Una mascarada es un festín o sarao de personas enmascaradas. Vamos, que el personal oculta su identidad o la suplanta. Es lo que pasa en las fiestas de carnaval, pero también durante el resto del año.
Si dejamos de lado las personas que fingen constantemente ser quien no son, el verdadero baile de máscaras se produce hoy en las redes sociales y también en los comentarios dirigidos a los diarios digitales. De hecho yo mismo me he llegado a encontrar con una pelea surrealista entre dos usuarios del menorca.info en que uno le instaba a otro que no se escondiera tras el anonimato y que diese la cara. Así lo exigía un tal «Anónimo».
También puede ocurrir lo del tuitero mallorquín que a calzón quitado insultó al presidente del Govern además de soltar esta perla: «Espero que pongan una bomba en su partido...». Obvio lo que sigue. Evidentemente, fue denunciado y detenido.
Diariamente llegan a nuestro digital centenares de comentarios que tras cualquier nick y correo electrónico falso injurian, lanzan alegres acusaciones, insultan y ofenden. Y que cuando ven que su aportación no se publica acuden al tópico de la censura a la libertad de expresión.
En este contexto de cortocircuitos en la red, los más vulnerables son los niños y niñas, un colectivo que accede cada vez más pronto a Internet. Así lo advierten los policías tutores de la Isla cuando alertan del aumento del acoso a través del Whatsapp.
Hay un dicho que reza: «Nadie es tan feo como en la fotografía de su DNI ni tan guapo como en la de su perfil de Facebook». Por eso, en estos tiempos los bal masqué en la red pueden ser tan atractivos como los del Carnaval de Venecia, pero también te puedes llevar chascos. Ojo, no sea que estés bailando con el más feo o fea de la fiesta.