La palabra y el concepto de «patria» no pasan –hoy 2 de Mayo– por sus mejores momentos, cuando precisamente entrañan algo tan nuestro como ser «la tierra de nuestros padres». Parece que además de cainitas queramos renegar de nuestros mayores. Mal camino. Hoy conmemoramos los 205 años de aquel trágico día en que un alcalde de pueblo –Móstoles– y un grupo de jóvenes oficiales –Daoiz, Velarde, Ruiz– arrastraron al pueblo español a un levantamiento contra el invasor «de las tierras de sus padres», apelando al patriotismo: «... hasta que España sucumba, no pisará vuestra tumba la planta del extranjero» (1). También a este valor acaba de referirse sabia y acertadamente Jaime Lamo de Espinosa, antiguo ministro de Adolfo Suárez y de José Calvo Sotelo. Constata el actual estado de desazón social porque «hemos perdido el sentimiento de los objetivos comunes, la ilusión colectiva», y reclama a los líderes políticos «que sean capaces de una acción verdaderamente patriótica». Apela al patriotismo como fórmula de integración, de sacrificio, de esfuerzo, de compromiso. Algo así como se nos recuerda a militares y guardias civiles en las fachadas de nuestros cuarteles. Resalto el concepto de «todo». El mismo todo por la patria que asumieron aquellos héroes populares y oficiales el 2 de mayo de 1808 y que muchos pagaron con su vida. «Y al suelo le falta tierra para cubrir tanta tumba»(1).
No pido tanto, aunque también hoy el momento sea dramáticamente delicado y cuando no veo más salida que un rearme moral haciendo nuestra aquella reflexión de Kennedy: «No te preguntes que puede hacer EE UU por ti; pregúntate qué puedes hacer tú por EE UU». Este rearme moral, este patriotismo, o llámenle como quieran, debe ser de todos: Gobierno, oposición, comunidades autónomas, ayuntamientos, sindicatos, poder económico y empresarial, universidad, autonomías, Iglesia, ... Por supuesto, también incluyo a quienes nos han defraudado, a quienes nos han saqueado, a quienes nos han decepcionado.
No son iguales todas las responsabilidades, pero todos necesitamos salir de la crisis. Y no sólo podemos obrar al eco de los acuerdos de los consejos de ministros de los viernes. Tras ellos cargamos toda la culpa sobre un Gobierno, como si él sólo tuviese la posibilidad de salvarnos. Tras la rueda de prensa habitual, vienen el llanto y el crujir de dientes, las réplicas y contrarréplicas, las descalificaciones reglamentarias, el pesimismo, el miedo. Decía recientemente el escritor Bernardo Atxaga que «todo lo que genera negatividad nos hipnotiza, nos paraliza». Y necesitamos todo menos paralizarnos.
El pacto hoy debe ser total, no sólo político, y el compromiso más urgente de reducir las cifras del paro debe dar lugar a corresponsabilizar a pymes, ayuntamientos, comunidades de propietarios y vecinos, clubes deportivos, fundaciones, cofradías, colegios y por supuesto, grandes empresas. El paro no es sólo un grave problema económico. Es un problema de dignidad de la persona. Pero todos debemos arrimar el hombro. Con las estadísticas de paro juvenil, de fracaso escolar y de mala calidad de la enseñanza, creo que las protestas de los enseñantes deberían tener más carácter de «huelgas a la japonesa» que de encubiertos y sucesivos puentes vacacionales. Siempre recordaré una celebración de la fiesta nacional en Suiza: la hacen trabajando. Es decir, transmiten a su sociedad que su bienestar y su cultura se apoyan en el esfuerzo, en el sacrificio y en la laboriosidad.
Momentos difíciles. Y no sólo aquí. Veremos en un año y medio las promesas que haya podido cumplir el nuevo gobierno italiano. Por supuesto, le deseamos suerte. Su estabilidad también es nuestra estabilidad. Pero un país que ha tenido que recurrir a la nominación de un presidente para su República, de 87 años, ya representa a una sociedad en fuerte crisis.
Tiempos de resistencia. Resistir es vencer, dice la máxima. Pero no es fácil hacerlo cuando parte importante de la sociedad exige más, critica sin conocer todos los mimbres que armoniza un estado, exige liderazgo cuando ella misma no quiere mas líderes que los de los escándalos de cama, los que alimentan bodas y divorcios exprés, o que son capaces de colocar un balón entre unas redes ante miles y miles de fanatizados seguidores.
Realmente, «oigo, patria, tu aflicción» (1). A los que resisten, les pido que sepan escuchar lo que se dice en la calle. Estoy seguro de que son sensibles al dolor de mucha gente. Pero que mantengan el pulso firme ante las críticas si honestamente hacen lo que tienen que hacer.
Marcos Zapata (2) resumía con alma de poeta un momento como éste:
«¿Que no cede el ataque ni un minuto?
¿Que a todo trance buscan tu fracaso?
¿Que te cansa el luchar...? ¡No lo disputo!
Mas oye, amigo, este refrán de paso:
¡Se apedrean las plantas que dan fruto!
¿Quién del árbol estéril hace caso?»(2)
(1) Bernardo López García (1840-1877): «¡Dos de Mayo!»
(2) Marcos Zapata (1845-1913): «Ladrar a la luna»
Publicado en "La Razón" el 2 de mayo de 2013