Indignación y desesperación definen el sinvivir que sufren los inquilinos que la Fundación Hesperia tiene en su inmueble del Carrer Jerònia Alzina, en Ciutadella. Casi dos años después, desde que en febrero de 2022 apuntalaran los boínders por riesgo de derrumbe, los vecinos solo han apreciado un mínimo avance en las obras. «A finales de agosto los derribaron», pero «desde entonces tenemos los comedores cerrados con pladur sin sellar», lo que supone un frío invierno y muchas incomodidades en sus domicilios.
Esto ocurre en los conocidos como los pisos d'en Balada. Ya en noviembre de 2022 «Es Diari» exponía la problemática existente con la reforma que impulsa la entidad propietaria del inmueble, la Fundación Hesperia, creada el 23 de abril de 2010 por los entonces Príncipes de Asturias, los actuales reyes de España, por encargo de Juan Ignacio Balada al legar, tras su muerte, su herencia a la Casa Real.
Las deficiencias únicamente afectan a los boínders. Según los arquitectos, la estructura del resto del edificio está en buen estado.
Es así que en verano, los inquilinos de las tres viviendas que están arrendadas (hay otras tres que están libres) recibieron con esperanza las obras de demolición de los boínders. Aparte de acabar con el riesgo de derrumbe, presagiaban una pronta solución al problema y confiaban que en poco tiempo todo volvería a la normalidad. Pero nada más lejos de la realidad.
«Es como la Sagrada Familia»
«Vinieron los obreros y en pocos días derribaron los boínders, pero ya no regresaron». Y desde entonces esperan a que los arquitectos hallen una solución efectiva. «Pusieron placas de pladur, pero entra todo el frío de la calle» y «agujerearon las paredes de los dormitorios» y colocaron «bigas y unas varillas con las que querían sujetar la estructura del nuevo boínder», apuntan asombrados los vecinos, «no entendemos que pretendan sujetarlo de este modo».
Por eso, añaden, «dijimos que no hacía falta que rehicieran el boínder, que bastaba con cerrar los comedores con cristaleras y dejar una pequeña terracita con una barandilla normal». Todo para agilizar la reforma, pero «nos dijeron que la Fundación quiere mantener el diseño original», lo cual está eternizando la obra.
«Esto dura más que la Sagrada Familia», lamentan los afectados, quienes, sin éxito, han intentado contactar con el arquitecto. «No sabemos nada, nadie nos da explicaciones, el arquitecto no coge el teléfono y no responde a los mensajes», cuentan. «Sabemos que hacía las obras una constructora de Sant Lluís, pero no sabemos cuál es, ni cómo dirigirnos a la Fundación Hesperia». Porque, de hecho, en la fachada no hay rastro de la licencia de obras, con la información del promotor, constructor y plazos.
Con todo, denuncian los afectados que «nos hicieron quitar los muebles del comedor, parecía que lo iban a resolver rápidamente, pero no ha sido así, desaparecieron todos». Y «nos da vergüenza traer invitados a casa, es un desastre, pasamos el verano en el dormitorio y ahora el invierno, en el comedor no se puede estar, hemos pasado unas Navidades de pena».
Mala imagen y peligro
El asunto se traslada, por último, a la calle, donde «hay cubos con cristales, hierros y maderas, cualquiera que pase se puede cortar, es un peligro, sobre todo para los niños», critican los vecinos, quienes esperan que pronto se produzcan acontecimientos y puedan pasar página en este largo capítulo.