Hace tiempo –para el que suscribe, justo desde la derrota en Maó frente al Meridiano Alicante– que el Menorca Bàsquet es carne de LEB. Los cálculos matemáticos le mantendrán en la Liga algunas jornadas más pero su fecha de caducidad aparece impresa en su camiseta. Lo saben todos, desde la zona noble del Pavelló hasta la calle, por más que recurran a los tópicos propios pero nada fundamentados.
El descenso no deja de ser la consecuencia de la escasa competitividad que registra estre grupo de buenos profesionales conducidos por un técnico válido que observa un compromiso intachable con la situación que le rodea sin una sola salida de tono más que su reciente crítica al entorno. Quizás en su debe haya que computar que no levantara la voz mucho antes.
No hay que rasgarse las vestiduras por haber tomado, de inmediato, el camino del regreso a la categoría inferior que era el que realmente le correspondía a este equipo desde su formación. Son Oriol Humet y el propio Olmos, de acuerdo con el presidente, Benito Reynés, los únicos que sabrán si podía haberse construido un plantel más fiable aún con los mínimos recursos a su disposición, una cuestión asumida por todos. Y, en todo caso, correspondía al director general, primer ejecutivo de la entidad, sugerir y promover cuantas medidas hubiesen sido pertinentes para evitar esta descorazonadora realidad.
¿No podía haberse hecho algo más?, se pregunta la resignada afición. Y es que al final de esta temporada que no pasará a la historia precisamente por cuestiones positivas y, salvo sorpresa, supondrá el fin del ciclo Olmos en la Isla, resultará que tanto los propósitos deportivos como los económicos -léase el fracaso en la ampliación de capital o la ausencia de patrocinadores que eleven el poder adquisitivo de la entidad- han quedado lejos de cubrirse. O sea que, desde cualquier perspectiva, el curso tiende a arrojar un saldo lamentablemente negativo porque ni se ha cubierto la recapitalización ni tampoco el equipo ha mostrado el nivel necesario como para evitar un rastro de derrotas sin parangón (nueve consecutivas y sólo una victoria en los últimos dieciseis partidos).
Eso sí, cuanto menos, el equipo aún está en condiciones de asear su campeonato sumando algún triunfo más por propio orgullo y porque la afición, comprensiva, lo merece. De otro modo este Menorca 2010-11 va a pasar a la historia con el dudoso honor de ser el acumulador de más registros negativos en la joven existencia de la entidad en la ACB.