El escritor y neurocientífico Robert Sapolsky (Nueva York, 1957) se propone en su libro Decidido demostrar que, según la ciencia, el libre albedrío no existe. Para ello sondea las posibilidades de la neurociencia y la filosofía para tratar de demostrar que toda nuestra vida está completamente determinada por la biología y la sociedad.
Por mi parte también lo tengo decidido. Por muchos argumentos que aporte en su causa, y son numerosos, no podrá convencerme. ¿Si no tuviera libertad por qué estaría escribiendo esta reseña? ¿Cómo elijo si no las palabras? ¿Escribió Sapolsky su libro sin posibilidad de elección?
Quizás sea cierto, como otros neurocientíficos y algunos filósofos sostienen, que nuestro sentimiento de libre albedrío es solo una ilusión. Pero en mi caso esa ilusión es tan fuerte que por muchas evidencias que aporte este profesor de la Universidad de Stanford (y son muchas) no podrá hacerme cambiar de opinión.
Lo que si logra Sapolsky es hacernos ver la gran cantidad de factores que condicionan nuestra conducta: biológicos como la evolución, la genética, la epigenética, nuestra vida fetal, las hormonas, etcétera y culturales y sociales como la familia, la clase social, el género, el color de la piel, los compañeros, las redes sociales...
En su anterior libro Compórtate. La biología que hay detrás de nuestros mejores y peores comportamientos (con el que ganó el premio al mejor libro de ciencia 2017 concedido por tres grandes diarios de Estados Unidos), el autor efectuaba un minucioso examen del comportamiento humano en el que exponía los numerosos condicionamientos a los que estamos expuestos los humanos a la hora de pensar y actuar. En Decidido hace un resumen de todo ello y luego se centra en tratar de probar su tesis anti libre albedrío.
Emulando la vieja historia mítica de que nuestro planeta se sostiene en el espacio sobre una tortuga, y ésta sobre otra que a su vez se sostiene sobre otra y así hasta el infinito, Decidido es una colección de argumentaciones, experimentos que, cual quelonios, intentan por acumulación probar nuestra falta de libertad interna. Parece que más que persuadirnos busque abrumarnos con las pruebas que aporta a favor de la falta de libre albedrío. Incluso hace entrar en juego el universo cuántico y la teoría del caos, además de algunos ensayos de laboratorio, juegos mentales y experimentos psicológicos.
Uno de lo más sorprendentes estudios que da munición los defensores del que el libre albedrío es solo una ilusión, es el que desarrolló en 1983 el neurocientífico Benjamín Libet y que ha sido replicado con éxito en otras ocasiones, en el que parece probar que las neuronas se disparan para dar la orden de una acción voluntaria antes de que la mente humana sea consciente de ello.
En el terreno social, Sapolsky cuestiona la meritocracia y la posibilidad de que el esfuerzo y la voluntad sirvan para superar las desigualdades. Para ello pone algunos ejemplos de situaciones en las que el futuro de la persona parece predeterminado por la familia y la posición en que uno nace. Como muestra recojo una cita del libro en la que se puede apreciar también el peculiar y torrencial estilo discursivo del autor que no renuncia al humor:
“Supongamos que naces siendo un niño adicto al crack. Para contrarrestar esta mala suerte, ¿la sociedad se apresura a garantizar que crezcas en un entorno relativamente próspero y con diversas terapias para superar tus problemas de desarrollo neurológico? No, lo más probable es que nazcas en la pobreza y permanezcas en ella. Bueno, dice la sociedad, entonces asegurémonos al menos de que tu madre es cariñosa, estable y tiene mucho tiempo libre para cuidarte con libros y visitas a museos. Sí, claro... Como sabemos, lo más probable es que tu madre se esté ahogando en las consecuencias patológicas de su propia miserable suerte en la vida y que, tras abandonarte a tu propia suerte, tú deambules desamparado de un hogar a otro. Bueno, ¿se moviliza la sociedad al menos para contrarrestar esa mala suerte adicional, asegurándose de que vives en un barrio seguro con excelentes escuelas? No, lo más probable es que tu barrio esté plagado de bandas y tu escuela carezca de fondos suficientes.”
Una de las consecuencias más provocadoras de la supuesta inexistencia del libre albedrío es que la justicia no tiene razón de ser. “Es una barbaridad- afirma Sapolsky- sugerir que el castigo retributivo conlleva siquiera un hilo de bien penal”. Como alternativa propone retirar a los psicópatas y a todo aquel que represente un peligro para la sociedad, pero no para castigarlos sino como se retiran los coches con frenos defectuosos.
Militante de su causa, el investigador ha participado como perito en algunos juicios para tratar de convencer al jurado de que el acusado no era libre cuando cometió su delito.
Al margen de estar de acuerdo o no con su tesis, Decidido tiene muchas aportaciones interesantes, algunas un poco complejas, aunque en mi opinión yo aconsejaría, a pesar de que fue escrito seis años antes, la lectura de Compórtate, que además le supera ampliamente en número de páginas, cargadísimas de datos y curiosidades sobre la mente.
Decidido. Una ciencia de la vida sin libre albedrío
Robert Sapolsky
Traducción de Mariano Guirao
Editorial Capitán Swing
552 páginas
Compórtate. La biología que hay detrás de nuestros mejores y peores comportamientos
Robert Sapolsky
Traducción de Pedro Pacheco González
Editorial Capitán Swing
982 páginas