En Cas Comte, uno de los edificios más emblemáticos de Ciutadella, han empezado los trabajos de rehabilitación de sus dos fachadas principales. Se trata de un proyecto de envergadura, que impulsa la Fundación José María de Olives y de Ponsich, Conde de Torre-Saura, en el que predomina el criterio de «máximo respeto a su estética y su historia». Es decir, conservando «la patina natural del paso del tiempo», con ese carácter de ‘antigor' que le da autenticidad, huyendo, por tanto, de cualquier intervención drástica que acabe adulterando su esencia.
El historiador y responsable primero de la actuación, Antoni Camps Extremera, coincide con su colega, la restauradora Sílvia Soler, en que «una buena restauración es aquella que resulta imperceptible». Por eso, descartan seguir la tendencia, «cada vez más extendida», de «dejar como nuevos» edificios históricos que acaban perdiendo su encanto original.
Un proyecto complejo
A priori, la intervención parece sencilla. Básicamente se trata de renovar la carpintería de las ventanas y actuar sobre los muros de marés. Eso es, con las acciones necesarias en la piedra y retirando los cableados que afean su estética y una gran cantidad de elementos metálicos oxidados (anclajes de señales, clavos, tornillos), que se fueron incorporando con el paso de los siglos y que han desgastado aún más la piedra.
Sin embargo, a partir de ahí emerge la «enorme complejidad» de un proyecto que se prolongará varios años, por el poco tiempo disponible, solo unos meses, entre temporada y temporada. «Iremos avanzando hasta abril», apunta Camps, quien destaca lo meticuloso del trabajo. «Evitaremos restituir con piedra nueva todo lo que podamos», y utilizarán «mortero tradicional, de cal, arena y sauló, tal como ha autorizado el departamento de Patrimonio Histórico» del Consell. «No se trata de tapar los agujeros propios del desgaste», asegura el historiador, quien descarta lijar o pulir la piedra, pues eso supondría erosionarla. «Consiste, simplemente, en frenar el deterioro natural» de la caliza típica de Menorca, asegurando así su integridad durante «unas cuantas décadas más». Es con ese fin que aplican una imprimación de agua de cal, que contiene «las propiedades consolidantes de la cal», lo que permitirá que «el marès transpire», pero con una protección contra la degradación.
Puntos críticos
En ambas fachadas hay puntos que requieren mayor atención y «todavía tenemos que decidir cómo lo hacemos». Se refiere, por ejemplo, a la cornisa sobre la entrada de la Plaça des Born, o en los bajos de ese mismo muro.
En el Carrer Major des Born se presentan otras particularidades. En este caso, la pared está revestida con un estuco tradicional del siglo XIX, muy erosionado en algunos lugares, incluso con «cámaras de aire» por detrás que requerirán de un rellenado para evitar que se acaben desprendiendo.
Por otro lado, están los grabados de temática náutica, que Camps cree que «hay que conservar, porque nos muestran como era la navegación de la época». Algo, no obstante, que dificulta mucho la restauración de la fachada.
El frente de ponent está coronado por una docena de ‘floreros' decorativos, bastante erosionados, que hace años ya fueron objeto de una intervención (con piezas metálicas para asegurarlos, que se han oxidado, provocando más roturas en la piedra). En este caso, se estudia el uso de ànimes (ejes internos), para asegurar la unión de las piezas que conforman las figuras decorativos.
Asimismo, se retirará el cableado, misión compleja, por los trámites ante las operadoras, y porque, si hay que abrir zanjas, podrían emerger restos arqueológicos.
El apunte
El origen entre los siglos XV y XVI de un gran ‘casat noble’
Cas Comte tiene una extensión de unos 6.000 metros cuadrados y «seguramente es la casa más grande de Ciutadella», explica Antoni Camps. Sin embargo, no siempre fue así.
Aunque es difícil de precisar, ilustra el historiador que «las estructuras más antiguas son de entre el siglo XV y el siglo XVI», y el edificio «no se completa hasta el siglo XIX, porque fueron una sucesión de reformas de edificios preexistentes», que se fueron agregando.
La estructura del complejo «nos muestra la evolución y la historia misma de Ciutadella», asegura Camps. Así, en el siglo XVIII, la fachada más importante era la del Carrer Major des Born, «de ahí su nombre». Pero luego, cuando la Plaça des Born adquirió su dimensión actual, el lado de poniente ganó relevancia. Por eso la familia «quiso dejar patente su estatus» con una fachada monumental, hacia «la década de 1810 a 1820, inspirándose en el estilo neoclásico de la Casa Salort, antigua Casa Martorell», en la misma antigua plaza de armas. Un enfront que, «al contrario de lo que parece, no es la principal, sino la de servicio», y «sirvió para tapar» estructuras antiguas de la zona más alejada de Es Born.
La historia de la casa va ligada a la de una familia que en 1818 vio como Bernardo Ignacio Olives Olives (1767-1833) era distinguido por el rey Fernando VII como Conde de Torre Saura.
Sería entre los condados de su hijo, Bernardo Magín Olives Squella (1796-1864), segundo Conde de Torre Saura, y de Bernardo Magín Olives Saura (1851-1876), tercer sucesor del título, cuando se promovió la ampliación definitiva.
El tercer conde no fue el descendiente de Olives Squella, es decir, Bernardo Ignacio Olives Olives (1824-1859), pues falleció antes que su padre. El título pasó al nieto del primero, Bernardo Magín Olives Saura, que feneció joven.Mientras fue menor de edad, su madre, Carolina Saura Carreras (1825-1906), y su tío, Guillermo Magín Olives Olives, se hicieron cargo de las propiedades del condado y acabaron de dar forma al casat noble que conocemos hoy.