Apenas cinco bultos como equipaje de cinco personas, dos mujeres y sus tres hijos de 15, 8 y 6 años de edad, acompañaban ayer a Julia e Irina. Ella son dos de las miles de madres ucranianas que han huido de la guerra y al mediodía llegaban al Aeropuerto de Menorca entre lágrimas desgarradoras y la incertidumbre de su futuro, gracias a la solidaridad de compatriotas y familias de acogida.
Es el drama real de los refugiados que también pasa por la Isla, destino final de estas mujeres y sus hijos que no tenían un lugar concreto dónde desplazarse para escapar de las bombas y el horror de su país, víctima de la invasión rusa.
Daria Legorova, ucraniana residente en Menorca, de acuerdo con un voluntario en Eslovenia con el que está en contacto para prestar todo tipo de ayuda, gestionó su desplazamiento a la Isla, como el de otros compatriotas tras haberles encontrado un alojamiento, en este caso, cedido por Carlos Moll y Carolina Pinnell, de Ciutadella, que han puesto a su disposición un apartamento de su propiedad en Cala en Blanes para que puedan mantenerse juntos.
Es el ejemplo solidario que está permitiendo a decenas de ucranianos instalarse provisionalmente en Menorca, bien a través de estas acciones particulares o a partir de las que organizan las instituciones públicas.
Una cartulina con una bandera de Ucrania les aguardaba en el hall de llegadas del aeropuerto. Aún sin haberse visto nunca, tanto los familiares de acogida como su compatriota, Daria, se fundieron en un abrazo emotivo con las recién llegadas. Atrás quedaba su país, sus esposos, padres y, en el caso de Julia, otro hijo de 19 años al que no permiten salir por su posible militarización.
«Hemos tenido suerte porque salir de Kiev en trenes de refugiados es muy complicado, tuvimos que estar más de 24 horas esperando en la estación», relata Julia. De la capital viajaron a un pequeño pueblo cerca de la frontera de Hungría. Desde allí, en un autobús organizado por voluntarios fueron hasta la misma frontera que tuvieron que cruzar andando. Al otro lado pudieron tomar otro autobús, también a cargo de voluntarios, que los llevó a Budapest, donde aguardaron dos días más para tomar un vuelo a Barcelona y finalmente a Menorca.
«Muchas gracias», repetían ambas, entre sollozos. El panorama que dejan atrás es mucho más devastador que lo que transmiten las imágenes de televisión por el drama personal de cada familia. Las dos que llegaron ayer a la Isla tuvieron que permanecer diez días seguidos en un sótano por el temor a los efectos de los bombardeos.
La situación va a peor, opinan las dos mujeres, «no tenemos muchas esperanzas, lo que están haciendo los rusos con los ucranianos es un genocidio». Explican que están destruyendo hospitales, residencias de gente mayor y barrios residenciales, «no van a parar, y los ucranianos seguimos resistiendo porque no vamos a abandonar nuestro país». Con todo, prevén que la guerra se prolongue mucho tiempo «porque ni los rusos van a parar ni los ucranianos tampoco, es nuestro país, nuestra tierra, y tenemos que defender nuestro futuro y el de nuestros hijos», indicaba Julia.
La última visión de Kiev y Ucrania con la que abandonaron el país está enmarcada por la tristeza, «lo más duro es no saber si vamos a volver a ver nunca más a nuestros esposos y nuestras familias, es muy difícil de aceptar», refería Irina entre sollozos.
Escolarizar a los menores y ofrecerles nociones de español son dos de las tareas más urgentes que piensa realizar Daria Legorova y la familia que les ha cedido el apartamento. «Hemos recibido ayuda de amigos y nos estamos coordinando con el Fons de Cooperació y el Consell para actuar de forma conjunta en la medida de lo posible», explican CarlosPons y su esposa. Mañana se celebra una reunión conjunta para abordar estas cuestiones con las instituciones. «Yo daría hasta mi cama si fuera necesario», añade.
Daria Legorova, la residente ucraniana, está en contacto con Consell, Ayuntamiento de Maó, Creu Roja y Caritas para gestionar las ayudas que puedan necesitar.
Tres más por la tarde
Por la tarde Daria recibió a otras tres personas, dos mujeres, una de ellas con un hijo de 7 años de edad a los que también ha buscado alojamiento.