Son ya 25 los contenedores contra los que había atentado hasta la noche del lunes el pirómano de Ciutadella, de los 518 distribuidos por el Consorcio de Residuos en todo el término municipal. Por eso lo persiguen distintas dotaciones de la Policía Local y de la Policía Nacional desde el miércoles, sin que por el momento hayan podido atraparlo.
Los mandos de ambas fuerzas se reunieron ayer por la mañana para evaluar la nueva noche de fuego que protagonizó el incendiario el domingo, y coordinar el dispositivo que pusieron en marcha ayer, con un total de 16 agentes repartidos entre los dos cuerpos. Antes de la media noche del domingo, el pirómano consiguió quemar otros dos recipientes más, en la calle Sant Antoni Maria Claret, y otro en Sa Bassa, en Son Blanc, con lo que su balance fue de 8 recipientes que se sumaron a los 17 dañados entre el miércoles y el propio domingo.
La Policía Local mantiene los 8 agentes que patrullan dedicados, prácticamente en exclusiva, a la detención del pirómano, mientras que la Nacional también incorporó a otros 8 policías a este servicio, cuatro de ellos actuando de paisano. Antonio Prado, jefe de la Nacional, e Ignasi Camps, de la Policía Local, coordinan el dispositivo con patrullas y varios puntos de control en el término municipal. Joan Gorrías, responsable de los bomberos, dispone de cuatro efectivos en el turno más dos semiprofesionales que se bastaron, con un camión, para sofocar los contenedores quemados el domingo.
Existen sospechas, pero hasta ahora la colaboración ciudadana y las investigaciones policiales no han dado resultado. El incendiario actúa con sigilo, es decir, no utiliza gasolina o cualquier otro combustible para provocar una explosión rápida que facilitaría su identificación. Le basta con introducir una bola de papel o un trapo ardiendo para que prenda el contenido y tener tiempo de abandonar el lugar sin despertar sospechas.
Prueba de ello, por ejemplo, revela el jefe de la Nacional, Antonio Prado, son los tres que quemó el domingo frente al Bar Bananas a una hora en la que el establecimiento estaba lleno de clientes viendo el fútbol, y nadie pudo advertir su presencia.