Luis, de 78 años, y su mujer María, de 76, son un matrimonio jubilado que busca un hogar definitivo en Menorca, donde hace años que reside su hijo. Originarios de Madrid, no lo están teniendo nada fácil, incluso han puesto un anuncio en este diario con la esperanza de que algún propietario les contacte, pero «solo hemos recibido una llamada y me han pedido que envíe mi curriculum por correo electrónico», explica Luis.
Y es que la búsqueda de una vivienda se parece cada vez más a la laboral, hay que pasar una serie de pruebas y que tu perfil, después del casting de solicitantes y de presentar los avales de solvencia económica, encaje con la oferta, que es casi inexistente en la Isla a estas alturas del año.
La pareja llegó en septiembre de 2024 y después de una ardua búsqueda consiguieron una vivienda en Es Castell, pero solo para el invierno, en junio deben abandonarla. En el camino tuvieron tropiezos, explica Luis, «encontramos un piso, tomamos incluso medidas para amueblarlo, pero luego se echaron atrás, eso era un viernes y nos llamaron el sábado, nos dijeron que lo necesitaban para un familiar, eso nos ha pasado en muchas ocasiones».
Deben dejar la casa en la que viven, donde están contentos y pagan, afirma, una renta razonable cuya cifra no desvela, pero que no pasa de mil euros. Es el trato con sus arrendadores, que en septiembre podrán regresar, pero ellos quieren algo más estable. Como de momento no han encontrado nada en Maó, Es Castell o Sant Lluís, «ahora vamos a probar hacia la costa, a ver si alquilamos algo para el verano y luego regresamos», apunta este autónomo retirado.
Por su experiencia en la búsqueda asegura que los pocos alquileres que hay rondan los 1.000 o 1.200 euros mensuales.
Han venido sabiendo lo que había. Al fin y al cabo como ellos muchos y son los que han reventado el mercado. Su hijo que les haga un sitio y sino siempre les queda Madrid.