Debe hacerse largo el día para las 102 personas alojadas en el hotel covid del Arenal d'en Castell, el complejo de apartamentos Sa Mirada, en la calle Vía de Ronda de la urbanización de Es Mercadal. Situado al extremo sur del núcleo turístico, alejado de la playa y de la zona donde se concentran la mayor parte de comercios, bares y restaurantes, nadie diría que se trate de un hotel puente, con huéspedes contagiados o contactos estrechos con positivos, si no fuera porque no se detecta actividad en el exterior, y apenas en el interior.
Son las 10.30 de la mañana. Tres empleados dialogan en la recepción y rehuyen ofrecer cualquier información sobre la ocupación del día. Los espacios comunes, jardines y pasillos, están desiertos, también la piscina. Una mujer británica se dedica a la lectura en la terracita de su apartamento, otro hombre toma el sol con las piernas extendidas sobre la barandilla del suyo. Y en la primera planta de uno de los bloques, dos jóvenes portuguesas hablan y ríen.
Británicos, españoles, portugueses… turistas en su inmensa mayoría pasan el tiempo extra de estancia en Menorca, no precisamente como un regalo vacacional postrero. No tienen síntomas, se encuentran bien. Es un día más en la monotonía del confinamiento forzoso aunque no siempre estricto. Tan pesado se les hace para algunos que optan por salir a dar una vuelta. No deberían hacerlo, pero lo hacen. «Sí, salen cuando nadie los ve y el vigilante está por la parte de atrás del aparthotel», comenta un residente próximo. «¿Cuándo?, a cualquier hora del día o de la noche cuando creen que pasan desapercibidos».
A su ingreso se les especifican las normas, entre ellas, que no pueden salir de su apartamento bajo ningún concepto. La mayoría cumple con esas restricciones para no propagar el virus. Disponen de un teléfono directo para comunicar cualquier necesidad.
Es como si estuvieran confinados en su domicilio, han explicado desde el Área de Salud, por tanto, no están sometidos a un control para impedir que salgan. Deberían ser conscientes y responsables por sí mismos.
El complejo cuenta con un solo vigilante de seguridad por turno las 24 horas del día, cuyo cometido, claro está, no es perseguir a los huéspedes. No obstante cuando ven a alguna persona fuera del apartamento sí le indican que deben regresar al interior.
El servicio de catering, que como el alojamiento sufraga el Govern, les trae el desayuno a las 9 de la mañana y la comida, con una pequeña merienda y la cena, sobre la 1.30 del mediodía. Y así pasan las horas hasta completar el mínimo de 10 días en la que es su residencia insospechada antes de regresar a su destino.