Preparaba un análisis sobre la situación en el Sahel cuando me llegaron las desgarradoras imágenes del brutal asesinato de un joven soldado británico saliendo de su cuartel de Woolwich, en Londres. El odio se había albergado en unos jóvenes de origen africano, formados en la fe católica, fanatizados en nombre de Alá, que jamás hubiera aprobado ni en formas ni en fondo el aberrante atentado.
Me vino enseguida a la cabeza el nombre con el que la rama cercana a Al Qaeda liderada por Mokhtar Belmokhtar –un hombre que en varias ocasiones se ha dado por muerto– se autodenomina: «Los que firman con sangre» que opera en el norte de Mali. Fueron los que con esta firma asaltaron el pasado enero a sangre y fuego la planta argelina de gas en la que murieron 37 rehenes.
Ayer fue Londres. Mañana puede ser París o Madrid.
La caída de Gadafi tuvo indiscutiblemente consecuencias. No todas positivas. Entre las negativas, el retorno de tuaregs al norte de Mali y el rebrote de un viejo conflicto en la región. En quince días, el llamado Movimiento Nacional para la Liberación del Azawad (MNLA) había conquistado las tres ciudades más importantes del norte del país: Kidal, Gao y la legendaria Tombuctú.
Saltaron todas las alarmas, especialmente en Francia, doblemente comprometida en Libia y en el África francófona. La situación era diferente a las rebeliones de los años sesenta (1962 y 1964) y de la cruenta de 1990 que se saldó con más de 2.000 víctimas. Argelia ya intervendría en estos años y posteriormente en 2006. Pero ahora la diferencia venía marcada por la presencia de un nuevo actor en la región: Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI). Saltaron alarmas al considerar que el Sahel podía convertirse en una plataforma de lanzamiento de ataques terroristas contra Occidente. Francia, con respaldo internacional, tomó decididamente la iniciativa. Con larga experiencia en misiones africanas –Djibuti (1991), Ruanda (1994) Comores (1995), Republica Centroafricana (1996-97), Congo (1997), Chad (2008), Costa de Marfil (2011)– , actuó con indiscutible eficacia.
París lanzó la «operación Serval» con apoyos europeos, africanos y norteamericanos, legitimados por el Consejo de Seguridad. Sin el menor síndrome de «guerra de Irak», François Hollande ordenó a sus fuerzas armadas la ejecución de una operación combinada junto a tropas de Chad, principalmente. Ante la opinión pública anunció que estaban programadas para tres meses. Estos plazos se van demorando, como cualquier mente conocedora del tema podía suponer. Es necesario transferir responsabilidades al Ejército de Mali y para ello es necesario entrenarle, formarle, prepararle con eficacia para poder responder al reto del latente peligro en el norte de su país. De esta necesidad nació la European Union Training Mission Mali (EUTM Mali), de la que España, junto a muchos otros países, forma parte. Tres resoluciones del Consejo de Seguridad (2056, 2071 y 2085) legitiman su constitución.
Es más. El pasado 25 de abril el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó la formación de una nueva fuerza de paz para Mali (MINUSMA) con el determinado mandato de ayudar a la estabilización del norte del país.
Patrocinada por Francia, Luxemburgo, Marruecos y Reino Unido, la misión, que se iniciará a partir del 1 de julio, podrá desplegar un máximo de 11.200 efectivos militares y 1.440 policías.
«La nueva fuerza confirma el apoyo unánime de la comunidad internacional a la estabilización de Mali y a la intervención de Francia y los países de la región para ayudar al país», dijo el hábil embajador francés en Nueva York, Gerard Araud , tras aprobarse la resolución.
En tanto despliega esta fuerza –y no se distinguen las Naciones Unidas por la puntualidad de sus intervenciones– al mando del general francés Le Cointreau, opera en Bamako el Cuartel General de EUTM Mali más un Hospital «Role 1» proporcionado por Bulgaria, un Equipo de Evacuación Médica (Medevac) proporcionado por Bélgica y una Sección de Protección de la República Checa.
En Koulikoro, al norte, despliega el Cuartel General Avanzado, un Hospital «Role 2» alemán y una Compañía de Protección de la que forma parte una sección española. Los algo menos de 600 efectivos comenzaron sus labores de instrucción el 1º de mayo y se prevé que el primero de los cuatro batallones del Ejército de Mali pueda estar operativo a mediados de junio. En este contingente participa el equipo de entrenamiento español de operaciones especiales.
Cada movimiento estratégico de hoy tiene repercusiones de difícil previsión. El contagio de ideas bien apoyado en las redes sociales , es peligrosísimo. No se sabe si asociar el odio de un joven de origen senegalés desatado en el corazón de Londres a la situación africana o a las operaciones aliadas en Afganistán. Esta búsqueda de notoriedad, este «Dio lo vuole», este enfrentamiento con una sociedad que le ha proporcionado mejores condiciones de vida, sólo descubre rescoldos de odio de difícil control y medida. ¡No se puede bajar la guardia!
Publicado en "La Razón" el 30 de mayo de 2013