Los productores de queso han elogiado el Provilac, un plan para la supervivencia del sector. Próximo a cumplirse un año desde su firma el precio pagado por la industria a los ganaderos ha aumentado un 56,67 por ciento. La valoración, que premia praxis sobre ideología, llegaba en el marco de la feria del queso celebrada este fin de semana en Maó, a la que asistió la consellera balear del ramo, Mae de la Concha.
Son más frecuentes las críticas y las reivindicaciones de las organizaciones agrarias, ¿qué les ha dado?
—Compartimos el objetivo, desde el primer día vimos que la situación era complicada y el mensaje fue arremangarse y estar juntos.
¿Es el queso el mejor salvoconducto para la viabilidad rural?
—En parte sí. El porvenir del queso en Menorca está muy ligado al futuro de la agricultura y ganadería en Menorca. Tiene un valor añadido enorme, se estaba vendiendo a un precio ridículo la leche de aquí porque se consideraba excedente, cuando la posibilidad de crecimiento que tiene la venta de queso es muy alta.
¿Qué ha cambiado?
—Se estaba transformando solo una parte en queso y el resto se vendía. Ahora ya no. Había que atreverse, dejar de hacer lo que has hecho siempre daba mucho miedo. Ahora en la feria he visto un montón de ideas nuevas, de promoción, de presentación, de tamaños, de variedades, de innovación con especias. El queso de aquí es buenísimo, el muy curado no tiene nada que envidiar a un parmesano, que se vende carísimo. Tenemos un producto excelente, lo primero que había que hacer era creérselo.
¿Así, también considera bueno el cierre de Menorca Llet?
—No quedaba otra, era ahí donde se iba el precio de la leche. De hecho, todos lo han valorado así.
¿Cuál es ese proyecto de regadío en Sant Lluís que se pagará con fondos europeos a través del factor de insularidad?
—Vimos una oportunidad tremenda en los fondos Next Generation para regadío con aguas regeneradas, que en principio no entraban en esos planes pero al ser con aguas regeneradas explicamos el beneficio medioambiental que conllevaba. A día de hoy se está tratando agua que luego se tira al mar. Ese agua que para la agricultura sería buena es mala para el mar, perjudicial, y encima ha costado un montón de dinero tratarla, de manera que se están tirando 60 millones de euros al año. Planteado así, conseguimos entrar en ese reparto, nos dieron el doble de lo que nos habría correspondido, piensa que el porcentaje de regadío en las Islas es muy bajo.
Son casi cuatro millones, ¿en qué consiste el proyecto?
—Inicialmente planteamos el plan para Es Mercadal y Ferreries, pero aquí viene la pega, los fondos Next Generation están diseñados de una forma que exige colaboración pública-privada. La parte privada en este caso son las comunidades de regantes, la de aquí no dio el paso, enviaron una carta al Ministerio renunciando a este proyecto que nosotros ya habíamos avanzado que se haría. Pero mientras tanto nos habían contactado desde el Ayuntamiento de Sant Lluís para hacer regadío, tenían mucho interés y lo tenían hablado con los regantes. Nosotros no queríamos perder fondos y los dedicamos aquí.
¿Hay más fondos europeos para agricultura?
—Es que en agricultura y ganadería prácticamente todo son fondos europeos empezando por la PAC y el PDR. Todos los días gestionamos fondos europeos, luego hay estos especiales que también han llegado al sector, como los concedidos para compensar el perjuicio de la guerra en Ucrania.
¿Son los que llegaron directamente a la cuenta bancaria?
—Nos reunió el ministro para conocer cuál era el sector al que había que ayudar antes que ningún otro. Propuse el lácteo, hubo suerte porque otras comunidades también optaron por el mismo. Son ayudas que fueron directamente a las cuentas bancarias, sin licitación ni concurrencia, y aquí cayó mucho dinero, 12 o 13.000 euros por finca de promedio.
¿La PAC de 2023 es ahora la gran esperanza para mantener vivo el campo?
—Puede serlo, y tanto. Todo el mundo entiende que lo de la agricultura es fácil pero es muy complicado, en la PAC antigua había muchas tipologías en función del territorio, hemos conseguido que las cuatro islas se consideren un territorio independiente de los demás y que por el hecho de ser islas tienen un tratamiento diferenciado, que consiste en que como mínimo, las ayudas que vienen a Balears tienen que ser un 50 por ciento superiores a la media nacional. Conseguimos convencer al Ministerio de que ese era el diferencial.
¿En qué se traduce?
—En un 63 por ciento más que la PAC anterior.
Queda la sensación, ya se lo habrán dicho, de que el campo vive de las subvenciones.
—Europa decidió cuando se creó la Unión Europea, que al campo había que apoyarlo de forma permanente porque es estratégico y porque la meteorología lo hace impredecible. En Girona, por ejemplo, han perdido este año el 80 por ciento de la fruta de hueso por una granizada. En Europa se ha dicho siempre que se ha de garantizar una renta básica para el campo y eso es lo que va a subir aquí muchísimo, va a suponer como 73 o 75 euros más por hectárea.
Hay barcas que no pueden faenar más este año porque han acabado el cupo que les pone la Unión Europea.
—Bien lo dices, tienes un cupo y te lo gastas en verano, no te queda para otoño. Ellos tienen la esperanza, como ocurrió el año pasado, que como el cupo es global, sobre en otras partes y puedan faenar luego en Navidad.
Pero se acepta mal no dejar trabajar a los profesionales.
—Se les compensa cuando se les obliga a parar, no se dice todo. Se intenta que el arrastre baje a mínimos, lo que queremos es que se diferencia por zonas, que no es lo que tenemos. Los pescadores tiene parte de razón, en Balears tenemos 32 barcas pequeñas, once reservas marinas de interés pesquero y el mar balear está bien. Estamos peleando esa diferenciación por zonas.