Lugar y año de nacimiento
— Maó, 27 de septiembre de 1948.
Profesión
— Instalador y pequeño empresario, ya jubilado, del sector eléctrico y comunicaciones.
Vive en...
— Es Castell, cuando no está en alguna de sus escapadas, que ahora son frecuentes.
Qué motivó su viaje
— Lo resume simplemente con un «me gusta ver mundo, conocer cosas».
Otros pasíses visitados:
— La lista es enorme. Portugal, Francia, Andorra, Reino Unido, Holanda, Alemania, Italia, Austria, Suiza, Croacia, Turquía, Grecia, Noruega, Sueca, Rusia. Se suman los países tocados con el último crucero, entre ellos Jordania, Omán, Dubai, India, Sri Lanka, Tailandia, Malasia, Indonesia, Australia, Nueva Zelanda, Marruecos, Brasil, Argentina, Uruguay, Chile, Islas Pitcairn, Polinesia y Singapur.
Comenzó 2019 embarcándose en Barcelona en el crucero de los grandes océanos, que le llevaría a atracar en puertos de veintiún países diferentes y a surcar, efectivamente, el Atlántico, el Pacífico, el Índico, el Mar Rojo y tanto de salida como de regreso, el Mar Mediterráneo. No era la primera vez que Jaume Villalonga Humbert realizaba un crucero largo, el primero fue por los fiordos hasta el Cabo Norte. Aficionado desde siempre a los viajes, años atrás los limitaba a las escapadas de puentes y fines de semana, cuando podía unir días libres y así, junto con su esposa –enviudó hace dos años–, recorrió España y Europa. En aquellos años no podía salir de Menorca hacia destinos muy lejanos, «no es fácil dejar una empresa cuando estás al frente».
Este mahonés viajero disfruta en este momento de su vida de un merecido descanso: se incorporó al mundo laboral con 14 años, empezó en una empresa de instalaciones eléctricas, telefonía, televisión y más tarde informática como aprendiz, y fue aprendiendo y ganando responsabilidad hasta ser socio y administrador único. Eran tiempos muy distintos a los actuales, aunque él opina que la figura del aprendiz «debería recuperarse» para que los jóvenes se formaran en un oficio.
Contiene la emoción cuando explica los viajes realizados en pareja, como el Transcantábrico, el tren clásico que realiza la ruta turística por el norte de España, entre Santiago de Compostela y Bilbao. Fueron siete días porque aprovecharon las fiestas de la Mare de Déu de Gràcia para disfrutarlo. Ahora ha descubierto el viaje en solitario, pero lo cierto es que se ha encontrado a mucha gente como él que se lanza a conocer mundo por su cuenta. Mayores activos que tal vez no pudieron ser mochileros como los jóvenes de hoy día, pero que ahora exprimen el tiempo y las experiencias.
En julio de 2018 se embarcó en un crucero polar con salida en Tromso, Noruega, y que llegó hasta las islas Svalbard. Duró diez días, mientras que la ruta de la vuelta al mundo comenzó en Barcelona el 11 de enero de este año y concluyó el 27 de abril en Venecia, con 55 días en navegación. «Cuatro meses dan para mucho, para pasear por cubierta, leer, descansar, hacer excursiones en todos los puertos, no siempre las que organiza el crucero, por ejemplo en Mumbai cogimos un taxi entre tres y nos fuimos por nuestra cuenta; también hay talleres de todo tipo, no hay tiempo para aburrirse en un crucero», explica. Clases de gimnasia, yoga y también distintos idiomas que practicar días antes de la llegada a un nuevo puerto, «tienes que elegir porque no te da tiempo a todo, yo recibí clases de inglés y de portugués, en las de balinés duré un día, pensé ‘esto no es para mí'», relata. El buque en el que viajó Jaume Villalonga, el «Costa Luminosa», tiene capacidad para 2.100 pasajeros más mil trabajadores de tripulación.
«Entiendo a los venecianos»
Venecia vive un debate encendido sobre los megacruceros. El menorquín, pese a haber disfrutado como crucerista, afirma que «entiendo a los venecianos, hace tiempo que protestan y me parece que tienen parte de razón, porque la ciudad está sobre pilares y estos barcos pasan por el canal donde está la Plaza de San Marcos, yo sin duda los sacaría de ahí; mueven mucha agua y no pueden ir muy despacio porque el viento los empuja al muelle como ocurrió hace poco». «Claro que es muy bonito pasar con el crucero por delante pero.... Hay otro muelle comercial y no hay la necesidad de pasar por ahí, está un poco más lejos pero se puede coger el vaporetto que da toda la vuelta por los canales», añade. Aún así y pese a la saturación por tierra y mar, considera que Venecia es un destino que merece la pena visitar porque «es diferente a todas las ciudades».
Entre las maravillas de la ruta, la de Venecia no es la única en la que fue testigo de la degradación que sufren distintas zonas del planeta por la presión humana. Ejemplos de ello son la Gran Barrera de Coral, en Cairns (Australia), «aquí merecería la pena volver», exclama, donde pudo practicar esnórquel y disfrutar de la fauna marina, «es precioso, pero hay mucho coral muerto, también se irá al garete», vaticina pensativo.
Y en la Isla Komodo, donde habita el espectacular dragón del mismo nombre, «enorme», también «limitarán el número de turistas que bajen diariamente a la isla porque están estresando a los animales». Es el mayor lagarto del mundo, de una media de dos a tres metros de largo y 70 kilos de peso, especie endémica y atractivo de algunas islas de Indonesia central. Nuestro protagonista da fe de que no es amistoso y sí puede ser peligroso y voraz. «Nadan, son rápidos corriendo, más que las personas, cazan, están en peligro de extinción pero ahora los protegen. La verdad es que nada más bajar del barco a la isla, que es un parque natural en el que pagas entrada, vimos uno en la arena e impresiona», cuenta. Y en la famosa Phuket, en Tailandia, la suciedad en el agua por plásticos, «no me extraña que la gente venga a Macarella», exclama, «no sé cómo se va a resolver el problema del plástico pero lo veo complicado».
Afortunadamente la naturaleza fue generosa en otros puntos del recorrido, y en Ushuaia (Argentina), pudo contemplar ballenas, pingüinos, leones marinos, focas y gran variedad de aves. «Vimos una ballena con su cría y le estaba enseñando a salir a respirar, a navegar, a vivir, aquello fue una pasada». En la capital de la Tierra del Fuego, aproximándose al Polo Sur, «no hacía frío, el anorak que me llevé no lo usé, me puse un pequeño cortavientos y a ratos me sobraba», otra mala señal del cambio climático, confirma nuestro viajero. De su paso por Argentina sin embargo guarda un recuerdo agridulce por la inseguridad ciudadana que notó en Buenos Aires, algo que no le llamó tanto la atención en Uruguay, en destinos turísticos de Brasil como Río de Janeiro, y en otros puertos que tocaron como Puerto Madryn (Argentina) o las ciudades chilenas en las que atracaron.
Lugares icónicos
En este largo viaje hay lugares cuya imagen se queda grabada en la retina y la memoria. Villalonga cita Singapur, donde han creado The Garden by the Bay, con la creación de árboles artificiales que imitan a los de la película Avatar, «son espectaculares, cada noche se encienden»; el peculiar islote de Ko Tapu (la isla de James Bond) en la bahía de Phang Nga, Tailandia; las islas Pitcairn y sus resorts dentro del agua unidos por pasarelas de madera; Rarotonga, a cinco horas y media en avión desde Nueva Zelanda y su frondosa vegetación verde; las Torres Petronas de Kuala Lumpur, capital de Malasia; Dubai, donde todo es «lo más alto y lo más grande, es el lujo y un despilfarro total»; Muscat, capital del sultanato de Omán, donde «todo está muy limpio, en perfecto estado» y por supuesto la parada en Petra (a donde realizaron excursión desde el puerto de Aqaba) que «es increíble, impresiona aunque antes lo hayas visto en revistas o en internet». Al pasar de nuevo al Mediterráneo, Grecia, cuna de la civilización occidental, fue un destino especial. «Me gustó, ya había estado antes en Atenas pero no en las ciudades que visitamos ahora, El Pireo y Olympia (desde el puerto de Katakolon), por sus restos arqueológicos y por la gente, muy atenta».
Con ganas de repetir
Hay varios lugares de este largo viaje a los que Jaume Villalonga regresaría, pero los que más le apetecen son la Isla de Pascua, donde esta vez no pudieron descender del barco debido al mal tiempo en el mar y la inestabilidad del muelle; y añade a esta lista sin dudarlo Singapur, Australia y Nueva Zelanda. Entre los destinos a los que no regresaría no duda en señalar que «seguramente Phuket, a Tailandia sí volvería pero a este lugar en concreto, no».
El mahonés tiene ya otras salidas previstas. Se ha inscrito al viaje de Letonia-Lituania del club de suscriptores de «Es Diari», que se realizará este septiembre, y antes viajará al norte de Italia y Suiza. Para noviembre, «si todo sale como está programado», con uno de los amigos que hizo en el crucero de la vuelta al mundo –Luis, un médico jubilado de Asturias–, viajará hasta Vietnam y Camboya, serán 18 días. «Me gusta ver mundo, conocer cosas», asegura.