El Aedes albopictus, más conocido por sus características rayas y su nombre de pila, mosquito tigre, ha conquistado Menorca por completo. Su rápida expansión en solo cuatro años, desde que se describió por primera vez su presencia en la isla en 2015 hasta 2019, fecha en la que se hizo el muestreo para el catálogo de culícidos del Institut Menorquí d'Estudis, sorprende a los expertos.
El entomólogo Mikel Bengoa dirigió dicho estudio y destaca esa rápida proliferación, «en 2019 se detectó su presencia en todas las cuadrículas en las que se dividió la isla, en todas las ovitrampas», asegura. Con la llegada del buen tiempo y la actividad al aire libre, hay urbanizaciones en las que sus residentes sienten que los mosquitos les hacen la vida imposible. Cala en Porter es una de ellas; los vecinos afirman que no pueden ni disfrutar de terrazas y jardines debido a las picaduras, y vuelven a manifestar su inquietud por el tiempo –doce largos años–, que las piscinas sin sellar de la antigua depuradora pudieran haber sido foco de cría masiva de mosquitos de todo tipo.
El biólogo confirma que el núcleo de Alaior es un punto de presencia numerosa de mosquitos, y en concreto el ‘tigre' se expande rápido en zonas con casas cercanas entre sí y con piscinas, «se crea un entorno de humedad propicio para esta especie», pero lo cierto es que el modelo residencial en Menorca es ideal para el mosquito asiático. «Su proliferación depende mucho del tipo de construcciones, por ejemplo si hay aljibes; también de los imbornales y de la gestión de la recogida de pluviales», apunta Bengoa.
Cuando los entomólogos visitaron la antigua depuradora de Cala en Porter encontraron larvas, pero Bengoa no es rotundo al respecto, afirma que hay otros focos propicios en Cala en Porter y en general, en todas las urbanizaciones: imbornales, depósitos de agua y aljibes, donde puede ser que esté criando. «Hay que hacer un control de esos focos, primero con su localización, investigar puntos como vertederos, fuentes, depuradoras y otros lugares húmedos o propicios, y después, iniciar un tratamiento en los imbornales con larvicidas biológicos, es un método selectivo y eficaz», explica.
Aconseja planes de control municipal y campañas de concienciación ciudadana «para que los vecinos eviten tener en sus casas recipientes que contengan agua; también hay que clorar los aljibes. En los safareigs abiertos no tanto pero en los aljibes cerrados la densidad de larvas de mosquito es altísima», advierte. Entre el 80 y el 90 por ciento de la cría del mosquito tigre se da en el ámbito privado.
Bengoa opina que la fumigación «no tiene sentido, no sería eficaz». De un foco de cría con larvas de mosquito tigre, según su tamaño, pueden salir entre 12.000 y 20.000 mosquitos a la semana, fumigar no acabaría con el problema. «En los imbornales areneros es normal que haya focos con una media de 3.000 y 4.000 larvas de mosquito tigre», explica.
Este mosquito no desplaza a otras especies, «busca otros sitios donde criar, en Asia de dónde procede está acostumbrado a ponerse en huecos de los árboles, donde otros mosquitos no se desarrollan». El entomólogo añade que «el ‘tigre' eleva muchísimo las quejas vecinales porque es agresivo y diurno, aunque tiene picos de actividad por la mañana y la tarde, comparte con nosotros muchas horas de actividad».