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La Policía Local no advirtió desorden tras el crimen del jacuzzi

duardo Enrique E.R. permanece en la cárcel de Menorca desde su declaración ante la juez | Sergi Garcia

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Los policías que acudieron a la nave de la calle Bijuters, de Ciutadella, el 18 de julio de 2018, no advirtieron ningún desorden, ni tampoco botellas de alcohol ni indicios de que allí hubiera ocurrido una fiesta desmadrada como afirmó el marido de Elizabeth Pimentel Montilla, la mujer que hallaron muerta junto al jacuzzi de plástico en el interior de esa construcción tras recibir la llamada del propio esposo. Este aseguró que despertó tras la juerga mantenida con su mujer, ambos venezolanos, y la halló sin vida en el recipiente.

Así lo ratificaron los nueve agentes locales que comparecieron entre el lunes y el martes ante la juez del Juzgado de Instrucción número 2, de Ciutadella, Belén Velázquez, en presencia de la fiscal, Reyes Miñambres, y el abogado del acusado, José de Juan López. Todos repitieron lo manifestado ante el instructor del atestado, por lo que se cuestiona la coartada del esposo, en prisión, acusado de asesinato con premeditación. Este explicó que los dos habían consumido drogas y alcohol en una noche de todo tipo de excesos. Fue el propio marido quien supuestamente sacó el cuerpo sin vida del jacuzzi y lo colocó junto al recipiente como lo encontraron los policías. Una de las hipótesis que se barajan desde el principio es que el esposo hubiera manipulado el cadáver.

Las dos jornadas de citaciones a personas allegadas a la víctima del presunto crimen se completaron con la declaración de las dos vecinas que la pareja tuvo en Ciutadella, una de ellas en el casco urbano, y la otra en un apartamento superior a la nave del polígono en la que vivían cuando se produjo el suceso.

La mujer de Ciutadella corroboró que escuchaba golpes y gritos con cierta frecuencia en la casa de la pareja. Incluso reveló que en una ocasión acompañó a Elizabeth Pimentel al centro médico después de que su marido le propinara una paliza.

En cuanto a la mujer que vivía sobre ellos en la nave, aseguró que la noche del suceso no escuchó ningún ruido sospechoso que procediera de la planta inferior y que apenas se cruzaba con la pareja, cuyos horarios de trabajo, al parecer, eran poco convencionales ya que él se dedicaba a la venta ambulante de refrescos y al alquiler de barcas sin patrón, y salía de la nave de madrugada.

La otra persona que declaró fue un conocido de la pareja, residente en Maó, con el que tanto él como ella habían trabado amistad. Lo conocieron en alguna de las playas en la que trabajaban. El hombre, como ya declaró ante el instructor, dijo que nunca advirtió un comportamiento anormal en el matrimonio.

La instrucción sigue adelante, por lo que es posible que deban declarar otros conocidos de la pareja. El testimonio fundamental debería ser el de la amiga venezolana que estaba en la nave la noche en la que murió Elizabeth pero aún no ha sido localizada.

La mujer declaró tras el suceso que temía al marido de Elizabeth pero que aquella noche se había ido a acostar mucho antes y no se enteró de lo sucedido hasta que él la avisó. La grabación del móvil de la víctima la relaciona con el supuesto crimen ya que se escucha al marido dirigirse a ella diciéndole que la deje morir cuando su esposa ya estaba agonizando.

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