Una paret seca y unos pocos metros separan la casa de la familia Pons de la actividad que desarrolla el Club Hípic Haras del Mar, de reciente construcción en el Camí d'Algendar, junto a Sant Climent. Esta cercanía física ha motivado una distancia sideral en la relación entre ambos vecinos, una distancia que viene determinada por las molestias que padece esta familia desde que se empezó a instalar la actividad equina, con olores procedentes de los excrementos de los caballos, nubes de polvo que entran en su casa cuando soplan determinados vientos y el ruido de la megafonía, entre otras.
Esta mala convivencia se traduce en unas veinte denuncias en apenas dos años por parte de esta familia contra el club hípico ante distintas administraciones, puesto que defiende que, más allá de estas molestias, su construcción fue irregular, como actividad complementaria de una principal sobre la que tienen dudas (solo una pequeña extensión de forraje, expone), sin licencia de actividad, edificios no contemplados por la licencia de obras, en zona de servitud aeronáutica sin autorización, sin evaluar la repercusión en el acuífero... Siempre según su versión.
Pese a estas denuncias, no hay aún ninguna resolución administrativa contra el club hípico desde Ayuntamiento de Maó o Consell. La propiedad del centro equino defiende que no hay irregularidad ninguna, que la apertura es posible con el informe favorable del Departamento de Agricultura en cuanto que actividad complementaria, una versión que dan por buena fuentes de la Administración. Esta vía de la Ley Agraria quedó derogada hace unos años con el cambio de Govern, por lo que ahora la instalación requeriría una declaración de interés general, apuntan las mismas fuentes. Desde Haras del Mar defienden que todos sus permisos están en regla, que la actividad principal era además la cría de caballos, y que así lo ha demostrado en las numerosas ocasiones en que se lo ha requerido in situ la autoridad a raíz de las denuncias del vecino.
Este residente denuncia la pasividad de la Administración, en contraste con la inusitada celeridad con la que, a su entender, se tramitaron los permisos. Pese a ello, lo que más le inquieta es que el olor a caballo «es insoportable» y que la invasión periódica del polvo de las pistas (de alguna ha levantado incluso acta notarial) le obligan a costosas limpiezas en su hogar. El propio club hípico ha asumido la factura de algunas de éstas, pese a lo cual las relaciones entre ambas partes son de todo menos cordiales. Una discusión verbal acabó ya en los juzgados con una multa para el promotor del club.
Frente al vecino que reivindica su derecho a vivir sin molestias, un club hípico que le recuerda que se encuentra en suelo rústico, un privilegio en varios aspectos al que atribuye estas inconveniencias inherentes al campo, espacio que está concebido por ley para usos agrarios, ganaderos y similares, pero no para solo residir. Es más, las denuncias de la familia Pons han tenido ya respuesta con denuncias en sentido inverso desde el club hípico, informa su representante legal, por el hecho de entender que la vivienda está fuera de ordenación y con exceso de construcción. El abogado de este vecino lo niega tajantemente, pues tiene licencia.