Nubarrones en plena temporada para la restauración menorquina. La caída del poder adquisitivo de los turistas está castigando a un sector que sirve para tomar la temperatura del negocio estival más allá de los hoteles. Ya entrada la cuarta semana de julio, los restaurantes califican uno de los meses estrella del verano de «muy flojo», «mucho peor que el del año pasado» e incluso «desastroso» y apuntan al efecto del alojamiento con régimen de todo incluido y al cambio de perfil del visitante como grandes causas del fenómeno, aunque sin evitar la autocrítica.
Las percepciones recabadas por este diario muestran una unanimidad inusual y no se limitan a una zona turística determinada y sus circunstancias. De Cala Galdana a Arenal d’en Castell, de Son Bou a Los Delfines, de Sant Tomàs a los centros de Maó y Ciutadella, la versión es siempre la misma: hay menos clientes, los que hay se miran la carta con lupa y ni mucho menos ha hecho falta reforzar las plantillas para afrontar la temporada alta, hay locales que prefieren cerrar el día de descanso de personal a contratar para cubrir libranzas.
«Lo de este verano está siendo una especie de masacre. No estamos teniendo los resultados que mínimamente podríamos esperar», explica Juan, del restaurante El Viejo Timón, en la urbanización Los Delfines de Ciutadella. «Viene menos gente y la que viene no trae dinero, julio está siendo desastroso». Como muchos de los aquí consultados depende mucho de los hoteles de su zona turística y señala que «el todo incluido nos está haciendo mucho daño y este año es un turismo de bajo nivel, un cliente más de bebida que de comida, para entendernos, está faltando turismo nacional, si hay, no se le ve». Aunque también subraya que «deberíamos hacer todos un poco de autocrítica, hemos tenido que ir subiendo precios y esto acaba como acaba, hay que ser conscientes de lo que damos y lo que cobramos».
Perfil de los turistas
Desde Son Bou, Andrés, del Restaurante Compostela, agradece la llamada porque «aquí da la sensación de que está siendo una temporada espléndida, pero es todo lo contrario, viene menos gente y el gasto es muy inferior al de otros años». Sobre las causas considera que en buena parte tienen que ver con el cambio en el perfil de los turistas. «A los alemanes ni se les ve, la presencia de ingleses ha bajado mucho, lo que está abundando este año son los portugueses, que tienen mucho menos poder adquisitivo». Se dedican a los carnes y a los pescados y «hay mucha gente que lo que busca es plato combinado, tortillas, que pasan por la noche y te piden si haces bocadillos».
Explica que se trata de una realidad generalizada en la zona y también apunta a los hoteles: «Yo creo que han hecho ofertas para llenar sus establecimientos atrayendo a un tipo de cliente que apenas gasta fuera o hacen el gasto mínimo». En su caso asegura que «no hemos podido repercutir en el precio la subida de los costes».
Lo mismo perciben en una de las grandes urbanizaciones turísticas de la costa norte, Arenal d’en Castell. César, del Restaurante Viva La Pepa, situado al pie de la playa, lamenta que «el año pasado teníamos lleno prácticamente todos los días y este solo en fin de semana». También en su caso nota un descenso de la afluencia que atribuye al tipo de cliente de los alojamientos de la zona.
«Dependemos mucho de los hoteles y este año hay poco inglés, más portugués y francés. No salen. Se quedan en el hotel y apenas gastan fuera». En cuanto al personal es rotundo: «No hemos reforzado plantilla, con la que tenemos nos basta».
Los mismos que en mayo
Nos vamos ahora hasta Cala Galdana para hablar con Lluís, del Restaurante S’Escopinya. Idéntico discurso. «Hay menos gente y gasta mucho menos. La gente se cuida mucho del gasto, si pueden pasar con un agua no piden dos cervezas». Explica un problema que se eterniza en la zona, el de la falta de aparcamiento: «Antes teníamos muchos clientes de paso, ahora dan vueltas y vueltas y se marchan». Afirma que tienen la misma plantilla que en mayo y que no la amplían para temporada alta. «El año pasado ya sufrimos un poco con eso».
Lo que parece es que para muchos la temporada está yendo de más a menos, azuzada en sus inicios por un turismo con mayor poder adquisitivo y aguada ahora por un visitante low cost. Son muchos los que toman los supermercados como indicador. «La gente está viniendo sin dinero, solo hay que ir al Lidl o al Mercadona a primera hora y ver cómo están. La gente se queda en casa». Es la voz de Pachi, del Restaurante Ca’n Pota del centro de Maó, que admite que «en mayo reventamos el negocio, junio nos dio un toque y julio no se parece en nada al año pasado. Aquellos agobios que teníamos el año pasado, con gente esperando, no lo vemos, la gente viene pelada, miran y se van». También arguye dinámicas propias de su zona, con días buenos y malos en función de la meteorología, y rechaza el victimismo: «Nosotros vamos haciendo, vamos trabajando y no me quejo».
Acabamos en el centro de Ciutadella, tratando de no mezclar un problema generalizado con las consecuencias de la peatonalización de Es Born. Hablamos con José Bosch, del Espai Gastronòmic Ses Voltes y presidente la Asociación Empresarial de Hostelería y Restauración de Menorca (CAEB). Confirma que «la caída de ingresos por el descenso del ticket medio es la tónica general» en el sector. Apunta que «después del gasto en el desplazamiento y en el alojamiento al turista le queda poco dinero y se está notando mucho». Asegura que no se trata de un problema exclusivo de la restauración. «Es el comercio también está pasando».
El apunte
Supermercados llenos, un síntoma del aumento del turismo ‘low cost’
Las claves
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Los restaurantes notan una caída sustancial de la cuenta media
Los restaurantes no solo notan que cae la afluencia de clientes, también una caída importante en el ticket medio, «la gente gasta lo mínimo».
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Señalan a la bajada del nivel de los clientes que se alojan en hoteles
Son mayoría los restauradores de zonas turísticas que dependen del cliente de hotel y este año perciben que tienen una menor capacidad de gasto.
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También hacen autocrítica por los alto precio de ir a comer fuera
Algunos restauradores no rechazan la autocrítica y subrayan que los altos precios a veces no se corresponden con la calidad del servicio.
Blanc pescador 22€, calamares a la andaluza congelados 17€, 4 croquetas congeladas 12€. Precio en casa 10€