Cita, para repasar situación y para diseñar la estrategia de la Alianza para la próxima década. El vertiginoso ritmo de nuestro mundo no permite alargar más el horizonte.
Los mandatarios de los 28 países que la conforman, muchos de los cuales se dieron cita hace unos días en Seúl con el G-20, se reúnen este fin de semana en Lisboa para aprobar un nuevo Concepto Estratégico sustitutivo del vigente de 1999, cuando la Alianza estaba formada por sólo 18 miembros.
En la Cumbre Estrasburgo-Khel (abril 2009) se solicitó al secretario general, Rasmussen, que redactase la propuesta del nuevo enfoque estratégico. Un equipo dirigido por Madelaine Albright con once expertos, entre los que se encuentra nuestro embajador Fernando Perpiñá, se ha encargado de redactarlo. Las rondas de conversaciones, las consultas y los borradores utilizados permiten conocer bien el documento que se presentará a aprobación el día 20.
«El horizonte 2020 se presenta incierto e imprevisible, aunque se mantengan amplios motivos de confianza en la Alianza», que «debe marcarse una guía clara que permita decidir misiones fuera de área, evitando largas discusiones», «sin ambicionar aquello para lo que no esté preparada». Recuerda el documento que la Alianza no es la única respuesta. Su carácter regional debe respetar el global que corresponde a Naciones Unidas. Y a pesar de que sigue apoyándose en el coercitivo Artículo 5º (el ataque a un miembro será considerado ataque a todos), no renuncia al «uso creativo y regular de las consultas» que prevé el artículo anterior.
La tendencia de la OTAN a ampliar espacios estratégicos se materializa mediante asociaciones como los PfP, el Diálogo Mediterráneo o la Iniciativa de Cooperación de Estambul, o simplemente con socios de carácter operacional como Australia, Nueva Zelanda, Corea o Japón o bien buscando la aproximación de instituciones como la UA, la OEA o el Consejo de Cooperación del Golfo y abierta siempre a la incorporación de países emergentes.
Pero además, la Cumbre abarcará multitud de temas actuales. Como prioridad indiscutible, la guerra de Afganistán en la que la Alianza está fuertemente comprometida. Aspectos colaterales inmediatos serán Pakistán, los errores cometidos en sus fronteras, las rutas que alimentan el conflicto desde el Océano Indico, sus relaciones con la India y el efecto provocado por las insinuaciones de un Obama ofertando un puesto permanente en el Consejo de Seguridad. Por supuesto latente en Lisboa el estancamiento en Oriente Medio que ha obligado a suspender la también la Cumbre de la Unión por el Mediterráneo que iba a celebrarse en Barcelona; el apoyo norteamericano a Turquía para que se integre en la UE; la ampliación de la Alianza a nuevos miembros; la situación en el Cáucaso, etc. Para asegurar el ritmo de incertidumbre, entre Seúl y Lisboa se han atisbado crisis financieras en Irlanda y en el propio país anfitrión, Portugal. Francia ha desencadenado una remodelación de Gobierno que se ha llevado puestos a sus Ministros de Defensa y de Exteriores. España aparecerá también con nueva ministra de Asuntos Exteriores. Inglaterra anuncia drásticos recortes en Defensa a la vez que diseña políticas operativas combinadas con Francia. Holanda sigue sin comprometerse más con Afganistán, cuando Alemania sostiene con pulso firme a su opinión publica adversa, mientras se prolongan los plazos de la deseable «afganización» del país asiático.
Reconocido claramente el desplazamiento del centro de gravedad estratégico hacia la zona Asia-Pacífico, los líderes de la Alianza deberán no sólo reconocerlo, sino hacerlo compatible con la necesidad de mantener fuertemente unido el lazo euroatlántico. El periplo recorrido por Obama señala claramente en forma de vector la dirección del desplazamiento: India, Indonesia, Corea, Japón. No hace falta citar a China para comprender que esta ahí.
Aquel espíritu de defensa de nuestras fronteras de Occidente con que se creo la Alianza en 1949 ante la permanente amenaza del enemigo comunista, se globaliza sin querer ser global, se extiende en sus raíces y consecuencias, se abre necesariamente a otras alianzas y responsabilidades. El enemigo es otro. La presencia del presidente ruso Medelev en Lisboa avala claramente la preocupación de todos, sin los telones de acero de antaño. Siempre he repetido que el fin del conflicto afgano pasa necesariamente por Moscú.
Mientras muchos líderes tendrán en sus mentes preocupantes «asuntos internos», en Lisboa se volverá a hablar de disuasión, de prevención, de cooperación, de despliegues operativos rápidos y eficaces, de minimizar las restricciones operativas nacionales (caveats), de la mejora de capacidades. Se volverá a tratar de la forma de consensuar decisiones a 28 bandas. Bajo el lema «OTAN 2020: Seguridad garantizada; implicación dinámica» se pretende reconformar una «Alianza mas proactiva que reactiva» en las tranquilas orillas del Tajo lisboeta. Para los miles de sacrificados soldados que la sirven en Afganistán, la Cumbre debería ser de respeto y respaldo sin fisuras. El objetivo debe ser la eficacia, la cooperación y la integración, sin olvidar que al otro lado de las trincheras hay también –equivocados o no– otros seres humanos con los que hay que cimentar la paz si lo que se desea es una clara victoria.
Artículo publicado en "La Razón" el 17 de noviembre de 2010