Desde la implantación de los polígonos industriales han sido muchas las empresas que se han trasladado a las afueras de los núcleos urbanos para desarrollar sus actividades potencialmente molestas o peligrosas, un proceso de desindustrialización de las zonas residenciales que se ha venido desarrollando en el último medio siglo –empujado también por el cierre de fábricas–, pero que todavía no se ha completado. El incendio de una carpintería en el centro de Ferreries, que la pasada semana obligó a desalojar a cinco familias, reabre el debate sobre el peligro de convivir con actividades industriales y pone de manifiesto la existencia de un reducto de talleres, sobre todo de reparación de vehículos y de carpintería, que se mantiene en los cascos urbanos. ¿Por qué?
El presidente de la Asociación Empresarial de Talleres del Automóvil de Menorca, Francesc Benítez, defiende que «todos queremos que las actividades de reparación estén en los polígonos, trabajamos con materiales tóxicos e inflamables, si un taller de pueblo se incendia es un problema». Pero después de testar el tema con compañeros del sector apunta a una causa clara que está frenando su traslado a los polígonos, «los elevadísimos costes de hacer un taller nuevo», explica, con las crecientes exigencias de la normativa sectorial.
Relata cómo emprendedores que quieren abrir un nuevo taller están recurriendo al traspaso de viejos negocios que ya tienen licencia, aunque estén en centros urbanos, lo que simplifica y abarata el proceso. Benítez recuerda como hace años existían ayudas para promover el traslado a los polígonos y aboga por recuperarlas. «Tendría que haber ayudas» para financiar, explica, la fuerte inversión que requiere la apertura de un nuevo taller en un polígono industrial, un coste que basándose en la experiencia de su taller familiar estima en alrededor de medio millón de euros, teniendo en cuenta que hay que adecuar las naves al sector de la reparación, con sistemas de extracción de humos, medidas especiales de seguridad, eliminación de barreras arquitectónicas, entre otros.
Proceso natural
Luis Hidalgo, presidente de la Asociación de Empresas de Carpintería, Ebanistería y Afines de Menorca, también es partidario de que los talleres salgan de los centros urbanos, un proceso que, explica, «se está produciendo de forma natural», pero que se está encontrando con algunos frenos. Pone como ejemplo el caso de Ciutadella, donde no existen parcelas libres en su polígono industrial: «A la que podemos nos vamos a los polígonos, pero no siempre es fácil, por ejemplo aquí (en alusión a Ciutadella) no hay espacio».
Hidalgo reconoce que «trae muchos problemas tener este tipo de negocios en la ciudad», pero considera que el proceso, pese a los impedimentos que se va encontrando por el camino, continuará: «Los que tienen la carpintería en el pueblo son las familias que lo tenían antiguamente. Son pocos ya, irán cerrando por jubilación o, si se mantienen, será porque están en una zona donde no molestan demasiado».
A raíz del incendio que se declaró en Ferreries en la madrugada del domingo 14 de julio la inquietud vecinal ha crecido en el pueblo, donde todavía permanecen tres carpinterías activas en el casco urbano. El alcalde, Pedro Pons, explica que «está claro que este tipo de industrias dentro de los centros de los pueblos son un peligro por la presencia de vecinos, pero no es una actividad prohibida», subraya. Insiste en que la tendencia de irse a los polígonos se irá produciendo de forma natural y de hecho le consta que una de esas tres carpinterías ya está buscando ubicación en el polígono del municipio.
Maó es la ciudad que ofrece más cantidad de espacio en su polígono industrial, que concentra casi dos tercios de las parcelas disponibles en todos los polígonos industriales de la Isla, que en muchos casos están siendo ocupadas por actividades no industriales más enfocadas al sector comercial.
El apunte
Liberar locales industriales para construir más viviendas: el caso de la fábrica de Flavio Cavaller
La liberación de fincas y locales del centro de las ciudades que antes se destinaban a diferentes negocios industriales puede venir a mitigar uno de los grandes problemas sociales del momento, el acceso a la vivienda. La conversión de fincas que antes estaban destinadas a actividades fabriles o a talleres para promover viviendas tiene un gran potencial y ya se han vivido algunos ejemplos evidentes de este fenómeno. El más reciente es la promoción de viviendas en el antiguo edificio de la fábrica de calzado Flavio Cavaller, en Ciutadella, que cerró sus puertas definitivamente en 2015. Posteriormente, se tramitó la demolición de la fábrica con el objetivo de convertirla en una nueva oferta de viviendas. En cuanto a la tipología de locales que pueden liberar negocios más pequeños como talleres de pueblo, cabe destacar aquí las facilidades que el Govern ha impulsado para poder reconvertir los locales en viviendas. Son muchos los locales del centro de las ciudades que se han quedado vacíos y que podrían convertirse en una importante bolsa de viviendas.