Por edad y méritos me permito incluirte en la escala honorífica de una generación de brillantes comandantes, gente bien formada, con varios idiomas en su haber como tú, vocacional, curtida en Bosnia, Irak y Afganistán. Quizás merecías un grado superior por "méritos de guerra" deportivos, pero no viene al caso. Perdona el tuteo. Entre las gentes de armas es un signo de confianza y acercamiento, no exento de respeto y afecto. Sí, mi comandante Guardiola. Porque has hecho de la sencillez, la honestidad, el trabajo bien hecho y de la responsabilidad, vocación más que oficio. Porque has reforzado el compañerismo y no solamente entre la plantilla. Al irte, has peleado por dejar al frente del Barça a un buen amigo, alguien que entiende el sentido de lo que entraña un club como el vuestro. Lo normal entre nosotros: el segundo jefe se hace cargo de la unidad cuando cesa el primero. Sucesión de mando, la llamamos.
Y como buen mando, has hecho tuyo uno de los primeros artículos de nuestras Ordenanzas, que reza: "El cabo como jefe más inmediato se hará querer y respetar". Lo señala precisamente por este orden: querer y respetar, no lo contrario. Luego, continúa diciendo que "no le disimulará falta alguna de insubordinación e infundirá amor al servicio y un alto sentido de la responsabilidad". Lo has conseguido con sobresaliente. Todos aplaudimos cómo, hace pocos días, atajaste la indisciplina bailonga de dos de tus jugadores en lo que podía interpretarse como una mofa al Rayo Vallecano. "No pasará más", sentenciaste firme.
Nosotros, al sentido de equipo, de piña, le llamamos unidad, palabra que es bien significativa y que engloba corresponsabilidad, disciplina basada en la inteligencia, espíritu de sacrificio. Una unidad no es una suma de soldados o jugadores. Es algo más, que une lo físico –aptitudes– con lo moral –actitudes–. Tú has conseguido ambas. Y entiendes de táctica y de estrategia. No son tan diferentes a las que estudiamos en las Academias Militares. Es cuestión de medir bien al enemigo y saber ser más fuerte que él en el momento y lugar oportunos. Y cuando te han llegado "reclutas" de la Masía, has sabido darles confianza e integrarlos. De ahí los Pedro, Cuenca o Tello, con un enorme futuro por delante si siguen lo que les has inculcado.
No obstante, te vas y te comprendo. Nuestra sociedad, por un lado, reconoce los méritos que he resumido, pero por otro exige, insaciable. Y quema. Más que quemar, abrasa. Entre todos, te hemos abrasado. Con maestría, María José Navarro escribía en estas mismas páginas un breve pero sustancioso comentario referido a tu marcha. Te define como "el hombre que quiso que otro fútbol fuera posible y lo fuesen también otros modales" ante una sociedad más receptiva con los pedantes y menos elegantes, con preferencia por los "más macarras". No estamos acostumbrados a las elegancias en el deporte y en la política, ni a reconocer públicamente los méritos del contrario o a cargar sobre las espaldas toda la responsabilidad de los errores, aunque sean de los subordinados.
Y te refugias en la familia, en la que en estos momentos se refugia media España. La priorizas sobre todo este mundo aparentemente fascinante que te envuelve. Y te alejas por un tiempo –estoy seguro– de la pesadez de quienes te hacen preguntas imbéciles, que cuentan como gran novedad las botellas de agua que bebes en un partido, o el cuello cisne que ya llevaste en el partido contra el Betis, la media barba de dos días o el rapado de tu cabeza al cero. ¡Más que un personaje público, te habían convertido en su esclavo público! Debo dejar constancia de mi admiración, mi comandante, saliéndome del guión habitual de mi Tribuna en un periódico como es "La Razón". Estoy seguro que mi director lo permitirá. Porque fíjate que he hablado de valores, de disciplina, de unidad, de responsabilidad, de confianza en la juventud. Intento que el mensaje, vaya bastante mas allá. Hoy más que nunca necesitamos testimonios como el tuyo, en el que claramente se prioriza la familia y la vida interior por encima de la fama y la cuenta corriente.
Yo espero verte algún día dirigiendo a la selección española, cuando otro hombre excepcional –Vicente del Bosque–, por razones de edad, pida el relevo. ¡Ya dirigió esta selección el comandante Villalonga! ¡Vamos, que no serías el primero! Éste sí estaba en plantilla, pero es lo mismo, llámese escalafón o escala honorífica. Mucho se ha escrito sobre ti estos días. No quisiera que faltase el reconocimiento de un viejo soldado que cree recoger el sentir de otros muchos "de guardia" –querido Josep Guardiola– por toda España o por cualquier rincón de este complejo mundo que nos ha tocado vivir.
Artículo publicado en "La Razón" el 2 de mayo de 2012