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¿Protege la aspirina al paciente con cáncer?

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Sobre la aspirina (ácido acetilsalicílico-AAS) y el cáncer hablamos hace 6 años («Es Diari» 05-06-2017) y básicamente a raíz del metaanálisis de Cuzick J. et al (Ann Oncol. 2014) que analizaba todo lo publicado hasta la fecha sobre esta cuestión, evaluando los beneficios y daños de su prescripción    preventiva en personas adultas sobre los eventos cardiovasculares, la mortalidad en general y en    el cáncer.

Según ésta revisión sistemática    se demostró que en estudios a largo plazo la AAS a dosis entre 75-325 mg (menos de una aspirina normal) reducía en un 30-35% el riesgo de desarrollar un cáncer colo-rectal (CCR) y entre un 35-40% de fallecimiento por esta patología.  En el cáncer de esófago la reducción fue entre un 25-30% y de entre un 25-30% en el cáncer de estómago. Según ésta revisión los efectos del consumo de AAS sobre el cáncer se percibirían a partir de los  tres años de iniciar el tratamiento.

Y es que el AAS, un medicamento de todos conocido, utilizado inicialmente por sus propiedades analgésicas (contra el dolor), antipiréticas (contra la fiebre) y antiinflamatorias (artritis), y que en la actualidad se le utiliza básicamente por su acción    como antiagregante plaquetario (alterando la función de la plaquetas en la coagulación) para la prevención de eventos trombóticos cardíacos y cerebrales.

Históricamente cayó en desuso desde los años 80 al relacionársele con el síndrome de Reye, una enfermedad extremadamente rara (0,1-0,5/100.000 niños) que afecta al cerebro (encefalitis) y al hígado cuando se prescribía para el tratamiento de la fiebre en enfermedades víricas (tipo gripe o varicela) en niños. Actualmente no existe la presentación pediátrica.

Sin embargo, siguiendo el tema que nos ocupa, tras el metaanálisis de Cuzick J. et al (Ann Oncol. 2014),    cuatro años después le surgió un contrapunto, el estudio de McNeil JJ et al (N Engl J Med. 2018 ) en personas mayores; el «Aspirin in Reducing Events in the Elderly (ASPREE)»,    que tras un seguimiento de 19.114 pacientes de más de 70 años de EEUU o de Australia, sin enfermedad cardiovascular previa, aleatorizados a recibir 100 mg de AAS (9.525) o placebo (9.589) durante una media 4,7 años de seguimiento, tuvo que suspenderse al aumentar la mortalidad por cualquier causa en el grupo de la AAS, siendo el cáncer el que contribuyó más a ésta. Y    aunque destacaron que la mortalidad por cáncer fue similar en ambos grupos los tres primeros años, cambió su comportamiento a partir de entonces, desconociéndose su comportamiento más allá de 4,7 años, que duró el estudio, pues se interrumpió.

Y es que hay que recordar que la AAS también se relaciona con eventos hemorrágicos; hemorragias digestivas u de otro tipo que aumentan con la dosis del fármaco, la predisposición del individuo y la edad de este.

Abundando en ello Elwood, P et al (Br J Cancer. 2023) recientemente ha analizado nuevamente esta cuestión desde otro ángulo, desde aquellos pacientes que ya tenían cáncer. Realizaron un metaanálisis de 118 estudios observacionales que utilizaban AAS a bajas dosis (75-81 mg) en prevención cardiovascular en pacientes afectos de cáncer (de CCR y de mama, mayoritariamente) demostrando como la AAS se asociaba con una reducción de un 20% en la mortalidad por cualquier causa sobre todo debido al descenso de las muertes por tromboembolismos y de un 23% en la mortalidad por cáncer. Así mismo la AAS fue capaz de reducir entre un 38 y un 52% las metástasis debidas al cáncer.

Como no podía ser de otra manera el sangrado gastrointestinal aumentó un 55% pero no aumentó la mortalidad por esta causa.

Queda claro pues que la AAS es útil en la prevención de cáncer en individuos sanos y enfermos de esta enfermedad pero habrá que informar, controlar y/o tratar sus    efectos secundarios en forma de hemorragias tal como recomiendan entre otras las normas éticas del National Health Service Británico.

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