Llegó a Menorca hace tres años procedente de Galicia por cuestiones laborales. Julia (nombre ficticio) es traductora y organiza encuentros con historiadores y arqueólogos. Desde que aterrizó en 2020, ha vivido de manera intermitente en la Isla por no encontrar dónde alojarse. Ahora lleva un mes viviendo en casa de una amiga, en una urbanización de Sant Lluís, no le queda otra, reconoce. «El panorama es desesperante», lamenta. Lo ejemplifica con que «el apartamento en el que vivía dejó de estar disponible por fines turísticos». Pagaba un precio «asequible», 400 euros mensuales durante cinco meses. Estaba situado en la urbanización ciutadellenca de Cala en Blanes y tuvo que dejarlo libre porque los propietarios decidieron destinar el inmueble al alquiler turístico de corta estancia.
La temporalidad es, precisamente, uno de los problemas que denuncia. Abundan, relata, los alquileres que solo están disponibles unos meses y que, en temporada estival, «desde Sant Joan hasta septiembre», concreta, dejan de estarlo para el disfrute de los propios arrendadores o los turistas a precios duplicados. «Es un escándalo el interés, el beneficio y la especulación» que hay detrás de esta situación, denuncia. No encuentra una vivienda estable para una persona, tampoco opciones para compartir. Las que hay, asegura, «son a precio de oro». Una habitación de 40 metros cuadrados en playas de Fornells cuesta, muestra Julia con el anuncio en mano, 2.000 euros al mes.
Precios al alza
Desvela otra situación que ha vivido recientemente. Encontró, a través de un conocido portal inmobiliario, una casa en Sant Lluís en la que se alquilaban diferentes habitaciones. La pequeña, por 475 euros al mes. La otra, por 600 euros al mes. Estos precios, en cuestión de semanas, demuestra Julia a partir de las capturas de pantalla que ha efectuado con su teléfono móvil, han ascendido a 700 y 900 euros respectivamente. «Es una barbaridad», critica. La respuesta que ha obtenido a esta subida de precios, que se adjunta en las imágenes que acompañan esta información, es que al arrendador se le ha encarecido la hipoteca 500 euros y esto revierte en el precio de los espacios que cede en alquiler.
Un testimonio, el de Julia, traspasable a cualquier otra persona que busca un alojamiento en el que poder vivir en Menorca y que desvela la desesperación palpable por la escasa oferta que hay, los precios abusivos y, en ocasiones, las condiciones infrahumanas.
Esto es lo que hay, consecuencias de la globalización, la isla está sentenciada digan lo que digan el turismo es una P mierda.