«El estado de la calle era de juzgado de guardia, incluso ha provocado algunas caídas». Las obras de remodelación de tres importantes vías del centro de Maó han empezado hace unos pocos días justo frente a la tienda de Pedro, en la calle Ses Moreres. También en la calle Bastió. Considera que el diseño previsto, que concede más holgura al peatón en detrimento de los automóviles, es una buena iniciativa, «las aceras son demasiado estrechas, la gente no puede pasar y baja a la calzada, luego vienen los incidentes». Defiende que las molestias no son más que las propias de este tipo de mejoras.
Juan Andrés sostiene que, ahora mismo, afrontar los cinco meses de obras previstos es demasiado. «Es una locura». Su comercio está en la calle Sant Jordi, donde todavía no hay excavadoras pero tampoco pasan ahora demasiados coches. Entiende necesario hacer algo en una calle, «da asco», en la que hace mucho que no se invierte. Francisca, con tienda en Ses Moreres, considera adecuado el diseño que se propone de toda la calle al mismo nivel, afirma que «llega tarde» y lamenta resignada el momento complicado por la pandemia.
Marco regenta un bar en la calle Bastió que desde el comienzo de las obras no ha tenido más remedio que prescindir de la mayor parte de su terraza. Tiene las vallas casi adosadas a su puerta. Le gusta el nuevo diseño, lamenta la falta de información y no le va del todo mal que, al menos, el incordio de tener movida frente a su establecimiento coincida con el nivel 4 que limita al máximo la actividad de la hostelería. «Al menos las hacen en invierno». Su esperanza es que circunstancias sobrevenidas como los restos arqueológicos del subsuelo no prolonguen los trabajos, «espero no tener obras en verano». Juan Andrés también duda de que sean solo cinco meses.
No obstante, más allá de diseños e incordios, lo que más inquieta o gusta a los comerciantes consultados son los planes del Ayuntamiento de Maó de restringir a residentes, comerciales y autorizados el paso de vehículos por estos espacios. Estos cambios se anunciaron inicialmente para octubre del año pasado, se aplazaron ante las discrepancias existentes y ahora todos los comerciantes dan por hecho que serán una realidad una vez acabada la reforma. El Consistorio ni confirma ni desmiente.
«Que no haya coches invita a pasear, a comprar, lo sé por experiencia», asegura Pedro, «es una mejora para la ciudad, de sentido común». Marco cree que la restricción del tráfico rodado debería ser solo en verano, «en invierno hay muy poco tráfico, pero la gente quiere aparcar cerca para tomar un café. No me gustaría tener que cerrar en invierno». Juan Andrés entiende que sacar los coches de su calle será un error, «no hay las aglomeraciones que dicen, sobre todo en invierno no hace falta», mientras para Francisca «los coches dan vida a la calle, el problema es que no pueden aparcar». El eterno debate en el centro de Maó.