Una temeridad al volante, un despiste propiciado por la ingesta excesiva de alcohol ha provocado un serio problema al Ayuntamiento de Maó porque esas circunstancias desencadenaron un peligroso accidente que no ha arrojado ningún herido, afortunadamente, pero sí unos daños materiales que resultarán cuantiosos.
El vehículo, Dacia Sandero, conducido por un hombre español de 55 años acabó causando un auténtico estropicio. Destrozó 23 metros de la histórica balaustrada que adorna este hermoso paraje de Maó. En esa longitud, dividida extrañamente en dos tramos, han quedado derruidos 60 balaustres de la barandilla y otros 20 han perdido su parte superior, aunque estas cifras aún pueden incrementarse porque es posible que haya desperfectos en otras que aún no se han apreciado.
El Consistorio dispone de algunos balaustres que quedaron en stock en su última reposición parcial, pero muy lejos de los que van a necesitarse. Deberá contratar a una empresa que dispone del molde, según explicaron fuentes municipales, la construcción de los necesarios, según el estudio pertinente al que seguirá el correspondiente proyecto.
La reparación no podrá ser de forma inmediata por razones obvias. La Policía Local ha anulado los aparcamientos de ese tramo para facilitar el paso de los peatones y mantiene acordonada y vallada la zona afectada. A continuación se retirarán los restos de ruinas del entorno y paralelamente se hará la contratación de la obra.
El apunte
La ornamentación actual forma parte del proyecto de remodelación inaugurada en 1953
La ornamentación que incluye la balaustrada parcialmente derruida, formó parte de la remodelación inaugurada en 1953 como Avenida de la Victoria, aunque popularmente se la conocía como la Costa de na Gilda. En el mismo lugar habían coexistido desde el siglo XVIII dos cuestas con sucesivos nombres como Rampes de la Marina, Cuesta Vieja y Rampa de la Abundància.
Fue el entonces arquitecto municipal Josep Maria Claret, quien la diseñó en los años 50 con el objetivo de crear un espacio amplio con una avenida sinuosa.
Desde 1985 se denomina Costa de ses Voltes, con los elementos arquitectónicos que la convierten en emblemática. Se presenta envuelta en una zona verde, el Parc d’en Rochina, en homenaje a su primer jardinero, con lo que todo el conjunto mantiene un carácter propio y fiel a la idea de su diseñador.