El periodista Javier Salas Quesada es jefe de la sección de Ciencia, Tecnología y Salud y Bienestar en el diario El País. Antes, trabajó en Informativos Telecinco y en el diario Público. Ha recibido, entre otras distinciones, el Premio Nacional Doñana al Desarrollo Sostenible, el Ortega y Gasset y el Kavli Award de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia.
En el marco de la XXXVI Escola de Salut Pública, ofrece la charla abierta al público «La desinformación es la nueva normalidad: cómo nos la coló la industria de la mentira». Será el jueves 18 de septiembre a las 20 h en la sede del Consell Insular de Maó.
También interviene como profesor del curso «Comunicar ciencia en tiempos de desinformación: del rigor a la viralidad», con el objetivo de mejorar el conocimiento de la salud pública entre la ciudadanía. La comunicación aquí tiene el reto de ser rigurosa y de lograr que las personas adopten las conductas más convenientes para su salud, afirma.
-¿Cómo es la nueva normalidad informativa?
—Siempre ha habido bulos y mentiras; es algo natural en el ser humano y un hecho casi inherente al poder político. Pero hemos llegado a un punto en el que ya no tenemos un concepto de realidad compartida donde podamos debatir todos sobre lo mismo. Y en el nuevo ecosistema de obtener información, con cantidades ingentes, podemos encontrar ya más mentiras que verdades. La desinformación se ha establecido como una normalidad.
¿Qué explica el éxito de un bulo?
—Lo más peculiar de los bulos es que siempre tienen una patita en la realidad; siempre necesitan una media verdad para presentarse como algo sólido.
¿Hay perfiles más vulnerables a la desinformación?
—Inicialmente, se pensaba que eran los jóvenes, porque están más expuestos a las redes sociales. Sin embargo, se está descubriendo que podría afectar más a las personas mayores, al estar menos inmunizadas frente a determinadas formas de información que circulan por internet, como memes, etc.
Pero todos somos vulnerables a la desinformación, porque detrás hay un componente psicológico importante. En cierta forma, todos somos un poco terraplanistas, en el sentido de que cada cual tiene su talón de Aquiles o debilidad en algo, que estamos dispuestos a creernos siempre.
¿Nos pone ejemplos?
—Cuando somos muy de un equipo de futbol, o muy de un partido político. Por lo que sea, siempre hay una tendencia a creernos más lo que nos conviene. Y curiosamente, gente muy informada sobre algo tiene más herramientas para llevar el ascua a su sardina, haciendo razonamientos complejos bien hilados
Los algoritmos, segmentando información en base a nuestras preferencias previas, tampoco ayudan a la pluralidad.
—Los algoritmos están diseñados conociendo a la perfección la psicología humana. Expertos como Mark Zuckerberg, con su papel en los algoritmos que impulsan las plataformas de Meta (Facebook, Instagram, etc.), tienen esta psicología humana muy estudiada, y consiguen que sigamos mirando el móvil o sus redes sociales conociendo lo que nos engancha, generando engagement.
Como periodista de ciencia, ¿cómo consigue hacer creíble la información?
—Ahora, la gente desconfía por completo de los medios y de los periodistas, y una manera de recuperar la credibilidad es que la audiencia vea que le estás contando todo lo que hay y toda la variabilidad de opiniones.
Volver a la esencia del periodismo.
—Sí, pero la gente no sabe que un periodista necesita a lo mejor dos semanas para hacer un reportaje. Deberíamos hacer más visible la forma que tenemos de trabajar y el tiempo de preparación que hay detrás de cada pieza informativa.
¿Qué puedo hacer como ciudadana para no contribuir a los bulos?
—Dedicar unos segundos a pensar ante cualquier relato. Ha circulado estos días una imagen muy bonita de barcos con banderas palestinas como la flotilla que va a Gaza por el Mediterráneo para desbloquear la ayuda humanitaria. Una imagen falsa, con más barcos de los que son, creada por Inteligencia Artificial (IA). Aunque sea por un buen motivo, la pregunta es si conviene difundir esta imagen falsa generando desinformación.
Y por otro lado, aconsejo ser original con opinión, más que reenviar sin más lo que nos llega en redes sociales o por WhatsApp.
¿Cuáles son los retos de la comunicación en la salud pública?
—El gran caballo de Troya son los falsos estudios científicos generados por parte de cierta industria alimentaria o por tabacaleras. Por no hablar de ministerios como el de la Sanidad de los Estados Unidos, capaces de fomentar mensajes contrarios a lo más básico de la salud. Combatir este tipo de bulos todavía es mucho más complicado.
El de la salud es un terreno muy proclive a los bulos, con recetas milagrosas.
—En redes sociales no se han tumbado mensajes de recetas contra el cáncer en manos de charlatanes. Con la nueva administración Trump, con el pretexto de la libertad de expresión, se permite que lleguen ideas peligrosas a todo el mundo. Y lo de la censura a esta libertad de expresión es muy complejo.
¿Su curso en la Escola de la Salut Pública va destinado a que cuantos más profesionales sepan comunicar ciencia, mejor?
—Lo importante, aparte de ser rigurosos, es ser persuasivos, conseguir que la gente haga las cosas que más les convienen para su salud: para que no fumen, coman sano y salgan a andar. O como dicen los expertos en salud pública, que la decisión fácil sea también la más saludable.
El perfil que relata, está claro...es el suyo.