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Cati Triay y Manolo Coello: de inundarse su casa en Es Mercadal a ser voluntarios tras la DANA de Valencia

El matrimonio, afectado por la DANA de agosto, ha colaborado como voluntario, igual que ya hicieron en la suya de Es Mercadal

Manolo Coello y sus hijos Nacho y Francesc.

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Aprovechando que tenían dos semanas libres, Cati Triay y Manolo Coello decidieron viajar hasta Valencia para pasar ese tiempo junto a sus hijos Nacho y Francesc, quienes estudian en la Universitat Politècnica de València. Así pues, la familia mercadalenca al completo ha vivido desde la capital la DANA que ha asolado la región sur de la ciudad.

Aunque la magnitud del desastre es mucho mayor y no es comparable, los Coello Triay recordaron la gota fría que vivieron en Es Mercadal el pasado 15 de agosto, cuando el torrente que atraviesa el pueblo se desbordó y su casa quedó inundada. «Nuestra casa está bien en el torrente y el agua alcanzó un metro y medio de altura. Nos dejó lodos, las neveras en medio... pero cuando lo comparas con lo que ha pasado aquí, no es nada. En Es Mercadal había tres vehículos en el torrente, pero aquí se está hablando de unos 50.000 coches afectados. La dimensión es otra», señala Manolo.

Conscientes de la situación, la familia se acercó el sábado hasta la Ciudad de las Artes y las Ciencias para sumarse a los miles de voluntarios, en su mayoría «jóvenes estudiantes». Estuvieron esperando en la cola desde las 7.30 hasta las 12 horas, cuando entraron en el bus que les llevaría hasta un barrio de Aldaia a iniciativa de la propia chófer. «Nos llevaron hasta el centro comercial de Bonaire, donde todas las necesidades estaban cubiertas, así que la chófer    nos propuso llevarnos hasta otras zonas donde ella sabía que aún no había llegado la ayuda. Se comprometió a llevarnos hasta allí y luego recogernos», explica Manolo.

Durante el trayecto de 35 minutos en bus, el vecino de Es Mercadal explica que se ve «todo devastado desde que uno sale de Valencia capital». «Coches destrozados dentro de los torrentes, árboles tumbados, contenedores que hay por allí y toda clase de enseres que puedas imaginar. La vegetación no existe», describe.

En esta barriada de Aldaia, cercana al polígono, limpiaron un restaurante en el que se concentraba «una capa de lodo de 20 centímetros» de espesor. Ya a las 17 horas llegó el bus que les recogió y les llevó de vuelta a la capital, tal y como había prometido su chófer. «La noche se complica mucho allí», añade Manolo.

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