La arqueóloga Majo León fue este viernes la persona encargada de pronunciar la conferencia de la fiesta del 9 de Juliol en Ciutadella. Una parte del protocolo que este año se recupera tras tener que ser suspendido en 2020 por una pandemia que todavía azota con fuerza. Prueba de ello es que el acto institucional se volvió a celebrar al aire libre, en el Pati de Can Saura, donde León impartió su lección titulada «De les muralles a l'Obelisc».
Una disertación que ahondó en los trágicos acontecimientos que vivió la ciudad entre el 1 y el 9 de julio de 1558 y que resultó amena y didáctica gracias al enfoque de la conferenciante. «Si analizamos los hechos en clave narrativa nos daremos cuenta de que este suceso que marcó el devenir de Ciutadella contiene los elementos necesarios para convertirse en un bestseller de la narrativa histórica actual», confesó en el arranque.
A continuación hizo un repaso a los protagonistas de esa posible novela: el almirante otomano Pialí Bajá al frente de su armada como el antagonista; y dos personajes destacados: el Capitán Negrete y Pere Arguimbau, los encargados de defender la ciudad y liderar la resistencia, un objetivo recalcó León enfocado de forma diferente por cada uno de ellos. El primero desde «una actitud derrotista, más consciente de la tragedia que se avecinaba»; el segundo más «valiente, sin abandonar la lucha ni de noche ni de día». Todo en una línea temporal que se prolongó durante nueve días hasta que la historia alcanzó «un desenlace funesto e inevitable: el saqueo y la devastación de la ciudad».
Un relato, señaló la conferenciante, que «nada tiene que envidiar», en lo que a elementos narrativos se refiere, a la historia de la popular saga de «Juego de Tronos». «Tanto en Ciutadella como en Invernalia encontramos antagonistas y protagonistas que acaban convirtiéndose en auténticos héroes», defendió la arqueóloga en relación a una historia que «en nuestro caso, no acabará con la batalla final y la destrucción de la ciudad», ya que tal y como recordó cerca de 4.000 personas fueron capturadas y esclavizadas.
Una trama que daría para muchas secuelas, pero León prefirió continuar su narración de la mano de «un protagonista silencioso»: las murallas, junto a sus bastiones, las 25 torres y las cinco puertas que habían marcado la vida de la ciudad desde la llegada de Alfons III. Un repaso en el tiempo a ese proyecto arquitectónico, con su levantamiento, desarrollo y destrucción, sirvió para profundizar en el significado de esos muros de piedra y hablar de la mentalidad de las personas que vivían detrás de ellos. A juicio de León representan un «límite físico, pero también mental. Las murallas separaban el mundo conocido y seguro de lo desconocido y peligroso; separaba la civilización de la barbarie como habían hecho los antiguos muros de las ciudades romanas en tiempos del Mare Nostrum».
Una concepción del mundo que se acentúa después del ataque turco de 1558: «La población se recluye en el interior de la fortificación y mira cada vez más adentro» instaurándose así «una concepción defensiva de la vida», algo, explicó la arqueóloga, que «no iba a durar para siempre» gracias a la entrada de Ciutadella en el siglo XIX, con el derribo de las murallas durante de ese periodo.
«La demolición fue fruto de una necesidad vital, de un sueño colectivo de imaginar una nueva Ciutadella», aseveró la conferenciante sobre la ciudad, que desde 1859 contaba ya con un nuevo emblema, la pirámide del Born, «un símbolo de la construcción del mito de la Ciutadella heroica y resistente».
León acabó su intervención reconociendo que el cambio más importante que supuso el derribo de las murallas «lo protagonizaron sus habitantes, la desaparición de los muros que recluían a la población implicaron un cambio en la manera de pensar. El límite físico desapareció y con él también el mental. El horizonte se amplió hasta el infinito y con él las posibilidades de cambio y progreso».