La primavera ha llegado con cierto retraso y haciéndose el remolón, pero ha valido la pena, el campo luce una estampa cargada de vegetación y colorido. El paisaje menorquín es estos días un paraíso cromático.
Las lluvias generosas de abril y los chubascos de los primeros días de mayo han obrado un milagro para el que la naturaleza ya está dispuesta. El resultado es un regalo para la vista, el campo en todo su esplendor.
Para los profanos de las plantas la belleza apunta y desborda en los racimos y flores singulares que brotan espontáneamente, los expertos reconocen especies tan características como "paisflors del camp", "bolitx", las espectaculares y rojísimas amapolas, "pom de moro", "enclóver", "botó d'or" que se levantan junto a las paredes de piedra, las orillas de caminos y carreteras o que invaden y amenizan de color las "tanques" sembradas de avena y cebada .
El espectáculo es gratuito y sólo dura unos días, una invitación para echarse al campo antes de que el sol, que ayer ya calentó con fuerza, imponga el ciclo del verano.