Se llama Yamila y tiene nueve años. Nació en la wilaya de El Aaiún, una de las provincias del Sáhara Occidental, y es la única niña inscrita en el programa «Vacances en Pau» que pasará el verano en Menorca. Repite experiencia con la misma familia de Alaior que la acogió antes de que la iniciativa que impulsa la Associació Amics del Poble Saharaui quedara parada por la irrupción del coronavirus. «Está costando mucho remontar», reconoce Susana Parro, coordinadora del proyecto solidario que permite acoger, durante julio y agosto, a menores procedentes de los campamentos de refugiados de la provincia de Tinduf, en Argelia.
«La falta de información del conflicto político en los medios de comunicación y la crisis económica han influido en que este año se hayan acogido un 50 por ciento menos de niños y niñas en comparación con 2019», revela Parro. En total, son una treintena de menores de entre ocho y 11 años los que llegaron este fin de semana a Balears para pasar las vacaciones en las islas. La mayoría ya se ha instalado en Mallorca, otros pocos en Eivissa y solo Yamila en Menorca. «Aquí, al principio, se interesaron más familias que, finalmente, no han tirado hacia adelante», lamenta Susana Parro, que recuerda que este programa permite alejar a los menores de las condiciones precarias en las que sobreviven en los campamentos de refugiados y de la climatología extrema.
A través de «Vacances en Pau», la asociación y las familias facilitan la atención sanitaria a niños y niñas saharauis, enriquecen su alimentación y les dan la posibilidad de conocer otras culturas y maneras de vivir. Además, los menores participan en actividades de ocio, pasan tiempo al aire libre y disfrutan de ratos en la playa y la piscina. «El objetivo también es dar a conocer la causa política del pueblo saharaui y sensibilizar, a través de estos pequeños embajadores, al mayor número de personas posible», especifica Susana Parro.
Muchos menorquines que han participado en el programa han podido viajar a los campamentos y visitar a los menores que han tenido en acogida, conocer a sus familiares y seguir su proceso vital. «Algunos ya se han casado y tienen hijos», explica Parro, que asegura que todos ellos recuerdan los momentos que han vivido en Menorca.