El temporal sigue golpeando con fuerza. Hay dificultades para poder capear bien la marejada. Pero se ha puesto rumbo hacia tierra firme. Y por ello, la alerta roja se ha desactivado. Aunque sea una analogía marítima, esta podría ser la realidad que vive a día de hoy el campo de Menorca. Las explotaciones ganaderas de la Isla siguen luchando por mantener a flote la actividad. La situación límite que se vivía el año pasado en estas fechas ha dado paso a la esperanza. Pero la situación sigue siendo complicada y difícil.
El sector aguanta. Y de ello no cabe ninguna duda. Algunas fincas han tenido que echar el cierre por insostenible. Y no se produce aún un aumento de cabezas de vacuno lechero, de ahí que las entregas de leche sean algo inferiores a las del ejercicio pasado. Las fincas tienen especial esmero en lo que respecta a las compras de materias primas, con el fin de ajustar al máximo los gastos. Pese a ello, es difícil reducir costes, ya que esto conlleva bajar calidad y volumen de producción y, por tanto, nivel de ingresos. Además, las fincas están posponiendo al máximo las inversiones de mejora, a la espera de que la situación económica mejore algo más.
Hay guiños que llevan a pensar en esta ansiada recuperación. El precio de la leche ha sufrido un incremento jamás imaginado, al ritmo que los suministros han ralentizado su escalada. El segundo Plan Provilac aprobado a principios de año ha insuflado oxígeno al sector y hay esperanzas en que la nueva convocatoria de la Política Agraria Común (PAC) resulte algo más beneficiosa que en los últimos años. Aunque sigan existiendo dudas. Además, la meteorología también está ‘cooperando' con unas lluvias que han caído como agua de mayo.
«La situación sigue siendo difícil, quizás no tanto como hace un año, que era desesperada, pero es complicada», asegura Luis Nadal de Olives, presidente de Agrame. Margarida Llambias, secretaria general de Unió de Pagesos, comparte esta opinión al indicar que «la situación es preocupante, sobretodo por el tema económico y las posibles repercusiones de las nuevas normativas». Para Llambias, «hemos dado un respiro con el precio de la leche, pero aún tenemos amenazas que no nos dejan ver un futuro muy claro», asegura. «Yo diría que estamos más o menos igual que hace un año, pero con todos los precios más altos», apunta Catalina Pons, presidenta de Fagme, quien explica que el precio de la leche ha subido, pero también lo han hecho los suministros y las materias primas, por lo que el efecto de esta subida ha quedado diluido.
En este sentido, hay que indicar que en estos momentos el precio de la leche se paga a unos 0,50 euros el litro con una mejora que todos coinciden en que ha sido importante. «Pero aún estamos muy lejos del precio de Mallorca o la Península, donde se paga a 0,60 euros de media, el objetivo es que esta diferencia desaparezca», agrega Llambias. A parte de esta desigualdad, las organizaciones agrarias ponen el foco en que los costes de producción allí son más bajos, por lo que «la desproporción es más que patente», reflexiona Nadal de Olives. Y agrega que «para que el futuro de las explotaciones no fuera incierto y estas se pudieran capitalizar, actualizar y modernizar como corresponde, el ganadero debería cobrar la leche a no menos de 0,70 euros».
En cuanto al queso, su precio se sitúa todavía por debajo del deseable. Se paga a 5 euros el kilo cuando debería pagarse, al menos, a 5,80 euros. Lo que más exaspera al sector primario es que en el supermercado el queso fresco se llegue a comercializar «a más de 12 euros el kilo, casi 8 más que el que nos pagan a nosotros, por la misma pieza, sin que requiera ningún trabajo añadido», advierte Catalina Pons.
Si nos fijamos en la carne, el ternero frisón se vende a 50 o 60 euros y «hace treinta años se vendía a 30.000 pesetas, es decir, 180 euros», indica la presidenta de Fagme. No solo ha bajado su precio, sino que «ahora no los quieren con menos de tres semanas, antes con una ya se los llevaban, y esto representa que se le tenga que alimentar con cuatro litros de leche diarios», lo que acaba repercutiendo sobre los gastos de la explotación.
Con respecto a las materias primas y los piensos, las organizaciones agrarias indican que aunque su precio no ha seguido escalando y se ha estabilizado, se mantiene muy elevado. En el caso de los piensos, Nadal apunta que se han reducido levemente, en torno a un 5 o un 8 por ciento. Los fertilizantes, por su parte, llegaron a un máximo histórico a finales del año pasado y estos dos primeros meses han registrado una bajada del orden del 25 por ciento. Pero siguen siendo altos si los comparamos con los precios de hace dos años.
Uno de los alivios ha llegado con la meteorología. Las lluvias han sido generosas y el mal tiempo no ha afectado a los forrajes. La cabaña puede alimentarse de hierba fresca y a su vez es posible hacer almacén para los meses más secos del año. Aunque aún hay que ser prudentes. Faltan unos tres meses para acabar la campaña y si no vuelve a llover, la situación puede cambiar.