Catalina Pons Seguí (Ciutadella, 1971) acaba de renovar, por cuatro años más, como presidenta de la Federación Agraria y Ganadera de Menorca (Fagme), y lo hace con ilusión, con el objetivo de seguir trabajando por y para el campo menorquín. La madona de Son Quart valora positivamente la evolución de la asociación, teniendo en cuenta que «hemos pasado de unos 90 a 170 socios».
¿Cómo valora este crecimiento?
—Muy bien. Han sido años de mucho trabajo, de estar en contacto con la administración y al lado de los socios, para todo lo que necesiten. Les ayudamos a solicitar ayudas, hacer expedientes, documentaciones, hemos alquilado un local, para tener una sede a la que puedan acudir. Antes nos reuníamos en la Gestoría Pons Anglada, porque Juan Pons fundó la asociación. Era diferente, todo ha cambiado, hay más burocracia.
¿Y en personal?
—También. Contamos con un técnico, Dani Pons, para los temas administrativos, los trámites, está atento a las normativas que salen, al BOIB, a las subvenciones, si hay que hacer inspecciones o asesorar a alguien. También tenemos a Ibai Martínez, que revisa documentaciones y ayuda en la asociación.
¿Lamenta tanta burocracia?
—Luchamos para que el campo vaya mejor, para tener unos precios justos y tiene que haber normativas y hay que hacer bien las cosas, tenerlo todo en orden. Pero que no nos exijan cosas absurdas. Es muy fácil, desde un despacho, decir lo que hay que hacer. Tendrían que venir a verlo y hacerlo ellos, para darse cuenta de que no es como piensan. Con los cuadernos digitales quieren saber las horas dedicados a la siembra en una tanca, las horas dedicadas a labrarla, con qué tractor, con qué segadora o quién lo ha hecho. Que no nos hagan perder el tiempo. Por ahora hemos logrado que no sea obligatorio, pero irá por ahí.
¿Qué retos se plantea usted?
—Seguir adelante, que la gente esté ilusionada por continuar, que haya relevo en el campo, que podamos vivir dignamente.
En los 90, la canción «El camp menorquí» que popularizaron los Sis de Ponent ya denunciaba la precariedad en el campo... Parece que poco ha cambiado.
—Siempre hay dificultades, vamos aguantando. Siempre va cerrando algún lloc, pero también es verdad que de vez en cuando se abre alguno. En Menorca todavía tenemos algo de relevo generacional, pero cuesta mucho, porque el campo no se valora como toca. La gente tendría que mentalizarse de que vivimos del campo, que todo sale de ahí, desde una lechuga, a un huevo, un lácteo, carne, verdura, fruta. Y si salen unas ayudas para el campo, estamos mal vistos. Ojalá tuviéramos precios justos y no necesitáramos subvenciones. Duele mucho ver que aquello que te pagan mal se venda a precios mucho más elevados en el supermercado. Cada intermediario le carga lo suyo y cuando vas a comprar vale mucho más. Pasa con la carne, con todo.
¿Cómo ha evolucionado el precio de la carne?
—Ahora, ha subido un poco, pero vas a la carnicería y ha subido una barbaridad, en cambio, los sueldos no han subido igual. Hace 40 años, por un ternero de frisona de una semana nos daban 30.000 o 32.000 pesetas y la pasada campaña se vendían a 50 o 60 euros, y eran de dos semanas. Y si era un ternero más bueno, mezclado con charolés, belga, costaba 40.000 o 45.000 pesetas y ahora se vendían a 200 euros.
¿Y el precio de la leche?
—Sigue siendo la industria quien lo marca. Ahora está sobre los 46 céntimos y algunas lo pagan a 44 y 42. Si no tuviéramos las ayudas no podríamos vivir, y trabajamos un montón de horas, los 365 días del año. Porque hay que estar ahí mañana, tarde y noche, y no salen los números, suerte de las ayudas.
¿Siguen disconformes, pues?
—Nadie se puede meter con los precios del otro, pero tenemos que ser conscientes y tenemos que escuchar al otro y valorar que hacemos un producto de calidad, que se tiene que pagar, no se puede regalar, porque si no entramos en una guerra de precios, los unos contra los otros.
¿Los excedentes influyen?
—Sí. Gracias a la promoción y a los puntos de venta directa se vende más queso. Pero tenemos que ser conscientes de que no se puede producir un excedente, hay que elaborar lo que sepas que vas a vender, si sobra bajará el precio. Es mejor producir menos y darle valor añadido. El queso artesano con denominación de origen es muy bueno, ganamos concursos a nivel nacional y mundial, y hay que saberlo mantener, no se puede regalar, implica muchas horas de trabajo, desde que se ordeña, cuidar la calidad de la leche, el proceso de elaboración, tener instalaciones adecuadas. Tiene su valor.
¿El Provilac ha sido salvador?
—Ha ayudado mucho. Ha permitido cobrar algo más y que la gente pudiera aguantar. Pero aún así, a la larga se cerrarán fincas, por desgracia, querría equivocarme. Este año no se ha cerrado ninguna, solo habrá cambio de payés en dos llocs. Pero depende también de los propietarios. Para heredar una finca hay que pagar mucho y muchas se ponen a la venta, y eso es un problema, supone cerrarlos.
¿Los nuevos propietarios foráneos mantienen la actividad?
—La mayoría de franceses que compran un lloc lo quieren para tener una residencia tranquila, sin actividad. Los hay que plantan olivos, pero tardan mucho en crecer... Y si no cuidas la tierra no dará sus frutos. Me preocupa, es evidente que tiene que haber de todo, cordero, vaca, leche, queso, vino, aceite, carne, pero hay que cuidar el campo.
Un problema de las fincas son los plásticos agrícolas, para el silo.
—Tuvimos una reunión con el Consell. Los llocs pagan tasas, reciclan como cualquiera, pero tenemos ese plástico añadido, que no nos dejan ni quemar, ni llevar a un Punto Verde. Alguien tendrá que recogerlo. Se encargaba el área de Medio Ambiente del Consell, ahora parece que tiene que ser Agricultura. Estamos en este punto. Las tres OPA [organizaciones profesionales agrarias] preguntamos a nuestros socios qué cantidades de plástico tienen, para saber de cuánto hablamos y, así, poder sacarlo del mejor modo posible.
¿Se puede prescindir del plástico?
—Las balas se tienen que hacer y no todas las fincas tienen espacio para hacer el silo, además, si se hace así, se estropea. La bala es lo mejor y facilita el trabajo. Pero estamos en contacto con el Consell para buscar una solución.
¿Hay predisposición?
—Sí, ven que es necesario y no podemos tener este material acumulado en el campo.
Tras las elecciones, el nuevo Govern mantuvo al director general de Agricultura, Fernando Fernández. ¿Ha sido positivo?
—Sí. Sabe mucho, le gusta, venía de la Península, lo ha vivido. Se interesa, te envía informaciones un sábado, un domingo, se le puede preguntar por cualquier tema, le sabe mal si no logra cumplir los plazos que había dado. En puestos como el suyo hay que entender mucho, tiene que estar con nosotros, pero a la vez con el Gobierno estatal y con Bruselas, y domina. Y transmite que Menorca no es igual que Mallorca, y mucho menos que España y Europa, y que no se nos puede medir del mismo modo, tiene que haber normativas amplias, pero diferentes según la zona, y hay que defenderlo.
menorquinaSolo tienes que mirar el campo, ves algún árbol frutal o verduras. No, todo es comida para ganado.