La crisis es un vocablo cotidiano en el mundo agrario. No aparece de forma coyuntural sino que es parte de su esencia, «siempre estamos en crisis», en palabras de Francesc Font, ponente del foro Agro Santander «Menorca» celebrado este miércoles.
«La falta de rentabilidad del campo es el problema nuclear» y la causa es aparentemente simple, la escalada de costes de la maquinaria o la materia prima resulta imparable, mientras el precio del trigo, por ejemplo, es el mismo que hace 30 años. «En familia no hablamos de fútbol o política, que nos gusta, sino del concepto clave, crisis», añade Font, quien se define por encima de todo agricultor de novena generación y, por tanto, conoce la evolución y los problemas del sector.
Hay una segunda razón de peso aún más importante, el cambio climático, sobre el que no elude responsabilidad de los profesionales del campo a causa del modelo de cultivo intensivo que se aplica. «Soy de la generación que ha vivido el día más caluroso de la historia, el invierno más cálido, la sequía más larga. Usamos productos químicos y estamos perjudicando el suelo, cada año cuando llueve perdemos superficie. El 25 por ciento de la emisión de gases de efecto invernadero es culpa de nuestro modelo de agricultura», explica en un análisis del que no soslaya la autocrítica.
La queja es constante y el frente común de respuesta que plantea el mundo agrícola «porque tenemos la autoestima muy baja, nos quejamos de elementos como la lluvia o el sol contra los que no podemos hacer nada». Es en el fondo la lucha estéril que provoca la resignación.
Transformar el modelo
Font prefiere afrontar la crisis como oportunidad, el mensaje optimista, «en el problema está la solución», repetido en otras ocasiones y en otros ámbitos. Esa oportunidad pasa por la transformación del modelo en agricultura regenerativa sostenible, «fija más carbono, no pierde calidad de suelo y potencia la vida, la biodiversidad». Utiliza el ejemplo del campo de almendros donde deja crecer la hierba y hay cerdos que viven en el mismo frente al campo con la tierra arada y limpia.
Las plantas que crecen espontáneamente potencian la vida y generan dinamismo biológico que contribuye al control natural de insectos y plagas. Lejos de parecer un campo abandonado, lleva soterrado un sistema de riego eficiente. «Y los cerdos sueltos por las tanques fertilizan el suelo y además producen sobrasada», apunta.
Utiliza un segundo ejemplo, el de las gallinas sueltas en la finca, que se alimentan y viven en gallineros móviles frente a las granjas con gallinas enjauladas o encerradas. Los huevos son ecológicos, de mayor calidad y más valor en el mercado, el consumidor sabe apreciarlo. La producción natural frente a la industrial gana claramente en ese terreno.
Por otra parte, las vacas pacen sueltas, «la lengua estimula el crecimiento del pasto», explica.
Práctica
Font no vende teoría, la agricultura regeneritiva sostenible la puso en práctica en las fincas de Son Felip y Algaiarens. Hoy llega ya a 40 llocs, que representan entre el 8 y el 10 por ciento de la superficie agraria menorquina.
Salvo en leche y sus derivados, Menorca carece de capacidad de autoabastecimiento y va a menos de forma progresiva, a pesar de contar con potencial para ir en sentido contrario.
El déficit es patente en hortalizas y legumbres, donde produce prácticamente la quinta parte de lo que consume, y en fruta. «Hay un importante trabajo pendiente en etiquetado y comercialización de ese producto. Muchas fincas están abandonadas, sin cultivo, existe una oportundidad para esos productos», sugiere el ponente, que es el director ejecutivo de Agroassessors.
Insiste Font en la opción de evitar las 7.400 toneladas de CO2 en emisiones que se genera a causa de la distribución de productos agroalimentarios transportados hasta Menorca. «Menorca puede ser un modelo de agricultura sostenible en todos los sentidos. El 50 por ciento de la superficie de este territorio lo gestionan los agricultores», recuerda el ponente de un foro que siguieron presencialmente en La Minerva, en Maó, entre otros, Justo Saura, presidente de PIME; Bosco Triay, presidente del Consejo Regulador del Queso Mahón-Menorca; Héctor Pons, alcalde de Maó y Josep Pastrana, conseller de Economía y Territorio.
Francesc Font, quien insistió en el cuidado del suelo como una de las claves de rentabilidad de la agricultura y de respeto a la tierra, intentó aportar optimismo a una actividad que pierde peso progresivamente en Menorca. Hay oportunidades, «el mejor momento para plantar un árbol fue hace 20 años, pero hoy es el segundo mejor momento para plantarlo», dijo para cerrar su intervención recordando un proverbio chino.
Tras la ponencia, Josep Pons Fraga, editor de ‘Es Diari' y coordinador del foro, abrió un coloquio entre el ponente y los asistentes, vinculados en su mayoría a cooperativas, productores u organizaciones agrarias.
Por qué el producto local es más caro fue la primera cuestión a la que tuvo que hacer frente. «Hemos de valorar el producto local, necesitamos autoestima. El Queso Mahón es de calidad contratastada y es barato», dijo a modo de ejemplo. «Es difícil entrar en el mercado de la carne, esá monopolizado», le planteó un productor; «hay que hacer más esfuerzo de comecialización, has de salir con tu propia marca y ser más proactivos. Menorca es en sí una buena marca, se aprovecha poco», concluyó.