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El producto local se cuela en hoteles, pero sin ser una apuesta generalizada

Imagen del bufete del hotel Artiem Carlos de Es Castell, preparado para sus clientes, con productos de proximidad y postres típicos de la Isla. | Gemma Andreu

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«Hace cuatro o cinco años no había nada, ahora vamos a más, pero queda mucho camino por recorrer». Este es el sentir general de las empresas de distribución de producto local de Menorca (tanto de carne como de frutas, verduras y hortalizas y también quesos) con respecto a la relación que existe con el sector hotelero. Durante años, ambos colectivos han vivido de espaldas el uno del otro, pese a existir potencial para lograr acuerdos. La hotelería no es la parte más importante del consumo pero, en cambio, mueve mucho volumen. Este sector concentra el 12 por ciento de todo lo que se consume en la Isla. Se come en ellos algo más de 10.400 toneladas de alimentos. El turista alojado en estos establecimientos demanda productos por valor de 26,9 millones, según el estudio de producción y flujos alimentarios de Menorca.

Los hoteles rurales, agroturismos y alojamientos de interior son los que mayor apuesta han hecho por el producto de kilómetro cero. El 90 por ciento de estos establecimientos ha introducido en sus cocinas este tipo de producto que da un valor añadido y calidad a su oferta. El mayor hándicap llega con los grandes hoteles cuyo volumen de material se convierte en un quebradero de cabeza para los productores locales. Además, algunas voces indican que las empresas menorquinas y también mallorquinas tienen mayor consciencia sobre ello. Se dificultan las relaciones cuando se trata de compañías cuya central de compras está ubicada en la Península.

Las empresas distribuidoras coinciden en asegurar que uno de los caballos de batalla estriba en el precio, ya que el producto que viene de fuera lo hace en unas condiciones «agresivas», apunta un distribuidor. Producir aquí es más caro, pero «nosotros reducimos margen y los hoteles ganan en discurso, consciencia, diferenciación, autenticidad e identidad» indica una cooperativa. Pero no es la única piedra en el zapato. El formato y las condiciones de distribución también han supuesto un alto en este camino. «Te hacer ser un proveedor nacional y nos vamos adaptando gracias a una colaboración mutua» agrega.

Algunas voces creen, incluso, que hay que dar otro paso y apostar por la transformación alimentaria. Los formatos cambian. Y si el sector hotelero necesita la patata cortada y pelada, hay que poderlo preparar y suministrar.

Empresas de distribución dedicadas exclusivamente a fruta y verdura son menos optimistas. Indican que el precio manda. Si por precio pueden elegir, se decantarán por el de proximidad. Pero si hay diferencias, no dudan. Miran precio y calidad. En momentos en que hay excedente de producto local, las distribuidoras no traen producto de fuera sino que dan salida al de aquí y tienen detectado que «se quejan menos pero en realidad tanto les da de donde proceda», aseveran. Siempre hay excepciones.

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