el Barça y el Real Madrid, y el bullfighting, los toros, y tienen la idea de que a todos nos gustan. Algunos son críticos, no les gusta cuando ven vídeos de toreo, porque tienen mucha conciencia contra el maltrato animal, veo alumnos que alimentan y cuidan, incluso llevan al veterinario, a perros callejeros. A otros sí les gusta el toreo, encuentran valiente que el hombre se ponga delante del toro. Intento explicar esas cosas sin emitir yo un juicio, lo más objetivamente posible. Esta pasada Navidad les expliqué las tradiciones de las fiestas, a mis alumnos de español les puse un vídeo con las doce campanadas y trajeron uvas para comerlas en clase. Como en cuarto curso estudiarán en Palma también les explico cosas de Balears, de Barcelona, Madrid y las principales ciudades españolas, sitios que visitar... Aunque hay que pensar que su idea es conocer distintos países de Europa.

No miden las distancias como nosotros...

—El año pasado vino mi hermano a visitarme con su familia y fuimos a Chengdu, que es donde se puede visitar la reserva de osos panda, cogimos un avión y fueron cuatro horas de vuelo dentro de China. Para ellos volar esas cuatro horas desde Mallorca es como hacer un vuelo doméstico en su país.

¿Cómo es su relación con los estudiantes?

—Disfruto mucho con mis alumnos. Desde el principio les dije que yo estoy abierto a todo, «a lo que me invitéis me apunto, quiero hacer cosas». Y en octubre viajé con dos alumnas a otra ciudad, también fueron otras dos horas de avión. Hasta ahora he podido conocer Chengdu, Xi'an –donde está el mausoleo de Qin Shi Huang y los famosos Guerreros de Terracota–, Pekín, Shanghai, Suzhou, Hangzhou, capital de la provincia de Zhejiang, curiosamente la zona del país de la que proceden muchos de los chinos que llegan a España e incluso a Italia. Dicen que porque tienen un espíritu más emprendedor y de negocios.

¿Qué salida profesional buscan sus alumnos de español?

—Es difícil de explicar, allí no hay un turismo extranjero como aquí, el 95 por ciento de los turistas son del propio país, son chinos. Así que muchos tampoco tienen la necesidad ni de aprender inglés, he encontrado algunos hoteles en los que no lo hablan. Su principal motivación es aprender el idioma para poder estudiar en España y luego yo creo que pueden encontrar trabajos en China, como intérpretes de empresarios españoles que van allí a hacer negocios, por ejemplo en ciudades como Yiwu, que está dedicada al comercio y la exportación completamente. Estos trabajos son de dos o tres días pero están muy bien pagados.

¿Hay más profesores extranjeros en la universidad?

—En la Universidad de Ningbo hay una profesora de español, que es de Málaga, quedamos para salir a veces, o hacer excursiones. También tienen convenio con una universidad francesa y tienen un grupo numeroso de profesores de francés. Juntos celebramos la cena de Navidad y el Fin de Año; hacemos un grupo, pero no de WhatsApp, porque allí no funciona. Tampoco Google o el Gmail.

¿No hay acceso a las redes sociales?

—No, no hay ni WhatsApp, ni Facebook, ni Twitter o Instagram. En China todo el mundo usa WeChat, que es una mezcla de Facebook, WhatsApp e Instagram en una misma aplicación. También usan QQ, otra aplicación de mensajería. Dicen que es una cuestión de control del gobierno.

¿Usted se siente libre en su trabajo?

—Yo tengo total libertad en mis clases. Y también siento que hay una seguridad ciudadana impresionante, que nadie vendrá a atracarme, me puedo olvidar una cosa en un sitio y nadie lo va a tocar aunque esté dos días.

China vive la contradicción, comunismo y crecimiento del consumo, es curioso.

—Sí, el consumo es impresionante. Tienen dinero y gastan mucho. La franja costera es la China rica, y el precio de la vivienda es parecido al que puede haber en España, pero la comida, si comes como ellos, es muy barata. El transporte es baratísimo, puedes coger un taxi, viajar 40 minutos y que te cueste cinco euros. Si recorres una línea de metro de Ningbo de punta a punta a lo mejor te cuesta un euro. Hay dos líneas y ahora están construyendo más.

En su caso, ¿le proporcionan alojamiento?

—Vivo en un piso, en una zona llena de edificios, el mío tiene 18 pisos y hay una hilera de como cinco o seis edificios uno al lado del otro, delante hay cinco o seis más... A lo mejor viven en estos bloques dos mil o tres mil personas. Es un alojamiento que paga la universidad, yo corro con los gastos de gas, luz, agua e internet. Normalmente cuando contratan a un profesor internacional ofrecen sueldo más vivienda.

Ahora ya es el cicerone de otros docentes que llegan a la ciudad.

—Sí, a veces vienen profesores de la escuela de hostelería de la UIB y me avisan. Yo me ofrezco para recibirles, salir, que puedan contar conmigo... A mí me recibieron dos profesoras chinas, con las que había contactado por mail, y fui aprendiendo mucho sobre la marcha, de lo que ves.

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