Se avecina un largo y duro invierno. Lo que podría advertirse como el título de una ficción novelesca, se ajusta sin embargo a una rabiosa realidad; la que aguarda, entienden desde el sector, a la restauración menorquina una vez venza la presente temporada turística.
La presión fiscal u otros impuestos, cada vez más gravosos; costes de gas o electricidad, también al alza; el nuevo convenio laboral balear, aprobado durante este 2025, además de la reducción de la jornada laboral, que no deja de ser, entienden los empresarios, una subida encubierta; la ausencia de suficiente personal cualificado, por lo antes citado, como también debido al problema de la vivienda y a que muchos profesionales estiman que les rinde más trabajar seis meses y cobrar del paro los otros seis que no permanecer activos todo el año–; el encarecimiento de la materia prima, en tanto que el precio de los alimentos se ha desorbitado, lo que redunda en la factura al cliente, aunque también en los márgenes de beneficio...
La combinación de causas es amplia y variada para un denominador común, que es lo complicado que se presume en la actualidad poder mantener un restaurante abierto en Menorca a lo largo de todo el año.
No en vano, cada vez son más los locales que optan por concentrar su labor en los seis meses de temporada estival, praxis antes inherente a los locales radicados en urbanizaciones o enclaves de reclamo turístico, ahora ya tendencia en muchos de los que se alojan dentro de los municipios. Y por lo que admiten varios empresarios del gremio, «eso irá a más».
Así le consta a Toni Sansaloni, propietario del Restaurante Rías Baixas de Ferreries y presidente de la Asociación de Cafeterías, Bares y Restaurantes de PIME. «Sí, hay gente que se lo está planteando», admite, confirmando la problemática de «encontrar personal y poder cumplir con los horarios» como dos de las claves de la coyuntura.
«Lo que se hace es reducir mesas o plantilla, pero cuando ves que no te compensa, pues cierras», sigue Sansaloni, quien en ese sentido ya hace algún tiempo que trazó un paso. «Hicimos números y abrimos todo el año, pero a partir de noviembre y hasta que empieza la temporada, solo al mediodía, por la noche cerramos», explica.
«No es extraño»
Josep Bosch, impulsor de Ses Voltes Espai Gastronómic, en Ciutadella, y presidente de la Asociación de Hostelería y Restauración Menorca CAEB, «tampoco» se muestra extrañado de que varios locales de ‘toda la vida’ vayan a cerrar medio año. Bosch, quien además por medio de estas páginas, en un pasado reciente, no ha negado su percepción de que la Isla se asoma «el fin de la restauración popular y accesible», suscribe el discurso de su colega, y desde un punto de vista eminentemente práctico.
«El restaurador hace números y no le dan ninguna facilidad; te obligan a contratar fijos discontinuos, que deben parar dos meses, cuando no sabes lo que facturarás... y a veces ofreces dos semanas de trabajo, y al empleado te dice que no, pues le complicas cobrar el paro». Y cita Bosch un simple cálculo. «Un restaurante que abre todo el día debe facturar 1.500 diarios, eso con el personal mínimo, y no es fácil. Si un día haces 500, al otro tienes que hacer 2.500... cuando esas cuentas no salen, y cada vez es más complicado, pues cierras medio año. Antes, en ese oficio se ganaba dinero, ahora es imposible ofrecer los mismos servicios».
Y ahí va la reflexión de un tercer restaurador, instalado en el centro de la Isla, que prefiere mantener el anonimato. «Se llegará al punto de no poder ir a un restaurante en diciembre, enero o febrero, lo que es curioso, cuando lo que se pretende es alargar la temporada más allá del verano u ofrecer algo más que solo y playa». Lo dicho, se avecina un largo y duro invierno.
Moriremos de éxito es un final de ciclo ya a pasado todo se repite los bares y restaurantes cuando estamos en crisis son prescindibles para los ciudadanos como muchas otras cosas pero es un síntoma de agotamiento de un sistema caduco y falso que llevamos años sufriendo es necesario salir del bucle y empezar a diversificar de manera urgente en ningún país del mundo se puede vivir trabajando solo siete meses y el resto trapicheando o cobrando subsidios.