Con las cifras de la Memoria 2022 de Caritas Menorca sobre la mesa, el obispo Gerard Villalonga; el delegado episcopal y secretario general de Caritas, Guillem Ferrer; y la administradora de la entidad, Júlia Marquès, hacen una reflexión sobre el que es uno de los problemas más acuciantes, el de la vivienda. «Lo es para las personas que tienen una situación más o menos estable, pero mucho más para quienes padecen una situación de exclusión», alerta Ferrer.
El secretario general de la entidad apunta al respecto que no existe una red de vivienda social de emergencia en la Isla, «ha habido intentos, pero no se ha podido materializar», recuerda, por lo que considera que es necesario aunar esfuerzos con el fin de conseguir un objetivo para el que se tienen que implicar diferentes actores.
Por su parte, sobre el proyecto que están desarrollando, el obispo destaca que «nuestra caridad no ha de ser meramente paliativa, sino también preventiva, curativa y propositiva», es decir, que ha de proponer soluciones. Una línea en la que también ahondó Ferrer: «No solo hay que poner tiritas en la herida, sino que hemos de evitar que el enfermo recaiga».
Dos nuevas personas acuden cada día
Un total de 642 personas recibieron por primera vez el apoyo de Caritas Diocesana de Menorca el año pasado. Una cifra destacable si se tiene en cuenta que supone un incremento del 51 por ciento respecto al volumen de 2021. El número permite hacer una lectura más clara, y es que cada día, de forma aproximada, dos personas que no habían acudido con anterioridad a la entidad lo hicieron en 2022.
Júlia Marquès declaró que «más allá de las cuentas, todo cobra sentido cuando hablamos de las personas que hay detrás de esas cantidades».